9 de abril de 2015

Anticonceptivo emprendedor

La cuota de autónomos es el más extendido e infalible anticonceptivo emprendedor que existe. Si no fuera por ella España estaría infestada de trabajadores por cuenta propia. Gente emprendedora, independiente, ilusionada y libre que trataría de buscarse la vida dignamente y con alegría. Un peligro.
Gracias a este potentísimo y eficacísimo anticonceptivo emprendedor, millones de españoles jamás lo serán. O lo serán de forma clandestina dejándose en el camino la autoestima, la ilusión, la alegría e incluso la dignidad pues oficialmente, al no pagar la cuota, no tendrán derecho a ser considerados trabajadores. Socialmente encasillados dentro de la marginalidad, ni ellos mismos se reconocerán emprendedores; como mucho buscavidas o chapuceros.
Como método de control de la natalidad emprendedora es perfecto. 265 pavos (sin consumición) por poder entrar en el sistema son para una inmensa mayoría un obstáculo insalvable. Una muralla infranqueable que convierte la posibilidad de éxito en utopía bajándole los humos al más pintado. Millones de vocaciones e ilusiones son desactivadas cada año. - Hay que vencer el miedo, te dicen en miles de inútiles cursos incitándote a jugarte tus cuartos para no quedar de cobarde. –No es miedo, es que no tengo la pasta… -Pues entonces no puedes ser autónomo, trabaja para otro. -Pero si no hay… y habéis sido vosotros mismos los que me habéis adoctrinado  en el curso con que hacerme emprendedor puede ser la única salida… -claro, pero para salir, hay que entrar; y entrar cuesta 265 pavos al mes -¿y si no facturo nada o casi nada?... -265. –Joder… pues en el resto de países de nuestro entorno no funciona así… –poyasabes…
Y si algún valiente e inconsciente amante del riesgo consigue la pasta y lo intenta, tendrá que culminar tamaña travesía que ríete tú de la caminata que se pegaron Frodo y su coleguita. Mordor es el chiquipark al lao de lo que suponen los primeros 6 meses de autoempleo. Pasan volando y casi siempre se llega a lo justo para pagar la cuota el último día. La consecución de ese objetivo es puro placebo pues por un lado proporciona al infeliz trabajador la adictiva sensación de la “labor bien hecha” y por el otro le permite comenzar la cuenta de cero al día siguiente. Pero enseguida cae otro mes. Y otro. Y otro más. Hasta noquearte. Sonado, a duras penas podrás pensar en otra cosa.  Te descentrarás “de lo tuyo” y ahí te habrán vencido. La ilusión, las fuerzas y los ahorros al carajo. Ya está, otro competidor menos  y otro fracasado más. Desangrao,  “marcao pa tó la vida”, que dijo aquél; por la marca España, que añado yo. A ver cómo se libra del estigma que supone haberlo intentado, y más si lo hizo con dinero “emprestao”.

Pero, si es el sistema el que en su propio beneficio trata de mantener a raya el espíritu emprendedor a base de cuotas anticonceptivas, ¿por qué entonces es él mismo quien lo alienta?... Pues porque gana infinitamente más creando la falsa ilusión de que es posible que mostrando su verdadera tiranía; es decir, gana más vendiendo condones que prohibiendo follar. Así puede chuparnos hasta la última gota de sangre. Reducen el éxito a una cuestión de suerte y nosotros, dóciles, aceptamos el juego. Con sus normas, claro. Pero la probabilidad de éxito debe ser menor que la de que te toque el euromillón.  Al sistema le interesa que el autónomo genere, no que produzca. Un autónomo tras la zanahoria es un competidor inofensivo prácticamente incapacitado para producir, pero al mismo tiempo es un auténtico generador de carroña para los buitres que lo devorarán sin compasión: bancos, aseguradoras, operadores telefónicos, haciendas y seguridades sociales, etc. Presa fácil, carne de cañón, pringao, carajote…  autónomo. Yo.