16 de diciembre de 2010
14 de diciembre de 2010
Cadiztorias: Jalogüin gaditano (1ª parte)
El contexto
Domingo 31 de octubre de 2010, 18:30 de la tarde. Víspera del día de todos los santos, o lo que es lo mismo, en inglés: Halloween.
Camino solitario reflexionando acerca de lo aburridos y sobre todo lo largos que resultan los domingos por la tarde. Especialmente éste, que dura una hora más por culpa del puto cambio de hora durante la madrugada anterior.
Un cerebro aburrido es para las dudas existenciales lo que la mierda para las moscas: comida. La primera (duda, no mosca, aunque hoy también estoy hecho una mierda) me asalta a las puertas del Parque Genovés a donde he llegado fortuitamente guiado por unas piernas sin gobierno: ¿pa qué carajo se cambia la hora?, ¿a qué viene este auto-engaño colectivo?... dicen que es una medida de ahorro... ¿y compensa?, ¿quién carajo ahorra en un día que dura más?, ¿cuánto ahorra?...¿se descubrirá algún día en el futuro qué había detrás de este montaje?, ¿será una conspiración?... Sólo por el incordio que supone mirar dos veces el reloj para darle tiempo a tu cerebro a pensar la hora que es ahora y no antes, ya habría que quitarlo. Es como el euro, que seguimos pensando: 3 euros - 100 pavos, 20 euros - 3 talegos, 50 euros - 8 talegos... ¿pa qué carajo ha valido entonces?... pa metérnosla doblá, como el cambio horario.
¿Y la putada que es tener que ir cambiando la hora de cada reloj?; antes cuando nada más que se tenía un casio cagón en la muñeca, todavía, pero, ¿y ahora que vivimos en una cuenta atrás vital permanente rodeados de relojes que nos recuerdan cómo se nos va gastando la vida?: el del coche, el del móvil, el del portátil, el del ipod, el del gps, el del microondas, el del video (si, qué pasa, yo sigo teniendo video. Y además beta, pa dar por culo), el reloj de la cocina, el reloj del salón, el reloj del dormitorio, el reloj de la cámara, el reloj del plasma (sí, qué pasa, tengo plasma y video beta, con dos cojones), el reloj del horno, el reloj de la termomix, el reloj de la nevera... total, que la hora que gano atrasándola, la pierdo en atrasarla, toma jeroglífico... así vivo, en un conflicto espacio-temporal permanente más chungo que el del viejo de los pelos blancos de regreso al futuro. Po toavía tengo que aguantar a carajotes neojipis de esos que te dicen -yo no llevo reloj; no lo necesito, paso de que el tiempo me controle...
-¿que pasas de que el tiempo te controle?... el big ben te metía por el culo yo a tí desgraciao... claro, rodeao de relojes como estamos no te hace falta llevar uno en la muñeca… pero en el culo nunca viene mal, gilipollas. Seguro que fumas y no llevas tabaco. Ni dinero. Ya te diremos los carajotes que llevamos reloj la hora y te daremos un cigarrito y cambio pal autobús... Parásito!!...
En fin, como puede verse, el cambio de hora provoca ciertos trastornos físicos y mentales que no se han valorado y que seguro que hacen que no merezca la pena. Así que lloremos un poco o seguiremos mamando.
Pues eso, que tales disquisiciones me habían llevado a las puertas del parque genovés la tarde de la víspera del día de todos los santos. Y ya que estaba allí, entré. El parque genovés es un lugar seguro para vagar y pasear sin miedo, excepto en Halloween. Pero yo no lo sabía. A media hora del cierre (es desalojado cuando cae el sol) la zona del merendero permanecía llena de gente. Cosas de la crisis. El nuevo chiquipark de Cádiz; un lugar donde celebrar los cumpleaños con piñas, piedras, palos, gatos, palomas y charcos en lugar de piscina de bolas y rolans macdonals gilipollas. Y gratis.
Pero al pasar junto a las mesas dos cuestiones captaron mi atención. Por un lado la decoración: de árbol a árbol colgaban guirnaldas con calabazas, esqueletos y fantasmas compradas en el chino. Por otro la edad de los asistentes: ninguno bajaba de los 30 tacos. Algunos llevaban capas de drácula y sombreros de bruja. Había también 2 abuelos vestíos aproximadamente de fredy cruguer y 3 abuelas que o bien se acababan de levantá de la tumba y eran zombis o bien se acababan de levantá de la cama y venían despeinás y en batas de boatiné. Y había whisky. Y ron y ginebra. Y canutos. Un botellón por derecho en el que las parejas y familias se mezclaban y perdían los papeles sin pudor en una especie de wustok gaditano. Un bastinaso.
Agobiado por el cambio de hora y asqueado por ver a dos abuelas borrachas remangarse sin éxito las sábanas viejas que componían sus localistas disfraces de casper para echar una meada impune en mitad del camino, decidí internarme en la espesura del parque. Allí donde sólo llegan algunos de los estrechos senderos que parten de los caminos principales. Lo que en ese momento no sospechaba era que aquél intento por alejarme de la realidad podía suponer también alejarme de la vida; o acercarme a la muerte, según se mire.
En mitad de la fronda, perdido en la foresta, todo el mundo siente algo de miedo. Sobre todo si ve acercarse un zombi de siete años con una bolsa del mercadona en la mano diciendo: -¿truco o trato?...
El suceso
-¿Truco o trato?, respondí repreguntando mientras observaba como de los matorrales de alrededor surgían, como espectros de sus tumbas, drácula, el muñeco diabólico, dos frankestein, cásper, cuatro zombis y dos esqueletos. -Hostia, pensé, -pues si que ha calao hondo la modita esta del Halloween. Si los yanquis han conseguío llegar con su colonización cultural hasta lo más profundo de la espesura del parque genovés, esto ya no tiene marcha atrás. Más vale que Alex dela Iglesia grabe cuanto antes
“Don Juan Tenorio, cazador de zombis” o “Pánico en la noche de difuntos” pa
ponernos un poco al día o tendremos que enterrar nuestras tradiciones, nunca
mejor dicho, para siempre.
- Si pisha, ¿truco o trato?, respondió con descaro el infantil zombi extendiendo la bolsa del mercadona.
Sonriendo por lo extravagante de la escena, le contesté:
- es que no sé cómo se juega a esto, es la primera vez que me pasa, ¿qué se supone que debo hacer?...
– tienes que darnos dinero o te asustamos y te pegamos.
- ja, ja. Sólo di dos “jas”. El tercero no pude emitirlo al sentir la afilada punta de una rama en la yugular. Sin moverme, miré de reojo hacia abajo y comprobé que al final de aquél florete vegetal había una especie de payaso zombi diabólico que no llegaría a los 6 años. No pude ni tragar saliva pues la punta de aquella lanza me presionaba la garganta. Aquella situación, por familiar, fue como un deyaví[1]. -Esta situación ya la he vivido antes, pensé. Al contrario de lo que le había dicho al zombi de la bolsa, no era la primera vez que me pasaba. Atracos como este ya los había sufrido en los ochenta, claro que, a manos de yonquis en busca de pasta pa la dosis y no de niños de 6 años disfrazados de payasos zombis diabólicos. Pero una jeringuilla usada, una navaja o una rama afilada acojonan lo mismo cuando presionan la yugular… ¿qué estaba pasando?...
Origen
Desde que vimos las primeras películas sobre Halloween hasta que la fiesta empezó a celebrarse en Cádiz habían pasado algunos años, pero aún había gente como yo que nos habíamos resistido ante aquella invasión cultural. No es que me gustara el tenorio, ni fuera un talibán de nuestras tradiciones, de hecho pienso que muchas son un coñazo, sino que aquella tradición de ir de unifamiliar en unifamiliar pidiendo chucherías no tiene interés desde el momento en que uno vive en un bloque de catorce pisos en la barriada. Bloque donde con 13 años no tuve cojones de vender ni una sola caja de polvorones para irme de viaje de fin de curso en octavo. Como a otros tantos niños de mi quinta, me acabaron comprando las 12 cajas de polvorones mis padres; eso sí, retirándome por supuesto la paga, en concepto de liquidación de la deuda adquirida, durante los dos años siguientes. Así que ni viaje de fin de curso ni ná, y encima comiendo polvorones duros y caducaos desde mediados de los 80. Con estos antecedentes, ¿podía acaso esperar que alguno de los siesos de mis vecinos sintiera ahora el altruista impulso de comprar chucherías para regalárselas a los niños del bloque?, ¿podía esperar que la vieja del segundo a quien escupíamos por la espalda nos abriera la puerta sonriente para darnos caramelos en lugar de achucharnos a los gatos?, ¿podíamos esperar que el cabrón del 6ºB nos regalara chocolatinas en lugar de obligarnos a bajarle la basura y traerle tabaco amenazándonos con un “si no ya te cogeré en la escalera”?, ¿podíamos acaso esperar que el inquilino del 7ºC se gastara algunos euros en regalarnos chucherías cuando debía dos años de comunidad y le mangaba to los días el diario y una barra de pan del pomo de la puerta al del bar denfrente?...
En definitiva, no es que no me gustara Halloween, sino que en Cádiz era implanteable. Era. Ya no. Todo evoluciona.
Igual que la ancestral celebración celta salta al nuevo continente y desde allí nos es devuelta transformada en una pastelosa fiesta de disfraces y golosinas y en películas de “notemuevasdeaquíqueahoravuelvo” o “separémonosparaqueelpobresicopatapuedamatarnosunoauno”, aquí y ahora se estaba produciendo la siguiente transformación.
A base de ver películas yanquis de adolescentes gilipollas muriendo uno tras otro, pandillas de niñatos disfrazados de personajes de terror recorriendo urbanizaciones pastelosas pidiendo chucherías y fiestas de erasmus borrachos al principio en pabs irlandeses y al final hasta en las peñas flamencas, los gaditanos estaban asimilando la dichosa celebración. De hecho ya se había asimilado y transformado el nombre: de Halloween a Jalogüin; y no hacían falta unifamiliares.
Los primeros años no se dio importancia a la introducción de ciertas costumbres foráneas en torno al 1 de noviembre, pero poco a poco fueron surgiendo las primeras voces en contra. La resistencia se tornó feroz pero poco tenían que hacer el tenorio y compañía ante la brutal potencia de la fiesta yanqui basada en el cachondeo puro y duro sin ningún tipo de compromiso o exigencia destacable:
Don Juan: -¿no es verdad ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?...
Doña Inés: - Sí, pero yo me vuelvo a la otra aunque sea nadando, tío triste... prefiero no ver la luna y respirar peor asfixiándome con el humo del tabaco en la fiesta Erasmus denfrente a que me rayes la cabeza to la noche..triste, que eres un triste…
Y así fue como Halloween arrasó; porque la noche de todos los santos española no innovaba desde que zorrilla pensó: “mesaocurrío una historia del carajo”.
Pero igual que la naturaleza se abrió paso en jurasic park, estaba claro que a base de años la arraigada cultura popular local había sido capaz de asimilar las nuevas influencias y mezclarlas con las más ancestrales tradiciones dando como resultado algo nuevo e infinitamente más potente. Una mutación cultural que a modo de exclusiva se estaba presentando ante mis ojos… y mi yugular...
La edulcorada fórmula yanqui del “truco
o trato” era un herramienta potentísima en manos de cualquier kinki
gaditano. Ofrecía mejores resultados que las antiguas “¿tiene cinco pavos?” o “¿tiene
un sigarrito?” pues dejaba en manos de la víctima el establecimiento
voluntario de la cantidad a mangar no limitando el importe máximo de dicha
cantidad sino dejando que fuera el miedo el que libremente lo hiciera. Los
resultados eran espectaculares. Además, la mezcla con los métodos y fórmulas
tradicionales ofrecían infinitas posibilidades de complementar y amplificar la
amenaza aumentando considerablemente los beneficios. Por ejemplo, si ante el
mencionado “truco o trato” una
víctima no sentía miedo suficiente como para entregar una cantidad que
cumpliera las expectativas del kinki, a éste siempre le quedaba en la
retaguardia el eficacísimo y ochentero: -“a
como te registro y me queo con to lo que lleves…”. Halloween estaba a punto
de convertirse en Jalogüin, la noche de todos los palos, la noche de los kinkis
hirientes, la fiesta de todos los kinkis del mundo, una noche basada en el
pequeño hurto y el mangoneo consentido. Y eso, eso si que da verdadero miedo…
La espesura
En lo profundo del Parque Genovés he visto de todo: kinkis, coitos, sobredosis, monos pajilleros, porros, viejos pajilleros, botellones, dinosaurios, palomos mutantes, palomos mutantes pajilleros… pero nunca un payaso zombi de 6 años armado. Claro que, ¿había estado alguna vez allí donde me encontraba?... Quiero decir, ¿había verdaderamente alcanzado alguna vez la espesura?...
Cuando uno atraviesa el Parque Genovés suele hacerlo vagando por los caminos, dejándose llevar por esas cuidadas pistas de tierra que siempre de forma curva parecen conducir inexorablemente al confiado caminante a la fuente de los patos, a la de los niños del paraguas o a los columpios. Nunca había recorrido aquellas escasas 2 hectáreas con ánimo exploratorio ni cartográfico y ahora me arrepentía. Pero estaba claro que nunca antes había estado allí; en aquel punto donde ni siquiera podían escucharse las rodadas de los coches por el adoquinado suelo del cercano Paseo de Carlos III. Tampoco podían escucharse las putas motos. Casi me dolía la cabeza de no escuchar nada. Me iban a estallar los tímpanos de tanto silencio; la falta de costumbre. La pantalla vegetal que nos rodeaba era impresionante, casi tropical. A escasos metros arrancaba un espeso bosque de helechos gigantes sobre el que se desparramaban a modo de estalactitas vegetales cientos, miles de lianas y enredaderas que parecían tejer una infranqueable y verde tela de araña. ¿Dónde estaba eso?, ¿cómo es que nunca lo había visto?... ¿cómo era posible que existiera en Cádiz un sitio a salvo del levante y el poniente y no se supiera?...
