Con 6 años y apenas un metro de altura avanzaba por la selva con paso firme, liderando el grupo. Le precedían Cásper y un esqueleto blandiendo dos enormes machetes con los que iban abriendo paso. El jefe no titubeaba en su marcha a pesar de que las dos enormes hojas pasaban continuamente por delante de su cara… - ¡zaaaaaaas!... ¡zas!... ¡zaaaaaaass!... ¡zas!... De repente, al pasar junto a otro de los sombrajos, levantó la mano derecha y el grupo se detuvo. Al entrar en el aula todo el mundo se puso en pie: -¡Cogeslo ahí!... exclamó desde el umbral… -¡ay!... respondieron los casi 50 alumnos levantando la mano derecha al unísono. El zombi payaso diabólico avanzó hacia la pizarra donde en ese momento había un alumno en pleno ejercicio. Desde el camino podía escucharse el rechinar de sus dientes de puro miedo y podía leerse el letrero de la entrada: plástica. La pizarra parecía estar llena de garabatos y en el centro el profesor había dibujado una cuadrícula donde el alumno estaba pintando un enorme y simétrico nabo al que aún le faltaba un huevo. –Te falta un huevo, dijo el jefe dirigiéndose al alumno que aparentaba ser un par de años mayor que él. –No tanto, señor, respondió el alumno… -sólo un cojón y el pelo, añadió. –oooooohhhh… murmuraron sus compañeros al tiempo que comenzaban discretamente a parapetarse bajo los pupitres y a cubrirse con las sillas… -un cojón y el pelo… repitió el jefe mirando alternativamente a la pizarra y al alumno. Con un ligero movimiento de cabeza señaló al alumno un cartel que colgaba justo al lado de la pizarra cuya inscripción decía: -Tema 1: el nabo de pared:El nabo de pared se compone de 2 cojones y un carajo y su silueta se pinta de un solo trazo. Éste trazo es la representación mínima de nuestra santísima trinidad: cojón, carajo y cojón y la unidad mínima de medida en nuestro sistema métrico nabal. Aunque por si solo ya consigue transmitir nuestro mensaje, puede ser completado con 2 rayas para el glande y cuatro rayas, 2 por huevo, para el pelo.
El alumno lo leyó acojonado y en silencio.
-¿Eres consciente de lo que has hecho?... le preguntó el jefe… miles de años de evolución y de perfeccionamiento técnico hasta conseguir una imagen gráfica, un icono, capaz de transmitir en un solo trazo toda la información posible acerca de nuestro pensamiento sobre algo o alguien, tirados por el suelo. Un cojón y un pelo… Para entonces, el resto de la clase y el profesor ya llevaban un rato escondidos bajo las mesas como en mitad de un simulacro de terremoto. Y es que fue eso lo que vino entonces: un terremoto. El jefe quitó la tiza de la mano al alumno y comenzó a pintar nabos por el aula. Poco a poco iba aumentando la velocidad hasta que llegó un momento en que ya no se veía más que una especie de tornado de polvo de tiza que se desplazaba por el aula de forma endiablada arrastrándolo todo a su paso. No duraría más de 10 segundos, pero se hicieron interminables. Una espesa nube de polvo blanco lo envolvía todo al principio hasta que por fin comenzó a asentarse. De entre la niebla surgieron dos figuras, ambas parecían acabar de haber salido de las ruinas de las torres gemelas. Una, la del jefe, abandonó la estancia dejando tras de si un remolino provocado por la corriente de aire al avanzar. Otra, la del alumno, permaneció inmóvil como job, convertido en estatua de tiza. Para cuando el jefe se hubo incorporado a nuestra caravana ya podía apreciarse levemente su obra entre el polverío: suelo, techo, mobiliario y paredes habían sido convertidos en una especie de capilla Sixtina nabal.
- La letra con nabo entra, me dijo al verme perplejo.
(Continuará...)