26 de agosto de 2016

Cadiztorias: güinter is coming

Tomé la línea 1 y bajé del camión frigorífico en la Plaza de España. Con complejo de cocreta del congelao y aún arrecío llegué a la Fuente de Las Tortugas. De repente, entre racha y racha de levante de tres palitos y medio, noté como el pellejo se me erizaba aún más al contacto con las gotas de agua. -¡Carajo!, pensé, -cómo escupen hoy de fuerte las galápagos estas... Pero al girar la cabeza comprobé que no habían hecho ellas; estaba lloviendo. En cádi. Y en agosto. Sus muerto. Los tuyo. To los.

Temeroso y novelero en nivel gaditano ante una prematura y apocalíptica llegada del otoño, eché a correr impulsado por los tres palitos y medio. Temiendo me se metieran por ahí, me dejé arrastrar pasando el cajero de la caicha a 70 por hora hasta alcanzar Columela en cero coma dos. Lejos de suspirar relajado observé a otros noveleros saliendo del nuevo y minúsculo décatron estrenando camisetas térmicas y hasta algún que otro forro polar. –güinter is coming, me dijo uno al notar que le observaba, -abrígate polla, añadió amablemente. La corriente de frio del polo que largaba a la calle la máquina del aire era impresionante y verdaderamente justificaba la advertencia de mi altruista consejero. –Yo no le voy ni cortá la etiqueta, afirmó un joven renegrío que se enfundaba un cortavientos fosforito, -en cuanto no haiga levante lo devuervo. – Der tirón, apostilló su compañera ajustándose unas mallas marcatodo. Esquivé la ventisca de la puerta como pude y lo mismo tuve que hacer al pasar por la del resto de franquicias de la calle. Pero la del tezenis esquina a Sacramento me pilló de lleno y me dejó er pechito cogío. Lo noté al alcanzar la plaza de las flores. Un profundo pinchazo en la garganta me sirvió de indicador. La siguiente racha de levante me voló descontrolao, cual página der diario, hasta la puerta del mercao y la última me estrelló contra el carrefur. Aturdido y sin gobierno, como España, entré a buscar algo, supongo que a mí mismo, y acabé congelado al pasar entre las neveras de yogures y zarshichas. Casi la palmo. Me ayudó recordar aquella vieja enseñanza de “no dejes que el frio te acobarde. No te duermas”. Sacando fuerzas aún no se muy bien de dónde conseguí volver a casa y me hice una promesa: hoy me pondría una rebequita y los muerto quien no. Y aquístoy, sudando, con los muerto quien si.