- Bueno qué!, ¿te decides, pringao?...
exclamó impaciente el payaso zombi
- Dinero no tengo, hijo… respondí en la confianza de que hasta allí llegara la broma.
- ¡Pues te vas a cagar, desgraciao!... ¡y yo no soy tu hijo!... -¡zas!... Con un rápido movimiento de muñeca apenas perceptible consiguió transmitir tal elasticidad a la punta de la rama que consiguió marcarme en el cachete. Me llevé la mano a la cara de forma refleja, y de forma perpleja comprobé que la sangre transferida a la palma de mi mano adoptaba una forma caprichosa. Me había pintado un nabo en la cara. Ni zeta del zorro ni pollas, bueno, polla sí… pero no pude más que tragar saliva, y a duras penas. El leñoso florete había vuelto a mi yugular y me presionaba obligándome a desplazar el cuerpo hacia lo más hondo de la selva…
No sé cuánto tiempo estuvimos andando pues el reloj y el móvil fueron las
primeras posesiones que entregué. Además, tras convertir en jirones mi yersi y
mis pantalones, la agresiva vegetación al contacto con mi piel, comenzó a
producir un efecto narcótico que me mantuvo colocado durante toda la marcha.
Cada vez que una hoja o rama me rozaba, liberaba una sustancia tóxica en mi
epidermis que se convertía en la dosis justa para mantenerme encarajotao. ¿Qué
tipo de plantas eran aquellas que funcionaban como pequeños camellos
vegetales?...
En mi ensoñación recordé que fue precisamente el botánico gaditano Celestino Mutis el responsable de que muchas de estas exóticas especies fueran descubiertas, catalogadas y cruzaran el charco hace más de dos siglos. ¿Tendría él la respuesta?... ¿habría alguna conexión?... ¿tendría la oportunidad de preguntárselo en persona si me lo cruzaba en formato zombi en esta noche de muertos vivientes?... qué moraso io…
El campamento
Tras una larga y ensirocante caminata a base de rozamiento vegetal, llegamos a una especie de poblado que se repartía desparramado por un amplio claro. Me recordaba a los que salían en Rambo cuando iba en busca de los sharlis. Abandonar la exuberante vegetación me permitió ver nuevamente el sol y hacerme una idea verdadera del grupo que componían mis captores; parecía una chirigota infantil; aunque, a decir verdad, algunos de los que esperaban nuestra llegada tenían más pinta de juveniles infiltraos que de infantiles. El tamaño de sus portentosas nueces los delataba; algunos tenían la proa de Elcano bajo la barbilla (y el colgante de oro del Camarón a modo de mascarón).
Las cabañas y barracones se situaban justo en la linde con el bosque, bajo las últimas copas de los árboles y entre los poderosos arbustos que gradualmente aminoraban la altura vegetal hacia el claro. Recorrimos un buen trecho orillándolo hasta llegar a la que sería nuestra celda o más bien jaula. Mirando diametralmente al otro lado del claro nada hacía sospechar la elevada densidad de construcciones que lo circundaban. Sin duda el camuflaje cumplía su objetivo. Tras dejar atrás algunos barracones de descanso, comenzamos a cruzar lo que parecían aulas y sombrajos de reunión. Grupos de niños aparentemente disciplinados atendían las explicaciones de sus imberbes profesores. Ni un murmullo, ni una desobediencia… - vaya, ¿habéis creado una escuela?... –pregunté gratamente sorprendido a pesar de todo. - zi, pisha, bemo venío dasé rabona[2] ner colegio pa metesno en otro… ¿teskí ar carajo, shufla?... ¡anda y no zea más carajote!… ¡tira palante, gilipolla!... – gritó mi juvenil guardián endiñándome un monumental cosqui[3] por laspalda que a modo de reseteo me ayudó a interpretar lo que tenía ante mis ojos de forma más exacta.
Efectivamente aquellos sombrajos no formaban una escuela, sino un campo de entrenamiento que ríete tú de Al Qaeda y de las FARC. En cada uno se instruía a los niños en una disciplina diferente, pero todas iban orientadas a hacer de ellos auténticos combatientes expertos en guerrilla urbana. En el primero que dejamos atrás se enseñaba a poner mala cara con ánimo de intimidar a las víctimas. Los alumnos permanecían de pie dispuestos en dos filas enfrentadas cara a cara a escasos centímetros una de otra. De repente el instructor gritaba: - ¡labio superioooooor!... - y todos respondían marcialmente acribillándose a perdigonazos de saliva : -¡sobre labio inferior!...¡narí pabajo, ojos parriba, hombros patrás, cuello palante!... ¡caaaaaaaaa...brón!!!!...
- acojonante...
En el segundo sombrajo se impartían técnicas de provocación. Algunos niños hacían de figurantes formando un pequeño grupo mientras un voluntario se acercaba y practicaba siguiendo las indicaciones del instructor:
- ¡Tema 4: dominio de la situación en caso de inferioridad numérica; 1er. Paso: provocación por acercamiento echando cojone. Objetivo: identificar al carajote del grupo. Ar!
- qué miráis?... preguntaba altanero el voluntario acercándose provocativamente al grupo.
- nada… respondía uno asumiendo casi al mismo tiempo su carajotismo...
- ¡2º Paso: Acojonamiento del carajote. Objetivo: identificación del líder natural. Ar!
- ¿quién ta dicho a tí que hables, gilipolla?... comentaba pegándose a su cara con la técnica del labio superior sobre el inferior.
- deja ar shavá que no estaba mirando ná… intervenía otro individuo señalándose del tirón…
- ¡3er. Paso: Sometimiento y humillación pública del líder o abanderado. Objetivo: dominio total del grupo por anulación del factor superioridad. Ar!...
- homeeee… ya salió la maricona… ¿tú que tiene gana de charla o qué?... ¿qué ere?, ¿el papaíto de to esta gente?... ira!, ira lo que tengo aquí en el codo… dijo el provocador avanzando por el pasillo de respeto abierto en la masa y señalándose ostensiblemente el codo derecho con el índice izquierdo… -ira, ira… ¡asércate, maricona!...
Cuando la maricona, perdón, el líder, estuvo lo suficientemente cerca del codo del provocador, éste, con un rapidísimo y certero movimiento, completó la ancestral técnica del “mírame el codo” bajando el antebrazo derecho hasta agarrarle completamente el paquete. -¿Ahora qué, maricona?... preguntó en voz alta apretando cruelmente la mano mientras el líder se retorcía de dolor hasta caer de rodillas ante el grupo… -¿tú quería desirme argo?... ¡habla!... ¡que no mentero con tanto ay,ay!…
- ¡4º paso: Sellado de la nueva autoridad. Objetivo: coronación del nuevo líder. Ar!
- …con to lo valiente que era y míralo ahora… ¿sabéi dónde están ahora los cojone de la maricona esta?... ¿qué pasa?... ¿ahora ninguno queréi hablá?... ¡ven pacá, carajote!... ordenó el provocador dirigiéndose claramente al individuo identificado como carajote al comienzo de la operación… -¿dónde están los cojone de tu amiguito?... ¡responde!... – en tu mano… dijo en voz baja el carajote… -¡en tu mano, señor!... ¡venga!, ¡decidlo todos en voz alta!... -¡en tu mano, señor!... -¿quién manda asquí?... - ¡tú, señor!... – muy bien, ¿y sabéis por qué mando yo?... porque mis cojone no le caben en la mano a ninguno de vosotros, mariconas… ¡ámono!...
La demostración había sido brutal y suponía la confirmación de algo mucho peor: si hasta ahora la condición de líder pandillil era sólo achacable a una aleatoria mezcla de carácter, traumas infantiles e inteligencia, a partir de ahora existía un método. Un corpus teórico y documental, un temario con el que cualquier Kinki hijoputa con aspiraciones podría avanzar más rápido saltándose pasos infructuosos. Eso significaría que los nuevos líderes podrían ser cada vez más jóvenes… como era el caso de mi captor…
El jefe
Con 6 años y apenas un metro de altura avanzaba por la selva con paso firme, liderando el grupo. Le precedían Cásper y un esqueleto blandiendo dos enormes machetes con los que iban abriendo paso. El jefe no titubeaba en su marcha a pesar de que las dos enormes hojas pasaban continuamente por delante de su cara… - ¡zaaaaaaas!... ¡zas!... ¡zaaaaaaass!... ¡zas!... De repente, al pasar junto a otro de los sombrajos, levantó la mano derecha y el grupo se detuvo. Al entrar en el aula todo el mundo se puso en pie: -¡Cogeslo ahí!... exclamó desde el umbral… -¡ay!... respondieron los casi 50 alumnos levantando la mano derecha al unísono. El zombi payaso diabólico avanzó hacia la pizarra donde en ese momento había un alumno en pleno ejercicio. Desde el camino podía escucharse el rechinar de sus dientes de puro miedo y podía leerse el letrero de la entrada: plástica. La pizarra parecía estar llena de garabatos y en el centro el profesor había dibujado una cuadrícula donde el alumno estaba pintando un enorme y simétrico nabo al que aún le faltaba un huevo. –Te falta un huevo, dijo el jefe dirigiéndose al alumno que aparentaba ser un par de años mayor que él. –No tanto, señor, respondió el alumno… -sólo un cojón y el pelo, añadió. –oooooohhhh… murmuraron sus compañeros al tiempo que comenzaban discretamente a parapetarse bajo los pupitres y a cubrirse con las sillas… -un cojón y el pelo… repitió el jefe mirando alternativamente a la pizarra y al alumno. Con un ligero movimiento de cabeza señaló al alumno un cartel que colgaba justo al lado de la pizarra cuya inscripción decía: -Tema 1: el nabo de pared:El nabo de pared se compone de 2 cojones y un carajo y su silueta se pinta de un solo trazo. Éste trazo es la representación mínima de nuestra santísima trinidad: cojón, carajo y cojón y la unidad mínima de medida en nuestro sistema métrico nabal. Aunque por si solo ya consigue transmitir nuestro mensaje, puede ser completado con 2 rayas para el glande y cuatro rayas, 2 por huevo, para el pelo.
El alumno lo leyó acojonado y en silencio.
-¿Eres consciente de lo que has hecho?... le preguntó el jefe… miles de años de evolución y de perfeccionamiento técnico hasta conseguir una imagen gráfica, un icono, capaz de transmitir en un solo trazo toda la información posible acerca de nuestro pensamiento sobre algo o alguien, tirados por el suelo. Un cojón y un pelo… Para entonces, el resto de la clase y el profesor ya llevaban un rato escondidos bajo las mesas como en mitad de un simulacro de terremoto. Y es que fue eso lo que vino entonces: un terremoto. El jefe quitó la tiza de la mano al alumno y comenzó a pintar nabos por el aula. Poco a poco iba aumentando la velocidad hasta que llegó un momento en que ya no se veía más que una especie de tornado de polvo de tiza que se desplazaba por el aula de forma endiablada arrastrándolo todo a su paso. No duraría más de 10 segundos, pero se hicieron interminables. Una espesa nube de polvo blanco lo envolvía todo al principio hasta que por fin comenzó a asentarse. De entre la niebla surgieron dos figuras, ambas parecían acabar de haber salido de las ruinas de las torres gemelas. Una, la del jefe, abandonó la estancia dejando tras de si un remolino provocado por la corriente de aire al avanzar. Otra, la del alumno, permaneció inmóvil como job, convertido en estatua de tiza. Para cuando el jefe se hubo incorporado a nuestra caravana ya podía apreciarse levemente su obra entre el polverío: suelo, techo, mobiliario y paredes habían sido convertidos en una especie de capilla Sixtina nabal.
- La letra con nabo entra, me dijo al verme perplejo.
Domingo 31 de octubre de 2010, 18:30 de la tarde. Víspera del día de todos los santos, o lo que es lo mismo, en inglés: Halloween.
Camino solitario reflexionando acerca de lo aburridos y sobre todo lo largos que resultan los domingos por la tarde. Especialmente éste, que dura una hora más por culpa del puto cambio de hora durante la madrugada anterior.
Un cerebro aburrido es para las dudas existenciales lo que la mierda para las moscas: comida. La primera (duda, no mosca, aunque hoy también estoy hecho una mierda) me asalta a las puertas del Parque Genovés a donde he llegado fortuitamente guiado por unas piernas sin gobierno: ¿pa qué carajo se cambia la hora?, ¿a qué viene este auto-engaño colectivo?... dicen que es una medida de ahorro... ¿y compensa?, ¿quién carajo ahorra en un día que dura más?, ¿cuánto ahorra?...¿se descubrirá algún día en el futuro qué había detrás de este montaje?, ¿será una conspiración?... Sólo por el incordio que supone mirar dos veces el reloj para darle tiempo a tu cerebro a pensar la hora que es ahora y no antes, ya habría que quitarlo. Es como el euro, que seguimos pensando: 3 euros - 100 pavos, 20 euros - 3 talegos, 50 euros - 8 talegos... ¿pa qué carajo ha valido entonces?... pa metérnosla doblá, como el cambio horario.
¿Y la putada que es tener que ir cambiando la hora de cada reloj?; antes cuando nada más que se tenía un casio cagón en la muñeca, todavía, pero, ¿y ahora que vivimos en una cuenta atrás vital permanente rodeados de relojes que nos recuerdan cómo se nos va gastando la vida?: el del coche, el del móvil, el del portátil, el del ipod, el del gps, el del microondas, el del video (si, qué pasa, yo sigo teniendo video. Y además beta, pa dar por culo), el reloj de la cocina, el reloj del salón, el reloj del dormitorio, el reloj de la cámara, el reloj del plasma (sí, qué pasa, tengo plasma y video beta, con dos cojones), el reloj del horno, el reloj de la termomix, el reloj de la nevera... total, que la hora que gano atrasándola, la pierdo en atrasarla, toma jeroglífico... así vivo, en un conflicto espacio-temporal permanente más chungo que el del viejo de los pelos blancos de regreso al futuro. Po toavía tengo que aguantar a carajotes neojipis de esos que te dicen -yo no llevo reloj; no lo necesito, paso de que el tiempo me controle...
-¿que pasas de que el tiempo te controle?... el big ben te metía por el culo yo a tí desgraciao... claro, rodeao de relojes como estamos no te hace falta llevar uno en la muñeca… pero en el culo nunca viene mal, gilipollas. Seguro que fumas y no llevas tabaco. Ni dinero. Ya te diremos los carajotes que llevamos reloj la hora y te daremos un cigarrito y cambio pal autobús... Parásito!!...
En fin, como puede verse, el cambio de hora provoca ciertos trastornos físicos y mentales que no se han valorado y que seguro que hacen que no merezca la pena. Así que lloremos un poco o seguiremos mamando.
Pues eso, que tales disquisiciones me habían llevado a las puertas del parque genovés la tarde de la víspera del día de todos los santos. Y ya que estaba allí, entré. El parque genovés es un lugar seguro para vagar y pasear sin miedo, excepto en Halloween. Pero yo no lo sabía. A media hora del cierre (es desalojado cuando cae el sol) la zona del merendero permanecía llena de gente. Cosas de la crisis. El nuevo chiquipark de Cádiz; un lugar donde celebrar los cumpleaños con piñas, piedras, palos, gatos, palomas y charcos en lugar de piscina de bolas y rolans macdonals gilipollas. Y gratis.
Pero al pasar junto a las mesas dos cuestiones captaron mi atención. Por un lado la decoración: de árbol a árbol colgaban guirnaldas con calabazas, esqueletos y fantasmas compradas en el chino. Por otro la edad de los asistentes: ninguno bajaba de los 30 tacos. Algunos llevaban capas de drácula y sombreros de bruja. Había también 2 abuelos vestíos aproximadamente de fredy cruguer y 3 abuelas que o bien se acababan de levantá de la tumba y eran zombis o bien se acababan de levantá de la cama y venían despeinás y en batas de boatiné. Y había whisky. Y ron y ginebra. Y canutos. Un botellón por derecho en el que las parejas y familias se mezclaban y perdían los papeles sin pudor en una especie de wustok gaditano. Un bastinaso.
Agobiado por el cambio de hora y asqueado por ver a dos abuelas borrachas remangarse sin éxito las sábanas viejas que componían sus localistas disfraces de casper para echar una meada impune en mitad del camino, decidí internarme en la espesura del parque. Allí donde sólo llegan algunos de los estrechos senderos que parten de los caminos principales. Lo que en ese momento no sospechaba era que aquél intento por alejarme de la realidad podía suponer también alejarme de la vida; o acercarme a la muerte, según se mire.
En mitad de la fronda, perdido en la foresta, todo el mundo siente algo de miedo. Sobre todo si ve acercarse un zombi de siete años con una bolsa del mercadona en la mano diciendo: -¿truco o trato?...
El suceso
-¿Truco o trato?, respondí repreguntando mientras observaba como de los matorrales de alrededor surgían, como espectros de sus tumbas, drácula, el muñeco diabólico, dos frankestein, cásper, cuatro zombis y dos esqueletos. -Hostia, pensé, -pues si que ha calao hondo la modita esta del Halloween. Si los yanquis han conseguío llegar con su colonización cultural hasta lo más profundo de la espesura del parque genovés, esto ya no tiene marcha atrás. Más vale que Alex de
- Si pisha, ¿truco o trato?, respondió con descaro el infantil zombi extendiendo la bolsa del mercadona.
Sonriendo por lo extravagante de la escena, le contesté:
- es que no sé cómo se juega a esto, es la primera vez que me pasa, ¿qué se supone que debo hacer?...
– tienes que darnos dinero o te asustamos y te pegamos.
- ja, ja. Sólo di dos “jas”. El tercero no pude emitirlo al sentir la afilada punta de una rama en la yugular. Sin moverme, miré de reojo hacia abajo y comprobé que al final de aquél florete vegetal había una especie de payaso zombi diabólico que no llegaría a los 6 años. No pude ni tragar saliva pues la punta de aquella lanza me presionaba la garganta. Aquella situación, por familiar, fue como un deyaví[1]. -Esta situación ya la he vivido antes, pensé. Al contrario de lo que le había dicho al zombi de la bolsa, no era la primera vez que me pasaba. Atracos como este ya los había sufrido en los ochenta, claro que, a manos de yonquis en busca de pasta pa la dosis y no de niños de 6 años disfrazados de payasos zombis diabólicos. Pero una jeringuilla usada, una navaja o una rama afilada acojonan lo mismo cuando presionan la yugular… ¿qué estaba pasando?...
Origen
Desde que vimos las primeras películas sobre Halloween hasta que la fiesta empezó a celebrarse en Cádiz habían pasado algunos años, pero aún había gente como yo que nos habíamos resistido ante aquella invasión cultural. No es que me gustara el tenorio, ni fuera un talibán de nuestras tradiciones, de hecho pienso que muchas son un coñazo, sino que aquella tradición de ir de unifamiliar en unifamiliar pidiendo chucherías no tiene interés desde el momento en que uno vive en un bloque de catorce pisos en la barriada. Bloque donde con 13 años no tuve cojones de vender ni una sola caja de polvorones para irme de viaje de fin de curso en octavo. Como a otros tantos niños de mi quinta, me acabaron comprando las 12 cajas de polvorones mis padres; eso sí, retirándome por supuesto la paga, en concepto de liquidación de la deuda adquirida, durante los dos años siguientes. Así que ni viaje de fin de curso ni ná, y encima comiendo polvorones duros y caducaos desde mediados de los 80. Con estos antecedentes, ¿podía acaso esperar que alguno de los siesos de mis vecinos sintiera ahora el altruista impulso de comprar chucherías para regalárselas a los niños del bloque?, ¿podía esperar que la vieja del segundo a quien escupíamos por la espalda nos abriera la puerta sonriente para darnos caramelos en lugar de achucharnos a los gatos?, ¿podíamos esperar que el cabrón del 6ºB nos regalara chocolatinas en lugar de obligarnos a bajarle la basura y traerle tabaco amenazándonos con un “si no ya te cogeré en la escalera”?, ¿podíamos acaso esperar que el inquilino del 7ºC se gastara algunos euros en regalarnos chucherías cuando debía dos años de comunidad y le mangaba to los días el diario y una barra de pan del pomo de la puerta al del bar denfrente?...
En definitiva, no es que no me gustara Halloween, sino que en Cádiz era implanteable. Era. Ya no. Todo evoluciona.
Igual que la ancestral celebración celta salta al nuevo continente y desde allí nos es devuelta transformada en una pastelosa fiesta de disfraces y golosinas y en películas de “notemuevasdeaquíqueahoravuelvo” o “separémonosparaqueelpobresicopatapuedamatarnosunoauno”, aquí y ahora se estaba produciendo la siguiente transformación.
A base de ver películas yanquis de adolescentes gilipollas muriendo uno tras otro, pandillas de niñatos disfrazados de personajes de terror recorriendo urbanizaciones pastelosas pidiendo chucherías y fiestas de erasmus borrachos al principio en pabs irlandeses y al final hasta en las peñas flamencas, los gaditanos estaban asimilando la dichosa celebración. De hecho ya se había asimilado y transformado el nombre: de Halloween a Jalogüin; y no hacían falta unifamiliares.
(En algunas zonas de la ciudad el término ha evolucionado de forma
diferente: Hallowey)
Los primeros años no se dio importancia a la introducción de ciertas costumbres foráneas en torno al 1 de noviembre, pero poco a poco fueron surgiendo las primeras voces en contra. La resistencia se tornó feroz pero poco tenían que hacer el tenorio y compañía ante la brutal potencia de la fiesta yanqui basada en el cachondeo puro y duro sin ningún tipo de compromiso o exigencia destacable:
Don Juan: -¿no es verdad ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?...
Doña Inés: - Sí, pero yo me vuelvo a la otra aunque sea nadando, tío triste... prefiero no ver la luna y respirar peor asfixiándome con el humo del tabaco en la fiesta Erasmus denfrente a que me rayes la cabeza to la noche..triste, que eres un triste…
Y así fue como Halloween arrasó; porque la noche de todos los santos española no innovaba desde que zorrilla pensó: “mesaocurrío una historia del carajo”.
Pero igual que la naturaleza se abrió paso en jurasic park, estaba claro que a base de años la arraigada cultura popular local había sido capaz de asimilar las nuevas influencias y mezclarlas con las más ancestrales tradiciones dando como resultado algo nuevo e infinitamente más potente. Una mutación cultural que a modo de exclusiva se estaba presentando ante mis ojos… y mi yugular...
La espesura
En lo profundo del Parque Genovés he visto de todo: kinkis, coitos, sobredosis, monos pajilleros, porros, viejos pajilleros, botellones, dinosaurios, palomos mutantes, palomos mutantes pajilleros… pero nunca un payaso zombi de 6 años armado. Claro que, ¿había estado alguna vez allí donde me encontraba?... Quiero decir, ¿había verdaderamente alcanzado alguna vez la espesura?...
Cuando uno atraviesa el Parque Genovés suele hacerlo vagando por los caminos, dejándose llevar por esas cuidadas pistas de tierra que siempre de forma curva parecen conducir inexorablemente al confiado caminante a la fuente de los patos, a la de los niños del paraguas o a los columpios. Nunca había recorrido aquellas escasas 2 hectáreas con ánimo exploratorio ni cartográfico y ahora me arrepentía. Pero estaba claro que nunca antes había estado allí; en aquel punto donde ni siquiera podían escucharse las rodadas de los coches por el adoquinado suelo del cercano Paseo de Carlos III. Tampoco podían escucharse las putas motos. Casi me dolía la cabeza de no escuchar nada. Me iban a estallar los tímpanos de tanto silencio; la falta de costumbre. La pantalla vegetal que nos rodeaba era impresionante, casi tropical. A escasos metros arrancaba un espeso bosque de helechos gigantes sobre el que se desparramaban a modo de estalactitas vegetales cientos, miles de lianas y enredaderas que parecían tejer una infranqueable y verde tela de araña. ¿Dónde estaba eso?, ¿cómo es que nunca lo había visto?... ¿cómo era posible que existiera en Cádiz un sitio a salvo del levante y el poniente y no se supiera?...
- Dinero no tengo, hijo… respondí en la confianza de que hasta allí llegara la broma.
- ¡Pues te vas a cagar, desgraciao!... ¡y yo no soy tu hijo!... -¡zas!... Con un rápido movimiento de muñeca apenas perceptible consiguió transmitir tal elasticidad a la punta de la rama que consiguió marcarme en el cachete. Me llevé la mano a la cara de forma refleja, y de forma perpleja comprobé que la sangre transferida a la palma de mi mano adoptaba una forma caprichosa. Me había pintado un nabo en la cara. Ni zeta del zorro ni pollas, bueno, polla sí… pero no pude más que tragar saliva, y a duras penas. El leñoso florete había vuelto a mi yugular y me presionaba obligándome a desplazar el cuerpo hacia lo más hondo de la selva…
En mi ensoñación recordé que fue precisamente el botánico gaditano Celestino Mutis el responsable de que muchas de estas exóticas especies fueran descubiertas, catalogadas y cruzaran el charco hace más de dos siglos. ¿Tendría él la respuesta?... ¿habría alguna conexión?... ¿tendría la oportunidad de preguntárselo en persona si me lo cruzaba en formato zombi en esta noche de muertos vivientes?... qué moraso io…
El campamento
Tras una larga y ensirocante caminata a base de rozamiento vegetal, llegamos a una especie de poblado que se repartía desparramado por un amplio claro. Me recordaba a los que salían en Rambo cuando iba en busca de los sharlis. Abandonar la exuberante vegetación me permitió ver nuevamente el sol y hacerme una idea verdadera del grupo que componían mis captores; parecía una chirigota infantil; aunque, a decir verdad, algunos de los que esperaban nuestra llegada tenían más pinta de juveniles infiltraos que de infantiles. El tamaño de sus portentosas nueces los delataba; algunos tenían la proa de Elcano bajo la barbilla (y el colgante de oro del Camarón a modo de mascarón).
Las cabañas y barracones se situaban justo en la linde con el bosque, bajo las últimas copas de los árboles y entre los poderosos arbustos que gradualmente aminoraban la altura vegetal hacia el claro. Recorrimos un buen trecho orillándolo hasta llegar a la que sería nuestra celda o más bien jaula. Mirando diametralmente al otro lado del claro nada hacía sospechar la elevada densidad de construcciones que lo circundaban. Sin duda el camuflaje cumplía su objetivo. Tras dejar atrás algunos barracones de descanso, comenzamos a cruzar lo que parecían aulas y sombrajos de reunión. Grupos de niños aparentemente disciplinados atendían las explicaciones de sus imberbes profesores. Ni un murmullo, ni una desobediencia… - vaya, ¿habéis creado una escuela?... –pregunté gratamente sorprendido a pesar de todo. - zi, pisha, bemo venío dasé rabona[2] ner colegio pa metesno en otro… ¿teskí ar carajo, shufla?... ¡anda y no zea más carajote!… ¡tira palante, gilipolla!... – gritó mi juvenil guardián endiñándome un monumental cosqui[3] por laspalda que a modo de reseteo me ayudó a interpretar lo que tenía ante mis ojos de forma más exacta.
Efectivamente aquellos sombrajos no formaban una escuela, sino un campo de entrenamiento que ríete tú de Al Qaeda y de las FARC. En cada uno se instruía a los niños en una disciplina diferente, pero todas iban orientadas a hacer de ellos auténticos combatientes expertos en guerrilla urbana. En el primero que dejamos atrás se enseñaba a poner mala cara con ánimo de intimidar a las víctimas. Los alumnos permanecían de pie dispuestos en dos filas enfrentadas cara a cara a escasos centímetros una de otra. De repente el instructor gritaba: - ¡labio superioooooor!... - y todos respondían marcialmente acribillándose a perdigonazos de saliva : -¡sobre labio inferior!...¡narí pabajo, ojos parriba, hombros patrás, cuello palante!... ¡caaaaaaaaa...brón!!!!...
- acojonante...
En el segundo sombrajo se impartían técnicas de provocación. Algunos niños hacían de figurantes formando un pequeño grupo mientras un voluntario se acercaba y practicaba siguiendo las indicaciones del instructor:
- ¡Tema 4: dominio de la situación en caso de inferioridad numérica; 1er. Paso: provocación por acercamiento echando cojone. Objetivo: identificar al carajote del grupo. Ar!
- qué miráis?... preguntaba altanero el voluntario acercándose provocativamente al grupo.
- nada… respondía uno asumiendo casi al mismo tiempo su carajotismo...
- ¡2º Paso: Acojonamiento del carajote. Objetivo: identificación del líder natural. Ar!
- ¿quién ta dicho a tí que hables, gilipolla?... comentaba pegándose a su cara con la técnica del labio superior sobre el inferior.
- deja ar shavá que no estaba mirando ná… intervenía otro individuo señalándose del tirón…
- ¡3er. Paso: Sometimiento y humillación pública del líder o abanderado. Objetivo: dominio total del grupo por anulación del factor superioridad. Ar!...
- homeeee… ya salió la maricona… ¿tú que tiene gana de charla o qué?... ¿qué ere?, ¿el papaíto de to esta gente?... ira!, ira lo que tengo aquí en el codo… dijo el provocador avanzando por el pasillo de respeto abierto en la masa y señalándose ostensiblemente el codo derecho con el índice izquierdo… -ira, ira… ¡asércate, maricona!...
Cuando la maricona, perdón, el líder, estuvo lo suficientemente cerca del codo del provocador, éste, con un rapidísimo y certero movimiento, completó la ancestral técnica del “mírame el codo” bajando el antebrazo derecho hasta agarrarle completamente el paquete. -¿Ahora qué, maricona?... preguntó en voz alta apretando cruelmente la mano mientras el líder se retorcía de dolor hasta caer de rodillas ante el grupo… -¿tú quería desirme argo?... ¡habla!... ¡que no mentero con tanto ay,ay!…
- ¡4º paso: Sellado de la nueva autoridad. Objetivo: coronación del nuevo líder. Ar!
- …con to lo valiente que era y míralo ahora… ¿sabéi dónde están ahora los cojone de la maricona esta?... ¿qué pasa?... ¿ahora ninguno queréi hablá?... ¡ven pacá, carajote!... ordenó el provocador dirigiéndose claramente al individuo identificado como carajote al comienzo de la operación… -¿dónde están los cojone de tu amiguito?... ¡responde!... – en tu mano… dijo en voz baja el carajote… -¡en tu mano, señor!... ¡venga!, ¡decidlo todos en voz alta!... -¡en tu mano, señor!... -¿quién manda asquí?... - ¡tú, señor!... – muy bien, ¿y sabéis por qué mando yo?... porque mis cojone no le caben en la mano a ninguno de vosotros, mariconas… ¡ámono!...
La demostración había sido brutal y suponía la confirmación de algo mucho peor: si hasta ahora la condición de líder pandillil era sólo achacable a una aleatoria mezcla de carácter, traumas infantiles e inteligencia, a partir de ahora existía un método. Un corpus teórico y documental, un temario con el que cualquier Kinki hijoputa con aspiraciones podría avanzar más rápido saltándose pasos infructuosos. Eso significaría que los nuevos líderes podrían ser cada vez más jóvenes… como era el caso de mi captor…
El jefe
Con 6 años y apenas un metro de altura avanzaba por la selva con paso firme, liderando el grupo. Le precedían Cásper y un esqueleto blandiendo dos enormes machetes con los que iban abriendo paso. El jefe no titubeaba en su marcha a pesar de que las dos enormes hojas pasaban continuamente por delante de su cara… - ¡zaaaaaaas!... ¡zas!... ¡zaaaaaaass!... ¡zas!... De repente, al pasar junto a otro de los sombrajos, levantó la mano derecha y el grupo se detuvo. Al entrar en el aula todo el mundo se puso en pie: -¡Cogeslo ahí!... exclamó desde el umbral… -¡ay!... respondieron los casi 50 alumnos levantando la mano derecha al unísono. El zombi payaso diabólico avanzó hacia la pizarra donde en ese momento había un alumno en pleno ejercicio. Desde el camino podía escucharse el rechinar de sus dientes de puro miedo y podía leerse el letrero de la entrada: plástica. La pizarra parecía estar llena de garabatos y en el centro el profesor había dibujado una cuadrícula donde el alumno estaba pintando un enorme y simétrico nabo al que aún le faltaba un huevo. –Te falta un huevo, dijo el jefe dirigiéndose al alumno que aparentaba ser un par de años mayor que él. –No tanto, señor, respondió el alumno… -sólo un cojón y el pelo, añadió. –oooooohhhh… murmuraron sus compañeros al tiempo que comenzaban discretamente a parapetarse bajo los pupitres y a cubrirse con las sillas… -un cojón y el pelo… repitió el jefe mirando alternativamente a la pizarra y al alumno. Con un ligero movimiento de cabeza señaló al alumno un cartel que colgaba justo al lado de la pizarra cuya inscripción decía: -Tema 1: el nabo de pared:El nabo de pared se compone de 2 cojones y un carajo y su silueta se pinta de un solo trazo. Éste trazo es la representación mínima de nuestra santísima trinidad: cojón, carajo y cojón y la unidad mínima de medida en nuestro sistema métrico nabal. Aunque por si solo ya consigue transmitir nuestro mensaje, puede ser completado con 2 rayas para el glande y cuatro rayas, 2 por huevo, para el pelo.
El alumno lo leyó acojonado y en silencio.
-¿Eres consciente de lo que has hecho?... le preguntó el jefe… miles de años de evolución y de perfeccionamiento técnico hasta conseguir una imagen gráfica, un icono, capaz de transmitir en un solo trazo toda la información posible acerca de nuestro pensamiento sobre algo o alguien, tirados por el suelo. Un cojón y un pelo… Para entonces, el resto de la clase y el profesor ya llevaban un rato escondidos bajo las mesas como en mitad de un simulacro de terremoto. Y es que fue eso lo que vino entonces: un terremoto. El jefe quitó la tiza de la mano al alumno y comenzó a pintar nabos por el aula. Poco a poco iba aumentando la velocidad hasta que llegó un momento en que ya no se veía más que una especie de tornado de polvo de tiza que se desplazaba por el aula de forma endiablada arrastrándolo todo a su paso. No duraría más de 10 segundos, pero se hicieron interminables. Una espesa nube de polvo blanco lo envolvía todo al principio hasta que por fin comenzó a asentarse. De entre la niebla surgieron dos figuras, ambas parecían acabar de haber salido de las ruinas de las torres gemelas. Una, la del jefe, abandonó la estancia dejando tras de si un remolino provocado por la corriente de aire al avanzar. Otra, la del alumno, permaneció inmóvil como job, convertido en estatua de tiza. Para cuando el jefe se hubo incorporado a nuestra caravana ya podía apreciarse levemente su obra entre el polverío: suelo, techo, mobiliario y paredes habían sido convertidos en una especie de capilla Sixtina nabal.
- La letra con nabo entra, me dijo al verme perplejo.
(Continuará...)
[1]
Deyaví: De-ya-visto. Recuerdo de algo no sucedido: precuerdo. Ej.: - Tengo
la sensación de que yo esto ya lo he vivío antes… - ¿antes?, ¿cuándo te vas a
haber jincao tú sólo un bogavante como éste, desgraciao?, si no tienes donde
caerte muerto… -a lo mejor lo he soñao, será un deyaví –¿deyaví?… que no ome que no, que esto no la
visto tú en tu puta vida… ira qués corales…
[2]
Rabona: novillos. Escaqueo escolar
gaditano. Vacaciones unilaterales del alumno que tienen como destino un parque,
plazoleta o poyete escasamente alejado del centro escolar. Ej.: - ¡niño!... ¿tú
que hace asquí en el parque?... –ná, mamá… que el maestro de siensia nos ha
mandao recogé unas muestras de planta pa un trabajo… -aro, aro…¡el coño
mirmana!... ¿y ta disho que despué de cogesla te las fume con los colega,
hioputa?...¡anda ya par colegio, grifota!... ¡rabonero!.... –ofú omáaaa!...
[3]
Cosqui: humillante golpe en la cabeza con
el nudilllo del dedo corazón. Ej: -¡booooteee pastó!... -¡pom! (pelotazo en
lasparda) -¡no madao!... -¡noniná!, ¡cosqui, la pringá!, ¡cosqui, la pringá!...
1 de diciembre de 2010
Poesía en estrés: "Embargo cultural"
"Embargo cultural"
Lo siento Grecia,
la primera letra de “ya” ya no es suya
¡Siguiente!
Entiéndalo Irlanda,
su típico pub y el café,
si yo financio, pierden el “irlandés”.
- ¿Quién va?...
pregunta Portugal en la sala de espera,
- Usted primero que está más grave;
responde España tontamente consolada.
- ¿se quedará nuestra siesta o quizás la tortilla?...
reflexiona en alto esperando su turno,
- ¿qué será de España si nos quita la ñ?...
- No se preocupe, interrumpe el mercado,
- Llegará el día en que los países se llamen Cocacola
- O Volkswagen, añade Alemania.
Lo siento Grecia,
la primera letra de “ya” ya no es suya
¡Siguiente!
Entiéndalo Irlanda,
su típico pub y el café,
si yo financio, pierden el “irlandés”.
- ¿Quién va?...
pregunta Portugal en la sala de espera,
- Usted primero que está más grave;
responde España tontamente consolada.
- ¿se quedará nuestra siesta o quizás la tortilla?...
reflexiona en alto esperando su turno,
- ¿qué será de España si nos quita la ñ?...
- No se preocupe, interrumpe el mercado,
- Llegará el día en que los países se llamen Cocacola
- O Volkswagen, añade Alemania.
27 de noviembre de 2010
Poesía en estrés: "El asesino voy a ser yo"
“El asesino voy a ser yo”
119 minutos
resueltos en una frase:
- El asesino es...
¡Ñiiaaaaaannnnnnn!
Dí End.
Su puta madre...
Cuna de la libertad,
ciudad del escape libre.
119 minutos
resueltos en una frase:
- El asesino es...
¡Ñiiaaaaaannnnnnn!
Dí End.
Su puta madre...
Cuna de la libertad,
ciudad del escape libre.
19 de noviembre de 2010
Un perfecto imbecil
Observar el mundo desde Cádi no es fácil. En una ciudad situada a nivel del mar cuesta obtener cierta perspectiva. Uno, el observador, éste (este éste es con tilde o sin tilde...la que ha liao la RAE...) que escribe (omito el "les" porque no sé si le escribo a alguien o pienso escribiendo), intenta dar saltitos para ver más lejos. Otras veces se sube a algún elemento de mobiliario urbano, papelera o farola principalmente, para elevar el punto de vista. En ocasiones consigue colarse en edificios ajenos y acceder a las azoteas. Cádi siempre ha querido ver más lejos. Por eso sus tejados evolucionan a azoteas y más tarde desarrollan un apéndice llamado torre mirador. Pero no se equivoquen, que siempre hayamos querido mirar más lejos no significa que hayamos querido desplazarnos para ver. Siempre nos hemos conformado con lo que se veía desde aquí. Y ese era nuestro mundo, nuestro universo conocido. Eso, en otro tiempo, estuvo bien. Al principio era mucho. Luego fue suficiente. Pero al final fue poco y nos acabamos convirtiendo en el culo del mundo; en la ciudad conforme.
Decidimos, como aquellos conformistas concursantes del undostrés, plantarnos en mitad de la subasta. Quedarnos con un cuatro jugando a las siete y media. Hasta aquí hemos llegado. Nuestras referencias estaban dentro la distancia que alcanzaba nuestra vista. Con eso contrastábamos y decidíamos; Nos lo creimos y nos quedamos atrás. Anclados al XVIII.
Nadie nos convirtió en el culo del mundo; fuimos nosotros mismos voluntaria y conscientemente los que lo hicimos. We did it, como diría Dora la exploradora. Aunque a decir verdad, topográfica y geográficamente somos más bien el apéndice del mundo que el culo. Peor me lo pongo. El culo al menos sirve para algo (o para algos depende de cada quien).
Pero de repente, cuando el conformismo había infectado tan profundamente el apéndice que el único futuro posible era la extirpación, va y se juntan cuatro frikis pajilleros en un garage de estadosunidos (el típico chino con gafas, el típico gordo tragabollos, el típico empollón pelirrojo con gafas y el típico zumbao que va vestío de camuflaje al instituto) y se inventan internet. Lo sabía, las pajas no son malas. Y todo cambia, sobre todo la perspectiva.
Por primera vez en casi 300 años los gaditanos ven más allá de la bahía;¡y sin necesidad de desplazarse!... Pareciera como que nuestros genes lo supieran y hubieran decidido aletargarnos para evitar que nos distrajéramos en otras cuestiones mientras llegaba el momento.
Y nazco yo. Y decido dejar de dar saltitos y subirme a las farolas "pa vé er mundo der lejo" para hacerlo mejor a través del invento del empollón pajillero con gafa y los frikis de sus colegas. Y ¡¡¡pómmm!!!...la primera en la frente, me encuentro con un gilipollas aumentado por la lente de internet, un perfecto imbecil (ahora engancho con el título, ya estabas pensando que qué carajo tenía que ver, ¿verdad?) amplificado por los massmedia de los cojones, un carajote de libro cuya despejada frente se ve, a modo de brillante luminaria, desde cualquier rincón de internet y del mundo; incluso desde aquí, su apéndice.
En cádi no estamos preparados para soportar tamaña gilipollez (y mira que aquí también tenemos la ratio de gilipollas/m2 correspondiente). Somo aún inocentes en el mirar "der lejo". Este tío nos mancilla (qué buen café).
Un palo detrás de otro, no estamos preparados, la realidad supera la ficción, la visión del mundo debería tener dos rombos. Casi prefiero lo de antes, mirar el mundo desde una azotea con los medios del XVIII. Ojos que no ven corazón que no siente.
http://www.youtube.com/watch?v=bNh8dIpi_9M&feature=player_embedded#!
Decidimos, como aquellos conformistas concursantes del undostrés, plantarnos en mitad de la subasta. Quedarnos con un cuatro jugando a las siete y media. Hasta aquí hemos llegado. Nuestras referencias estaban dentro la distancia que alcanzaba nuestra vista. Con eso contrastábamos y decidíamos; Nos lo creimos y nos quedamos atrás. Anclados al XVIII.
Nadie nos convirtió en el culo del mundo; fuimos nosotros mismos voluntaria y conscientemente los que lo hicimos. We did it, como diría Dora la exploradora. Aunque a decir verdad, topográfica y geográficamente somos más bien el apéndice del mundo que el culo. Peor me lo pongo. El culo al menos sirve para algo (o para algos depende de cada quien).
Pero de repente, cuando el conformismo había infectado tan profundamente el apéndice que el único futuro posible era la extirpación, va y se juntan cuatro frikis pajilleros en un garage de estadosunidos (el típico chino con gafas, el típico gordo tragabollos, el típico empollón pelirrojo con gafas y el típico zumbao que va vestío de camuflaje al instituto) y se inventan internet. Lo sabía, las pajas no son malas. Y todo cambia, sobre todo la perspectiva.
Por primera vez en casi 300 años los gaditanos ven más allá de la bahía;¡y sin necesidad de desplazarse!... Pareciera como que nuestros genes lo supieran y hubieran decidido aletargarnos para evitar que nos distrajéramos en otras cuestiones mientras llegaba el momento.
Y nazco yo. Y decido dejar de dar saltitos y subirme a las farolas "pa vé er mundo der lejo" para hacerlo mejor a través del invento del empollón pajillero con gafa y los frikis de sus colegas. Y ¡¡¡pómmm!!!...la primera en la frente, me encuentro con un gilipollas aumentado por la lente de internet, un perfecto imbecil (ahora engancho con el título, ya estabas pensando que qué carajo tenía que ver, ¿verdad?) amplificado por los massmedia de los cojones, un carajote de libro cuya despejada frente se ve, a modo de brillante luminaria, desde cualquier rincón de internet y del mundo; incluso desde aquí, su apéndice.
En cádi no estamos preparados para soportar tamaña gilipollez (y mira que aquí también tenemos la ratio de gilipollas/m2 correspondiente). Somo aún inocentes en el mirar "der lejo". Este tío nos mancilla (qué buen café).
Un palo detrás de otro, no estamos preparados, la realidad supera la ficción, la visión del mundo debería tener dos rombos. Casi prefiero lo de antes, mirar el mundo desde una azotea con los medios del XVIII. Ojos que no ven corazón que no siente.
http://www.youtube.com/watch?v=bNh8dIpi_9M&feature=player_embedded#!
14 de noviembre de 2010
10 de noviembre de 2010
Él nunca lo haría
- ¿ónde va con el telefunken, manolo?
- Ar carajo, yastoy jarto…
- ¡Haces bien!, ¡lo mismo deberíamos hacer todos!, ¡la televisión basura a la basura!, ¡ya está bien de tanto lavao de cerebro!, ¡ya está bien de tanto aleccionamiento y alienamiento teledirigido!, ¡acabemos con la indiferencia narcótica!, ¡no a la manipulación mediática!, ¡basta de hipnosis colectiva!, ¡acabemos con la embriaguez hertziana!...
- Aro, aro… ¿mayuda a corgá el plasma nuevo cojone?... no vaya a sé que empiece el “sárvame” y estemo nosotros asquí con los trabalengua…
- Ar carajo, yastoy jarto…
- ¡Haces bien!, ¡lo mismo deberíamos hacer todos!, ¡la televisión basura a la basura!, ¡ya está bien de tanto lavao de cerebro!, ¡ya está bien de tanto aleccionamiento y alienamiento teledirigido!, ¡acabemos con la indiferencia narcótica!, ¡no a la manipulación mediática!, ¡basta de hipnosis colectiva!, ¡acabemos con la embriaguez hertziana!...
- Aro, aro… ¿mayuda a corgá el plasma nuevo cojone?... no vaya a sé que empiece el “sárvame” y estemo nosotros asquí con los trabalengua…
5 de noviembre de 2010
Las puertas del infierno
Dicen que Auguste Rodin ideó "el pensador" para presidir "las puertas del infierno". Ahora, después de dar muchas vueltas, la obra social de la caixa va y lo planta en Cádi.
Hay quien piensa, nunca mejor dicho, que ahora por fin está en su sitio. Y así debe ser, porque la caixa es un banco y los bancos saben muchísimo de infiernos. Y si no que le pregunten al otro pensador de la foto al que los bancos no sólo han dejado a las puertas del averno sino que encima le han obligado a cruzarlas haciéndole la competencia con el original.
-¿Y tú?, ¿en qué piensas?... dijo el original a la copia.
- En que te pareces a mi novia con esas preguntas, contestó la copia.
- tu puta madre, humano de los cojones
- la tuya, bronce mohoso, ajolá te se cague ese palomo en lo arto...
Hay quien piensa, nunca mejor dicho, que ahora por fin está en su sitio. Y así debe ser, porque la caixa es un banco y los bancos saben muchísimo de infiernos. Y si no que le pregunten al otro pensador de la foto al que los bancos no sólo han dejado a las puertas del averno sino que encima le han obligado a cruzarlas haciéndole la competencia con el original.
-¿Y tú?, ¿en qué piensas?... dijo el original a la copia.
- En que te pareces a mi novia con esas preguntas, contestó la copia.
- tu puta madre, humano de los cojones
- la tuya, bronce mohoso, ajolá te se cague ese palomo en lo arto...
3 de noviembre de 2010
Hispania y la caída de la jarra romana.
Aquí estoy en el intermedio de Hispania, la serie esa de antena 3 en la que los íberos y los romanos hablan con acento de lavapiés o carabanchel alto y el campamento romano la hecho el hijo chico del director con el fotoshóp pirateao, esperando como loco que se le derrame en lo alto a la ana de armas la jarra de agua de este capítulo. De momento ya ha salío con el vestidito de raso superescotao llenando una jarra para el pretor, lo que pasa es que justo cuando la ha llenao los de antena 3 han metío el intermedio. Fijo que dentro de un cuarto de hora, cuando acabe el intermedio, la piva tropieza, se le cae la jarra en lo alto y el índice de audiencia tiene una subidón del carajo (nunca mejor dicho). Así cualquiera le gana a "mapa sonoro" de la 2.
En la foto, el jarrazo del capítulo 1.
27 de octubre de 2010
La copa del meao
¡Hemos ganao!, ¡la copa del meao!, ¡y el que la perdío!, ¡se laa bebío!... qué bonita copla... qué tiempos aquellos en los que uno deseaba ganar no para alcanzar la gloria y cantar el himno sino para humillar al contrario... así son los niños; muy cabrones...
En fin, la copla me vino a la cabeza al pasar la otra noche ante la casa del sánchez rivas, el eterno capitán de 6º A. El superatleta perfecto creado a partir de la excelente genética trasmitida por los cabrones de sus padres, la monacal disciplina impuesta por su puñetera abuela paterna y la ambición competitiva inyectada por el hijoputa de su abuelo materno. El encuentro de todas estas variables había hecho del sánchez rivas una perfecta máquina de matar y de ganar desde los 7 años; que yo recuerde. Quizás desde antes, pero a mi curso llegó en segundo de egebé(1). Y ya tenía más barba que el maestro de lengua.
Venía de ganarlo todo en 1º de La salle. Cuando con 7 primaveras entró por primera vez en el patio de los salesianos ya era una leyenda. Llevaba la competición en la sangre. Aquél día, nada más cruzar la puerta y ante la atónita mirada de medio colegio, pulverizó la anterior marca de "darle vueltas a la valla del patio colgado boca abajo" (modalidad parecida a las paralelas) estableciendo un nuevo y estratosférico récord: 27 vueltas. Por suerte para él, la estupefacta y casual presencia de Don Julián, el pelogüevo, permitió certificar el récor.
Por aquella época, finales de los 70, ya decía que sus referencias eran "Torpedo Müller" y "Bekenbauer, el Kaiser". No te digo ná el cabrón del niño. Como pa encontrártelo de frente en el borde del área yendo tú a 30 km/h. en carrera lanzada detrás de la pelota y con los cordones de los tórtola(2) desatao como un carajote...
Lo ganaba tó fuera el deporte que fuera. Sabía jugar a tó y de tó conocía las reglas. En cambio yo, que rondo los 40 y que he visto a nadal, moyá (el acento mejor puesto del mundo que convierte el apellido en aguda porque si no sería "grave"), bruguera, berasategui, arancha, ferrero y otros tantos ganarlo todo, aún hoy, cuando escucho al comentarista decir "nadal ha roto el servicio", pienso: no mextraña, como sestuviera meando y haya levantao la tapa del vate con el brazo ese que tiene...
Pero el sánchez rivas sí conocía el reglamento del tenis a pesar de su corta edad y de que los únicos éxitos patrios conocidos eran noticias del nodo en blanco y negro que costaban más trabajo de creer que lo de que el hombre llegara a la luna. Sobre tó viendo la cara de orantes. Tenía mérito; lo de orantes no, bueno también, pero me refiero al sánchez rivas, el eterno capitán de 6º A. Porque había que haber nacido con algo muy especial para dominar todos los deportes y sus reglamentos cuando en el colegio, bajo la escueta denominación de "gimnasia", lo único que se hacía era jugar al fútbol mientras el profesor se fumaba un ducado.
Su leyenda terminó de forjarse durante 2º, 3º, 4º y 5º de egebé, pero fue en 6º cuando a sus galones de capitán se añadió el adjetivo "eterno". Repitió 3 veces.
Durante esos años reinó absolutamente ganándolo todo tanto en clase como en los recreos. Humilló a cientos de niños y familiares a los que cantaba, con una voz grave y llena de gallos fruto de sus cambios hormonales, la mencionada copla de "la copa del meao". Esa que termina diciendo "y el que la perdío, se laa bebío".
Yo no sé cuántas copas llenas de meao pude beberme, probablemente perdí la cuenta embriagado por los efluvios oriniles (que nada tenían de oníricos). Pero cuando al pasar la otra noche bajo la casa de sus padres (con los que aún vivía) ví todas aquellas copas en cuyas placas siempre aparecía la misma inscripción: "Campeon: 6º A", no lo pude evitar y me meé en todas desde la más grande a la más pequeña. Como en esas exhibiciones con copas de champán en las que se vierte la bebida en las copas más altas de una torre y va poco a poco trasvasándose al resto hasta llenarlas todas. Po iguá pero con meao. Por cabrón.
Pero cuando llegué a la última, la más pequeña, correspondiente a su primer triunfo en 2ºA con apenas 7 años, se me encogió el corazón y la meada. Aquél Bekenbauer de 7 abriles, gracias a cuyas cualidades físicas muchos nos habíamos visto obligados a superarnos, con el tiempo y las derrotas extradeportivas había cambiado las copas del meao por las de fraianyélico. Nadie supo encauzar sus potenciales a tiempo, nunca llegó a séptimo y acabó, frustrado, bebiéndose todas las copas fueran de lo que fueran.
Por suerte hoy la gimnasia se llama educación física y los profesores, sean de gimnasia o no, no pueden fumar ducados en el patio. Los deportistas españoles lo ganan todo y gracias a la tele y al calvo de la sexta los niños son capaces hasta de desmontar y montar un fórmula uno como si fuera un cetme(3). Creo que tampoco se puede repetir 3 veces el mismo curso y desconozco si los niños siguen cantando la famosa copla. Eso sí, por lo que cuentan, a pesar de estas mejoras hay más peligro de que acaben frustraos y enganchaos al fraianyélico ahora que en la época del sánchez rivas. ¡¡¡Con lo bueno que está el meao!!!...
(1). Egebé: Denominación que recibió la enseñanza obligatoria antes del liaso que trajo la logse. Ej.: -manolo, ¿tu hijo en qué curso está?... - en tercero. - ¿tercero de primaria o de eso?... - de eso o de lo otro, yo que sé, entre la eso y los euro ya mestán tocando los cojones con tanto cambio... Coloquialmente: er colegio, la infancia. Ej.: "ese estuvo conmigo tó la egebé". Mínimo oficial para abandonar el mar de la ignorancia. Ej.: "- Ese concejal no tiene ni la egebé - qué más da, si es el de cultura...".
(2). Tórtola: Tenis chungo. Convers españolas de loneta color "azul mono de astilleros" con puntera blanca de goma de poca densidad incapaz de proteger las uñas de los deos gordos y suela ultrafina y no transpirable del mismo material causante de olores insoportables. Calzado avergonzante que usó y marcó a toda una generación.
(3). Cetme: Fusil oficial de asalto del ejército español cuando se hacía la mili, más mortífero por sus culatazos que por su capacidad de disparo. Símbolo patrio junto con la cabra de la legión. Vulgarmente y por extensión: escopeta. Fusiles que se sacan pal desfile del puente de octubre.
En fin, la copla me vino a la cabeza al pasar la otra noche ante la casa del sánchez rivas, el eterno capitán de 6º A. El superatleta perfecto creado a partir de la excelente genética trasmitida por los cabrones de sus padres, la monacal disciplina impuesta por su puñetera abuela paterna y la ambición competitiva inyectada por el hijoputa de su abuelo materno. El encuentro de todas estas variables había hecho del sánchez rivas una perfecta máquina de matar y de ganar desde los 7 años; que yo recuerde. Quizás desde antes, pero a mi curso llegó en segundo de egebé(1). Y ya tenía más barba que el maestro de lengua.
Venía de ganarlo todo en 1º de La salle. Cuando con 7 primaveras entró por primera vez en el patio de los salesianos ya era una leyenda. Llevaba la competición en la sangre. Aquél día, nada más cruzar la puerta y ante la atónita mirada de medio colegio, pulverizó la anterior marca de "darle vueltas a la valla del patio colgado boca abajo" (modalidad parecida a las paralelas) estableciendo un nuevo y estratosférico récord: 27 vueltas. Por suerte para él, la estupefacta y casual presencia de Don Julián, el pelogüevo, permitió certificar el récor.
Por aquella época, finales de los 70, ya decía que sus referencias eran "Torpedo Müller" y "Bekenbauer, el Kaiser". No te digo ná el cabrón del niño. Como pa encontrártelo de frente en el borde del área yendo tú a 30 km/h. en carrera lanzada detrás de la pelota y con los cordones de los tórtola(2) desatao como un carajote...
Lo ganaba tó fuera el deporte que fuera. Sabía jugar a tó y de tó conocía las reglas. En cambio yo, que rondo los 40 y que he visto a nadal, moyá (el acento mejor puesto del mundo que convierte el apellido en aguda porque si no sería "grave"), bruguera, berasategui, arancha, ferrero y otros tantos ganarlo todo, aún hoy, cuando escucho al comentarista decir "nadal ha roto el servicio", pienso: no mextraña, como sestuviera meando y haya levantao la tapa del vate con el brazo ese que tiene...
Pero el sánchez rivas sí conocía el reglamento del tenis a pesar de su corta edad y de que los únicos éxitos patrios conocidos eran noticias del nodo en blanco y negro que costaban más trabajo de creer que lo de que el hombre llegara a la luna. Sobre tó viendo la cara de orantes. Tenía mérito; lo de orantes no, bueno también, pero me refiero al sánchez rivas, el eterno capitán de 6º A. Porque había que haber nacido con algo muy especial para dominar todos los deportes y sus reglamentos cuando en el colegio, bajo la escueta denominación de "gimnasia", lo único que se hacía era jugar al fútbol mientras el profesor se fumaba un ducado.
Su leyenda terminó de forjarse durante 2º, 3º, 4º y 5º de egebé, pero fue en 6º cuando a sus galones de capitán se añadió el adjetivo "eterno". Repitió 3 veces.
Durante esos años reinó absolutamente ganándolo todo tanto en clase como en los recreos. Humilló a cientos de niños y familiares a los que cantaba, con una voz grave y llena de gallos fruto de sus cambios hormonales, la mencionada copla de "la copa del meao". Esa que termina diciendo "y el que la perdío, se laa bebío".
Yo no sé cuántas copas llenas de meao pude beberme, probablemente perdí la cuenta embriagado por los efluvios oriniles (que nada tenían de oníricos). Pero cuando al pasar la otra noche bajo la casa de sus padres (con los que aún vivía) ví todas aquellas copas en cuyas placas siempre aparecía la misma inscripción: "Campeon: 6º A", no lo pude evitar y me meé en todas desde la más grande a la más pequeña. Como en esas exhibiciones con copas de champán en las que se vierte la bebida en las copas más altas de una torre y va poco a poco trasvasándose al resto hasta llenarlas todas. Po iguá pero con meao. Por cabrón.
Pero cuando llegué a la última, la más pequeña, correspondiente a su primer triunfo en 2ºA con apenas 7 años, se me encogió el corazón y la meada. Aquél Bekenbauer de 7 abriles, gracias a cuyas cualidades físicas muchos nos habíamos visto obligados a superarnos, con el tiempo y las derrotas extradeportivas había cambiado las copas del meao por las de fraianyélico. Nadie supo encauzar sus potenciales a tiempo, nunca llegó a séptimo y acabó, frustrado, bebiéndose todas las copas fueran de lo que fueran.
Por suerte hoy la gimnasia se llama educación física y los profesores, sean de gimnasia o no, no pueden fumar ducados en el patio. Los deportistas españoles lo ganan todo y gracias a la tele y al calvo de la sexta los niños son capaces hasta de desmontar y montar un fórmula uno como si fuera un cetme(3). Creo que tampoco se puede repetir 3 veces el mismo curso y desconozco si los niños siguen cantando la famosa copla. Eso sí, por lo que cuentan, a pesar de estas mejoras hay más peligro de que acaben frustraos y enganchaos al fraianyélico ahora que en la época del sánchez rivas. ¡¡¡Con lo bueno que está el meao!!!...
(1). Egebé: Denominación que recibió la enseñanza obligatoria antes del liaso que trajo la logse. Ej.: -manolo, ¿tu hijo en qué curso está?... - en tercero. - ¿tercero de primaria o de eso?... - de eso o de lo otro, yo que sé, entre la eso y los euro ya mestán tocando los cojones con tanto cambio... Coloquialmente: er colegio, la infancia. Ej.: "ese estuvo conmigo tó la egebé". Mínimo oficial para abandonar el mar de la ignorancia. Ej.: "- Ese concejal no tiene ni la egebé - qué más da, si es el de cultura...".
(2). Tórtola: Tenis chungo. Convers españolas de loneta color "azul mono de astilleros" con puntera blanca de goma de poca densidad incapaz de proteger las uñas de los deos gordos y suela ultrafina y no transpirable del mismo material causante de olores insoportables. Calzado avergonzante que usó y marcó a toda una generación.
(3). Cetme: Fusil oficial de asalto del ejército español cuando se hacía la mili, más mortífero por sus culatazos que por su capacidad de disparo. Símbolo patrio junto con la cabra de la legión. Vulgarmente y por extensión: escopeta. Fusiles que se sacan pal desfile del puente de octubre.
11 de octubre de 2010
Marketing gaditano: Las 4 "Pés"
En el mundo del marketing existe una teoría llamada "de las 4 p" que busca hacer llegar el mensaje al consumidor a través de la utilización y combinación de cuatro variables: Producto, Precio, Promoción y distribución. Esto, en una ciudad con una tradición comercial de 3000 años, está más que asimilado. Como prueba, esta imagen en la que podemos analizar la estrategia seguida por dos comerciantes gaditanos diferentes a la hora de vender el mismo producto. Comeciantes apenas separados por 400 metros de calle que han librado una batalla comercial comparable a las de apple y microsoft, google y yahoo, o cocacola y pepsi; pero en cádi.
Ambos ofrecen aparentemente un mismo producto: unas cangrejeras o gargajillos. Pero sólo aparentemente. Mientras el comerciante de la izquierda vende producto original, las naik del mar, las clásicas cangrejeras de color carne y gomagüena, el de la derecha opta por vender una vulgar copia en gomashunga de color blanco capaz de espantar un choco a veinte metros. Ni siquiera están hechas en china; son una falsificación hecha en un polígono de algesira a la que le han puesto "made in shina" pa darle categoría.
Para paliar las pérdidas que le ocasiona esta desleal competencia shino-algesireña, el comerciante de la izquierda ha intentado "jugar a precio" rebajando las tallas pequeñas hasta cifras irrisorias e igualando, en las tallas grandes, el precio de su competidor: seis leuros. Pero la guerra de precios no es la única ni la última batalla. La madre de todas ellas se libra en la última "P": promoción.
El comerciante de la izquierda, llevado quizás por el convencimiento de saberse poseedor de un género de mayor calidad y por el corage hacia su descarado y sinescrupulado competidor, ha cometido un error imperdonable: intentar diferenciarse rebautizando un producto popular con un nombre grandilocuente: "Ben Hur". Toma ya, ahí lo llevas. Lo tuvo a huevo y lo perdió. Charton jeston en la caleta.
Si hubiera puesto en la etiqueta "El auténtico y genuino gargajillo caletero" se habría forrado. Pero no, puso "Ben hur"; dejándole el balón a huevo a la competencia chino-algesireña que no tuvo más que gaditanizar y rebajar de estatus social sus cangrejeras antichoco con un acertadísimo "Superoferta: gargajillo caletero 6 €" para acabar llevándose, nunca mejor dicho, el gato al agua.
Y es que ya lo dijo el famoso nobel de economía: "si vendes mierda, no digas que es de oro".
Ambos ofrecen aparentemente un mismo producto: unas cangrejeras o gargajillos. Pero sólo aparentemente. Mientras el comerciante de la izquierda vende producto original, las naik del mar, las clásicas cangrejeras de color carne y gomagüena, el de la derecha opta por vender una vulgar copia en gomashunga de color blanco capaz de espantar un choco a veinte metros. Ni siquiera están hechas en china; son una falsificación hecha en un polígono de algesira a la que le han puesto "made in shina" pa darle categoría.
Para paliar las pérdidas que le ocasiona esta desleal competencia shino-algesireña, el comerciante de la izquierda ha intentado "jugar a precio" rebajando las tallas pequeñas hasta cifras irrisorias e igualando, en las tallas grandes, el precio de su competidor: seis leuros. Pero la guerra de precios no es la única ni la última batalla. La madre de todas ellas se libra en la última "P": promoción.
El comerciante de la izquierda, llevado quizás por el convencimiento de saberse poseedor de un género de mayor calidad y por el corage hacia su descarado y sinescrupulado competidor, ha cometido un error imperdonable: intentar diferenciarse rebautizando un producto popular con un nombre grandilocuente: "Ben Hur". Toma ya, ahí lo llevas. Lo tuvo a huevo y lo perdió. Charton jeston en la caleta.
Si hubiera puesto en la etiqueta "El auténtico y genuino gargajillo caletero" se habría forrado. Pero no, puso "Ben hur"; dejándole el balón a huevo a la competencia chino-algesireña que no tuvo más que gaditanizar y rebajar de estatus social sus cangrejeras antichoco con un acertadísimo "Superoferta: gargajillo caletero 6 €" para acabar llevándose, nunca mejor dicho, el gato al agua.
Y es que ya lo dijo el famoso nobel de economía: "si vendes mierda, no digas que es de oro".
16 de septiembre de 2010
Ya no se puede ni descargá tranquilo...
Es lo que tiene trabajá en la carretera... que como después de jincarte un plato combinao de esos chungos en cualquier área de servicio, te tomes el típico café purgante, en cuanto llegas al garage no conoces ni a tu padre... ¡dejádlo desCAGÁ tranquilo cabrones!...
13 de septiembre de 2010
Cadiztorias: Que te coja trabajando
Por fin estoy de vuelta; he vuelto a encontrar el camino. Al principio piensas, -bah, sólo hace tres días. Luego: -otras veces he tardado más... Al undécimo día sin escribir ninguna pamplina en el blog ya te se sale er cardillo: -¿tendré una crisis creativa?... y entonces todo se complica. Llega la ansiedad.
La ansiedad es impenetrable para las musas; la inspiración no la atraviesa. Pero lo peor es que la ansiedad tiene sus propias musas que bombardean la parte creativa del cerebro desde dentro; confundiéndolo de tal forma que éste no sabe distinguir una inspiración que venga del exterior de una que lo haga del interior. Y esta última es chunga. Porque toda inspiración generada por las musas de la ansiedad te lleva ar boquete; der tirón.
Al principio te pones a ello, ya se sabe: “si llega la inspiración, que te coja trabajando”. Dejao caé ener sofá, los pies en la mesa, portáti apoyao en los güevo , nuevo documento de wor abierto, y a esperar mirando la punta del deo índice de la mano derecha como el que mira la viyuela deseando que se hunda detrás de una corvina…
00:54 - 1ª idea: ¿he dicho portáti en los güevo?... ummm… ya está, puedo hacer una historia sobre un escritor gaditano que se pasa horas esperando la inspiración con el portáti en los güevo. Se obsesiona con que no se le ocurre ná y con lo de que la inspiración “te coja trabajando” y se pasa el día intentándolo. No come, no duerme, no se lava… Un día sus vecinos escuchan un desgarrador grito y llaman a la policía. Cuando el escritor despierta está en el hospital a punto de expicharla a resultas de una gravísima quemadura en el anverso1 de la picha, (por eso lo de ex - PICHArla). La quemadura se parece a las que le hacen al ganao pa marcarlo. Es como una inscripción, pero asombrosamente está en inglés y francés. El médico, una especie de jaus a lo sieso gaditano, le dice con tor malage:
-cusha, tú ar cádi no lo va ve má.
A lo que el escritor, balbuceando, responde: -¿tendré que guardar reposo durante to la temporada doctor?, ¿no podré í ni ar finá de liga?...
Nuevamente el médico toma la palabra: - no cojone, que no-lo-va-vé-má, ¿lo coge?, que más vale que venda el carné o me lo regale, que tú no llega ni al próximo partío. Que te quean 30 segundos de vida. ¿Tienes algún último deseo picharoja?...
-…uuuaaaa... (llantos del escritor)
- 28, 27, 26…¿te va a poné a llorá ahora maricona?... 23, 22…¡que se tacaba er tiempo llorona!, ¡el último deseo!, ¡que te va salí ya mismo el gameover!...
- ¡vale!... snif... snif…¿habla inglés doctor?...
–el inglé es de maricona, en mis tiempo se estudiaba francés. Dix-sept, seize, quinze… (17, 16, 15…)
-¿me puede leer, con perdón, la picha?
– mientras no tenga que aguantarte “el libro”… a vé: “Atención: la base del portáti puede calentarse. Evite el contacto prolongado con la piel para prevenir los riesgos de quemaduras”. 3, 2…
- ¡Toshiba cabr…
-piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii… Game over.
FIN
¡Joder!, vaya historia triste y chunga, ar boquete der tirón… está claro que es producto de la ansiedad, cuya falsa inspiración me ha hecho proyectar mis miedos y angustias creativas. El escritor era yo… y su picha la mía… ¡coño que me la quemo!... ¡los muerto der Toshiba!... Portáti a la mesa del salón y a echá la caña otra vé… que me coja trabajando…
02:27 - 2ª idea: …ummm… ya está, la historia de un poeta desesperado a causa de la crisis… bueno, de unos poetas desesperados más bien, que no sólo han superado el umbral de la pobreza sino que se pegaron con el bastidó de lo rápido que pasaron por debajo. Están fatal pero son honrados, así que para evitar tener que reventar cabinas, máquinas de condones y carritos del carrefú o mangar relojes, móviles y ordenadores de la Junta a los niño en las puerta de los colegio, deciden no descartar ninguna posibilidad para salir de su situación honradamente. Como buenos poetas son idealistas y carajotes fisti-fisti. Se unen y crean un club. Como el de los poetas muertos pero terminando el título: “Club de los poetas muertos, de hambre.”En la primera reunión hacen un brain storming con un único tema: “formas de salir honradamente de nuestra situación”. Tras dos horas de reunión, lo que debería haber sido una tormenta, no llega ni a chirimiri; se queda más bien en escupitajo mal tirao. Tan sólo hay una propuesta para salir del pozo de forma honrada sin hacer daño a nadie ni a costa de los bienes ajenos: comprar un décimo de lotería y atraer la suerte buscando inmediatamente una mierda para pisarla. No me extraña que haya tanto corrupto y delincuente.
Cuando el proponente lanzó la idea en la reunión, todos pensaron que era, nunca mejor dicho, una mierda de idea. Pero es lo que tiene el brain storming, que las ideas no pueden ser rechazadas ni discutidas en el momento de ser propuestas. Se espera al final y entonces se discuten. Pero en este caso no había nada que discutir: sólo una propuesta; y un acuerdo previo e inquebrantable: no descartar ninguna posibilidad para salir de su situación honradamente.
Como juntando todo el dinero que tenían sólo les daba para comprar un décimo, decidieron que una vez adquirido se irían todos juntos al principio de alguna de estas calles en las que hay una mierda cada 20 metros. Formaron al principio de la calle como si fueran a correr “los 3000 obstáculos” pero con la diferencia de que en esta carrera los obstáculos no había que saltarlos sino pisarlos. Darían la salida y el primero que pisara una mierda se quedaba con el décimo; y con la suerte. La salida la dieron con un poema para auto-reivindicarse ante la gente que los miraba pensando: -¿Quiénes son los carajote esto?... (pregunta que podría ser un buen título para el poema).
¡Preparados!, para buscarla
¡Listos!, para encontrarla
echada os aguarda, ¡ya!...
La estrambótica salida provocó más de un comentario de texto entre los biandantes2 que parasitaban la escena: - ¿a qué se refieren?, ¿a la suerte o a la mierda?... - ¿acaso no son las dos caras de un mismo final?... –vete al carajo cabesa. –y tú con las gafa. –esta gente son carajote… - hay que vé en lo que se gasta er dinero el ayuntamiento, ¿eh?... despué no habrá dinero pa la erisada con la mierda der teatro este ome… -el largo de la napia salía con er juan caslo… -po ya me la dicho tó…
Cuando el largo de la napia divisó, a escasos 30 metros de la salida, lo que su pluma hubiera descrito como “la marrón cordillera de la suerte”, sintió que su corazón bombeaba gasoil del caro. Por primera vez entendió su cuerpo. Su desgarbada zancada escondía la potencia del guepardo y su aguileña y enorme napia el secreto de la aerodinámica.
Pisar una mierda no es fácil. Me refiero al acto consciente de querer pisarla. No deja de ser una materia viscosa. Pisarla a casi 40 km/h es aún más complicado; y peligroso. Cuando el largo de la napia posó su pie derecho sobre ella no pensó en las leyes de la física, pero la inercia lo hizo patinar y salir despedido volviendo a mostrarse desgarbado por un segundo. El tiempo que tardó en pegarse contra una papelera de esas antivandálicas que en este caso fue antipoéticas. Otra de las leyes de la física, la gravedad, hizo caer el décimo sobre él. No tocó, pero no hizo falta. El largo de la napia, tal y como se había comprometido con el “Club de los poetas muertos de hambre”, había salido de la situación honradamente. Para siempre.
La vida, sin suerte, es una mierda.
FIN
¡Joder!, mucho peor que la de antes, esta es que ya acaba en el boquete directamente. ¿Qué me pasa?, ¿sólo me oigo a mí mismo y a mi ansiedad?, ¿ya no hay cobertura para las musas donde yo vivo?, ¿son de oranch?... ¿tengo que instalarme un tdt en el cerebro?... sí, eso es, se trata de recepción, es un problema de recepción de la señal. Debo centrarme en las musas externas, en la inspiración que viene de fuera. Me acomodo en la butaca junto al balcón y pongo el portátil en la mesita esa que me compré en el teletienda, la que cabía en cualquier lao y desde que la tengo no ha dejao de dá er coñaso en el salón, esa. Creo que es la tercera vez que la uso. Lo intento. Hace levante en calma, mucho calor. Abro el balcón. Son las 03:20 de la mañana. Ahora las 03:46. Ahora las 04:12. La viyuela no se hunde en el teclao. Intento afinar mis sentidos pues sé que eso, para la inspiración, es como abrir las puertas de la casa: miro escudriñando la noche y no veo nada, huelo y saboreo su humedad, palpo la suave brisa. Nada. El oído me cuesta más abrirlo pues temo a las escuters. Siempre son molestas pero si encima te cogen desprevenido con los oídos amplificados vas listo. Bueno, voy a por todas, abro los oídos: una radio lejana, un molinillo para espantar palomas desengrasado con las primeras rachas de levante… ihihihihih… nada. 04:23. De repente un murmullo ilocalizable. ¿Qué será?, son las cuatro y media de la mañana. El murmullo aumenta pero sigue siendo sólo un murmullo, está como encerrado. Aquí viene. La imaginación se desata creando respuestas. La viyuela tintinea. El murmullo va a estallar. La corvina abre la boca. De repente se escucha el girar antiguo de un cierre de ventana que abre las dos hojas de par en par, hasta pegar con la fachada, liberando al murmullo que, transformado ya en grito, rompe el trasnochador silencio para decir: -¡¿tu qué quiere un lavavajilla?!... ¡¡¡po no te lo gaste tó en coca, chocho!!!...
Tras la tempestad, la calma. Silencio. Sólo el molinillo lo rompe: ihihihihihi…
Esta inspiración viene del exterior, no hay duda. Pero es igual o más chunga. Porque es real. Y porque no es original. Algo así debió inspirar a “El último de la fila” para escribir aquella canción: “Cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana”. Paso de contar lo mismo. Aunque por otro lado, la historia es buena como para no contarla y llevo to la noche en vela. Bueno, la contaré de otra forma y le pondré otro título. Aquí está. “Que te coja trabajando”.
05:37, Qué descanso...
FIN
Notas:
1. Anverso de la picha: La parte que pliega hacia el ombligo.
2. Biandantes: que andan dos veces. Dícese de los típico aburrío de cádi que cuando ven algo que les llama la atención (una puerta de un garaje abierta, una discusión callejera, un guardia multando, una azafata montando un stand de ron pa repartí gorras o algo gratis, etc.) hacen dos pasadas para curiosear: la 1ª suavizando el paso y girando la cabeza descaradamente hacia el objetivo. La 2ª, tras un titubeante giro en el que han tenido tiempo de inventar una excusa , para volver sobre sus pasos y detenerse descaradamente sin ningún tipo de pudor, reparo, timidez o nada que se le parezca.
La ansiedad es impenetrable para las musas; la inspiración no la atraviesa. Pero lo peor es que la ansiedad tiene sus propias musas que bombardean la parte creativa del cerebro desde dentro; confundiéndolo de tal forma que éste no sabe distinguir una inspiración que venga del exterior de una que lo haga del interior. Y esta última es chunga. Porque toda inspiración generada por las musas de la ansiedad te lleva ar boquete; der tirón.
Al principio te pones a ello, ya se sabe: “si llega la inspiración, que te coja trabajando”. Dejao caé ener sofá, los pies en la mesa, portáti apoyao en los güevo , nuevo documento de wor abierto, y a esperar mirando la punta del deo índice de la mano derecha como el que mira la viyuela deseando que se hunda detrás de una corvina…
00:54 - 1ª idea: ¿he dicho portáti en los güevo?... ummm… ya está, puedo hacer una historia sobre un escritor gaditano que se pasa horas esperando la inspiración con el portáti en los güevo. Se obsesiona con que no se le ocurre ná y con lo de que la inspiración “te coja trabajando” y se pasa el día intentándolo. No come, no duerme, no se lava… Un día sus vecinos escuchan un desgarrador grito y llaman a la policía. Cuando el escritor despierta está en el hospital a punto de expicharla a resultas de una gravísima quemadura en el anverso1 de la picha, (por eso lo de ex - PICHArla). La quemadura se parece a las que le hacen al ganao pa marcarlo. Es como una inscripción, pero asombrosamente está en inglés y francés. El médico, una especie de jaus a lo sieso gaditano, le dice con tor malage:
-cusha, tú ar cádi no lo va ve má.
A lo que el escritor, balbuceando, responde: -¿tendré que guardar reposo durante to la temporada doctor?, ¿no podré í ni ar finá de liga?...
Nuevamente el médico toma la palabra: - no cojone, que no-lo-va-vé-má, ¿lo coge?, que más vale que venda el carné o me lo regale, que tú no llega ni al próximo partío. Que te quean 30 segundos de vida. ¿Tienes algún último deseo picharoja?...
-…uuuaaaa... (llantos del escritor)
- 28, 27, 26…¿te va a poné a llorá ahora maricona?... 23, 22…¡que se tacaba er tiempo llorona!, ¡el último deseo!, ¡que te va salí ya mismo el gameover!...
- ¡vale!... snif... snif…¿habla inglés doctor?...
–el inglé es de maricona, en mis tiempo se estudiaba francés. Dix-sept, seize, quinze… (17, 16, 15…)
-¿me puede leer, con perdón, la picha?
– mientras no tenga que aguantarte “el libro”… a vé: “Atención: la base del portáti puede calentarse. Evite el contacto prolongado con la piel para prevenir los riesgos de quemaduras”. 3, 2…
- ¡Toshiba cabr…
-piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii… Game over.
FIN
¡Joder!, vaya historia triste y chunga, ar boquete der tirón… está claro que es producto de la ansiedad, cuya falsa inspiración me ha hecho proyectar mis miedos y angustias creativas. El escritor era yo… y su picha la mía… ¡coño que me la quemo!... ¡los muerto der Toshiba!... Portáti a la mesa del salón y a echá la caña otra vé… que me coja trabajando…
02:27 - 2ª idea: …ummm… ya está, la historia de un poeta desesperado a causa de la crisis… bueno, de unos poetas desesperados más bien, que no sólo han superado el umbral de la pobreza sino que se pegaron con el bastidó de lo rápido que pasaron por debajo. Están fatal pero son honrados, así que para evitar tener que reventar cabinas, máquinas de condones y carritos del carrefú o mangar relojes, móviles y ordenadores de la Junta a los niño en las puerta de los colegio, deciden no descartar ninguna posibilidad para salir de su situación honradamente. Como buenos poetas son idealistas y carajotes fisti-fisti. Se unen y crean un club. Como el de los poetas muertos pero terminando el título: “Club de los poetas muertos, de hambre.”En la primera reunión hacen un brain storming con un único tema: “formas de salir honradamente de nuestra situación”. Tras dos horas de reunión, lo que debería haber sido una tormenta, no llega ni a chirimiri; se queda más bien en escupitajo mal tirao. Tan sólo hay una propuesta para salir del pozo de forma honrada sin hacer daño a nadie ni a costa de los bienes ajenos: comprar un décimo de lotería y atraer la suerte buscando inmediatamente una mierda para pisarla. No me extraña que haya tanto corrupto y delincuente.
Cuando el proponente lanzó la idea en la reunión, todos pensaron que era, nunca mejor dicho, una mierda de idea. Pero es lo que tiene el brain storming, que las ideas no pueden ser rechazadas ni discutidas en el momento de ser propuestas. Se espera al final y entonces se discuten. Pero en este caso no había nada que discutir: sólo una propuesta; y un acuerdo previo e inquebrantable: no descartar ninguna posibilidad para salir de su situación honradamente.
Como juntando todo el dinero que tenían sólo les daba para comprar un décimo, decidieron que una vez adquirido se irían todos juntos al principio de alguna de estas calles en las que hay una mierda cada 20 metros. Formaron al principio de la calle como si fueran a correr “los 3000 obstáculos” pero con la diferencia de que en esta carrera los obstáculos no había que saltarlos sino pisarlos. Darían la salida y el primero que pisara una mierda se quedaba con el décimo; y con la suerte. La salida la dieron con un poema para auto-reivindicarse ante la gente que los miraba pensando: -¿Quiénes son los carajote esto?... (pregunta que podría ser un buen título para el poema).
¡Preparados!, para buscarla
¡Listos!, para encontrarla
echada os aguarda, ¡ya!...
La estrambótica salida provocó más de un comentario de texto entre los biandantes2 que parasitaban la escena: - ¿a qué se refieren?, ¿a la suerte o a la mierda?... - ¿acaso no son las dos caras de un mismo final?... –vete al carajo cabesa. –y tú con las gafa. –esta gente son carajote… - hay que vé en lo que se gasta er dinero el ayuntamiento, ¿eh?... despué no habrá dinero pa la erisada con la mierda der teatro este ome… -el largo de la napia salía con er juan caslo… -po ya me la dicho tó…
Cuando el largo de la napia divisó, a escasos 30 metros de la salida, lo que su pluma hubiera descrito como “la marrón cordillera de la suerte”, sintió que su corazón bombeaba gasoil del caro. Por primera vez entendió su cuerpo. Su desgarbada zancada escondía la potencia del guepardo y su aguileña y enorme napia el secreto de la aerodinámica.
Pisar una mierda no es fácil. Me refiero al acto consciente de querer pisarla. No deja de ser una materia viscosa. Pisarla a casi 40 km/h es aún más complicado; y peligroso. Cuando el largo de la napia posó su pie derecho sobre ella no pensó en las leyes de la física, pero la inercia lo hizo patinar y salir despedido volviendo a mostrarse desgarbado por un segundo. El tiempo que tardó en pegarse contra una papelera de esas antivandálicas que en este caso fue antipoéticas. Otra de las leyes de la física, la gravedad, hizo caer el décimo sobre él. No tocó, pero no hizo falta. El largo de la napia, tal y como se había comprometido con el “Club de los poetas muertos de hambre”, había salido de la situación honradamente. Para siempre.
La vida, sin suerte, es una mierda.
FIN
¡Joder!, mucho peor que la de antes, esta es que ya acaba en el boquete directamente. ¿Qué me pasa?, ¿sólo me oigo a mí mismo y a mi ansiedad?, ¿ya no hay cobertura para las musas donde yo vivo?, ¿son de oranch?... ¿tengo que instalarme un tdt en el cerebro?... sí, eso es, se trata de recepción, es un problema de recepción de la señal. Debo centrarme en las musas externas, en la inspiración que viene de fuera. Me acomodo en la butaca junto al balcón y pongo el portátil en la mesita esa que me compré en el teletienda, la que cabía en cualquier lao y desde que la tengo no ha dejao de dá er coñaso en el salón, esa. Creo que es la tercera vez que la uso. Lo intento. Hace levante en calma, mucho calor. Abro el balcón. Son las 03:20 de la mañana. Ahora las 03:46. Ahora las 04:12. La viyuela no se hunde en el teclao. Intento afinar mis sentidos pues sé que eso, para la inspiración, es como abrir las puertas de la casa: miro escudriñando la noche y no veo nada, huelo y saboreo su humedad, palpo la suave brisa. Nada. El oído me cuesta más abrirlo pues temo a las escuters. Siempre son molestas pero si encima te cogen desprevenido con los oídos amplificados vas listo. Bueno, voy a por todas, abro los oídos: una radio lejana, un molinillo para espantar palomas desengrasado con las primeras rachas de levante… ihihihihih… nada. 04:23. De repente un murmullo ilocalizable. ¿Qué será?, son las cuatro y media de la mañana. El murmullo aumenta pero sigue siendo sólo un murmullo, está como encerrado. Aquí viene. La imaginación se desata creando respuestas. La viyuela tintinea. El murmullo va a estallar. La corvina abre la boca. De repente se escucha el girar antiguo de un cierre de ventana que abre las dos hojas de par en par, hasta pegar con la fachada, liberando al murmullo que, transformado ya en grito, rompe el trasnochador silencio para decir: -¡¿tu qué quiere un lavavajilla?!... ¡¡¡po no te lo gaste tó en coca, chocho!!!...
Tras la tempestad, la calma. Silencio. Sólo el molinillo lo rompe: ihihihihihi…
Esta inspiración viene del exterior, no hay duda. Pero es igual o más chunga. Porque es real. Y porque no es original. Algo así debió inspirar a “El último de la fila” para escribir aquella canción: “Cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana”. Paso de contar lo mismo. Aunque por otro lado, la historia es buena como para no contarla y llevo to la noche en vela. Bueno, la contaré de otra forma y le pondré otro título. Aquí está. “Que te coja trabajando”.
05:37, Qué descanso...
FIN
Notas:
1. Anverso de la picha: La parte que pliega hacia el ombligo.
2. Biandantes: que andan dos veces. Dícese de los típico aburrío de cádi que cuando ven algo que les llama la atención (una puerta de un garaje abierta, una discusión callejera, un guardia multando, una azafata montando un stand de ron pa repartí gorras o algo gratis, etc.) hacen dos pasadas para curiosear: la 1ª suavizando el paso y girando la cabeza descaradamente hacia el objetivo. La 2ª, tras un titubeante giro en el que han tenido tiempo de inventar una excusa , para volver sobre sus pasos y detenerse descaradamente sin ningún tipo de pudor, reparo, timidez o nada que se le parezca.
20 de agosto de 2010
Cadiztorias: "¿Si o qué?"
Nota preliminar
El 8 de noviembre colgué la 1ª parte de este relato. Ahora lo cuelgo completo por si alguien se quedó intrigao. Advertencia: es largo de cojones.
¿Si o qué?
No soporto las muletillas; ya sabéis, esas frases o expresiones que de pronto se ponen de moda y se repiten hasta la saciedad. Me dan mucho coraje. Especialmente cuando están en plena etapa de expansión. Una de las que menos soporto es la de decir “entre comillas” haciendo el gesto con los dedos en el aire y poniendo cara de gilipollas; no lo soporto; es superior a mí. Si tuviera poderes y pudiera viajar en el tiempo, me dedicaría a averiguar quién es el primero que se las inventa y por ejemplo, en el caso del “entre comillas”, cortarle los dedos a la “altura de los hombros” (entre comillas, claro).
Las peores son las propagadas por la tele. Por ejemplo la de “pues va a ser que no”. Normalmente al principio tienen gracia, pero poco a poco la van perdiendo y acaban saturándote. Lo peor llega cuando te la meten doblá con la frasecita. Te cogen con la guardia baja y es cuando más te jode. Por ejemplo: vienes de Sevilla en pleno agosto a 50 grados y sin aire acondicionado en el coche, te sales de la autopista para entrar en un área de servicio y comprar una botellita de agua fría y cuando le dices al dependiente: -¿me da una botella de agua muy fría?, éste te contesta sonriendo -pues va ser que no… ¿No es pa matarlo?, te la mete hasta el fondo, te coge desprevenido. Además, contestar así implica mala leche y chulería, porque no es que te diga -lo siento, no me queda. No, te dice -va a ser que no, que puede significar -no me sale de los cojones darte agua, pringao. Luego, cuando vuelves a la autopista y ves la señal que dice que la siguiente área de servicio está a 70 km. te cagas en los muertos de Fernando Tejero, en los del señor Cuesta y en los de to la comunidad de vecinos de “Aquí no hay quien viva” (de hecho, estoy convencido de que a Jose Luis Moreno le partieron la cara porque él era el productor de la serie donde pusieron de moda la frasecita). Pero podría haber sido mucho peor, podría haberse dado el peor de los casos. El dependiente podría haberte dicho "pues va a ser que no", haciendo el gesto de las comillas y metiéndotela hasta el fondo doblemente…
Ahora hay una que está muy de moda que se está extendiendo a saco, y que es por la que verdaderamente odio las muletillas. La de “o ¿qué?”... ¿la habéis escuchao?... ¿si o qué?... Pues uno de esos días que te da el bajón, que no puedes pegar ojo, que estás cansado, que se te viene el mundo encima y necesitas hablar con alguien, quedé con un colega pa charlar un rato. Le conté que estaba to agobiao con el curro, que me había dejao mi novia, que el nuevo coche de Fernando Alonso no respondía bien en los entrenamientos… En fin, después de contarle mi vida durante veinte minutos y acabar diciéndole que estaba pensando muy seriamente en dejarlo todo y quitarme denmedio, me dijo -¿sí o qué?... -¿Ya está?, pensé; -¿es ese todo el interés que un amigo puede poner en ti?...¿sí o qué?...¿o qué qué?...¿eh?... él no se esperaba mi visceral reacción y lo dejé con la boca abierta en mitad de la calle. Me fui to mosqueao.
Para relajarme decidí aceptar la invitación de unos colegas que iban a una fiesta de jálogüin(1) en casa de unos orgasmus(2). Como no tenía nada que ponerme, pensé que lo mejor sería ir al centro, al “millonario”, a comprar alguna careta de zombi. Esperé el bus y al ir a pagar el billete el chofer me dijo:
-¿uno o qué?... -dos, pensé, -uno pa mí y otro pa tu puta madre, ¿po no me está viendo que vengo sólo cojone?... Me negaba a dejarme conquistar por aquella muletilla. Bastante me costó quitarme la de "jarr", la de "no puedo, no puedo" y la de "Pozí". Estaba tan cansado que me senté en el asiento del rincón del fondo del autobús dispuesto a no cederle el sitio ni a una vieja embarazada; sin duda me estaba endemoniando, pero quería estar tranquilo pa pagarla con el chofer y cagarme en sus muertos durante todo el trayecto; cruzando to Cádiz desde la primera a la última parada.
Como os dije, me dirigía al “millonario”, ya sabéis, la tienda del nota ese que vende juguetes, artículos de broma, jamones de coña, huevos rellenos de confetti y almohadones tirapeos.
Cuando entré, la tienda estaba empetá de gente comprando calabazas de plástico, caretas de zombis, extremidades amputadas, etc. Había varias pivas orgasmus comprándose kits completos de diablesa: minifaldas con cola de diablo, tridentes, cuernos…y porque el millonario no vende condones que si no…
También había varios abuelos comprándoles caretas de casper y disfraces de esqueletos a sus nietos (como si “de paisano” ya no dieran suficiente miedo losijoputa niño…) mientras miraban el culo a las diablesas de orgasmus, que a todo esto podrían ser sus nietas… En fin, la tienda empetá como siempre. Cuando me tocó el turno, le dije al millonario que quería una calavera de goma y él se volvió a buscarla al almacén. Sí, tiene de tó. Le pidas lo que le pidas tiene de tó. El millonario nunca dice que no tiene. Tarda un poco, a veces mucho, pero lo trae. Tras casi un cuarto de hora de tensa espera apareció con la calavera. Me dijo que era buena porque pa fabricarla usaba como molde una calavera real, la de su abuelo.
–ira(3), se ve hasta la huella de la brecha que le hizo mi bisabuelo cuando senteró que había dejao preñá a la vecina de trece años…a mi abuela vamos…
Siempre cuenta historias fantásticas de los objetos que vende; historias que nadie cree. Puso la calavera sobre el mostrador y me dijo: -¿quieres algo más o qué?...
Al principio no reparé en la frase. Pero fue quizás el hecho de estar especialmente sensible lo que me hizo frenar el impulso de contestar inmediatamente y pararme a reflexionar la respuesta. -¿Quieres algo más o qué?... ¿o qué?...¿o qué qué?... ¿qué opción es esa?...ya estaba harto de muletillas estúpidas y como no era la primera vez que la escuchaba, a la pregunta del millonario: -¿quieres algo más o qué?, contesté despacio y mirándolo a los ojos: -qué. Quiero qué.
De repente el tiempo pareció detenerse, la puerta de la tienda se cerró de golpe, la gente que había en el interior enmudeció, la radio dejó de sonar, el del butano que en ese momento repartía por allí dejó de dar golpes en las bombonas, tres angangos(4) que pasaban por allí apagaron el motor de la escuter(5) (lo digo en singular porque iban los 3 en la misma) y todos los albañiles que trabajaban en las obras de los alrededores dejaron de dar martillazos al mismo tiempo. En ese momento se produjo un hecho extraordinario: todos los gaditanos menores de 60 años descubrieron por primera vez lo que era el silencio.
El millonario mutó su perenne media sonrisa en una expresión aterradora mezcla de seriedad y asombro. Me miró fijamente abriendo los ojos más allá de lo humanamente posible para volver a medio cerrarlos frunciendo el ceño y, tras unos interminables segundos, dijo: -sígueme…
Se encaminó hacia el fondo del almacén y desapareció. Yo le seguí mientras observaba como la gente se apartaba a mi paso creando un estrecho pasillo. De repente, el apabullante silencio se quebró por las palabras de un abuelo a su nieto a quien decía en voz baja: -mira, es el elegido…
La puerta al fondo del almacén del millonario se abría ante mí. Nunca antes había estado allí, nadie había entrado jamás en el interior de aquel mítico almacén. Desde pequeño soñaba con entrar algún día y descubrir los mágicos secretos de aquella misteriosa trastienda, descubrir de quién eran los mojones(6) que el millonario vendía y en qué consistía su trabajo; y, sobre todo, dar respuesta de una vez por todas a la pregunta del millón: por qué le decían el millonario. Pero ahora iba a llegar más lejos incluso, al otro lado, donde nunca nadie había podido entrar.
Justo antes de cruzar me contó que andaba buscando un sustituto que continuara con el negocio y que había pensado que aquel que resolviera el enigma de la muletilla sería el elegido, el nuevo millonario. -¿Quieres ser el nuevo millonario cojone?... preguntó de repente a modo de Carlos Sobera gaditano -¿Cómo?, ¿seré millonario?, respondí. Nadie sabía por qué al millonario lo llamaban así. Mucha gente especulaba con que en aquella trastienda guardaba los millones atesorados durante tantos años de trabajo y racanería. Acepté su propuesta del tirón -¿qué tengo que hacer?... –encontrar la salida, dijo - Si lo haces serás mi sustituto…
Se hizo un silencio casi total; tan sólo lo interrumpía un leve sonido parecido al de un frigorífico por la noche. Era mi cerebro tratando de valorar aquella enigmática propuesta. Trabajando a destajo, sonaba como un cuatro ochenta y seis con el ventiladó estropeao. Entonces, como queriendo ponerme a prueba por última vez, el millonario preguntó: - eres tú o qué?. Y yo, eshándole cojone, contesté: -qué. Soy qué.
-No hay duda, dijo -adelante, eres el elegido…
La puerta daba a un acantilado gigantesco. Justo al borde. Los casi dos mil metros de altura lo hacían insalvable. Me vinieron a la memoria antiguos relatos que hablaban de gente que había llegado hasta allí. Relatos como el del abuelo del gafa(7), que aseguraba que en 1979, armado de valor, había llegado hasta aquella puerta aprovechando que el millonario tardaba demasiado en traerle una careta de mazinguer zeta con gomilla extralarga pa que su nieto pudiera ponérsela sin quitarse las gafa. O como el del padre del góme, a quien ni su parienta ni la policía creyeron cuando aseguró que tras salir a por tabaco (del falso porque se estaba quitando) fue secuestrado, sodomizado y esclavizado por el millonario en su trastienda durante cuatro años. A pesar de perder la custodia del góme por abandono del lecho conyugal (a la larga, lo mejor que le ha pasado en la vida), nunca dejó de insistir en su inocencia (para demostrarla decía que se había quitao y que por eso no le guardaba rencor al millonario). Contaba que fue narcotizado y obligado a descender por un precipicio al final del cual se extendía un desierto con palmeras, casitas de estilo oriental y un arroyo. Nadie lo creyó jamás.
Por eso, cuando afinando la vista vi unas palmeras al pie del acantilado, sentí un enorme sentimiento de culpa hacia aquel hombre a quien en más de una ocasión le había tirao gargajos desde mi balcón al grito de -¡aquí!, ¡arriba del precipicio carajote!, ¡entre las palmeras!, ¡jaaarggg!...¡zásss!...
Por un momento temí acabar como él, pero todo se me pasó cuando el millonario volvió a picarme: -Saltas o qué?...- qué, respondí. Me puso en la mano un paracaídas de esos de juguete que tiraban las avionetas por la playa, y me dijo: -¿lo ves?, si hubieras respondido “sí”, te habrías despeñado, si hubieras dicho no, habríamos sabido que no eras el elegido, pero has dicho “qué” y al hacerlo has dejado abierto el camino a otra opción, a otra dimensión…¡No te sueltes!...gritó dándome una patá en la esparda tipo simeone que me arrojó al vacío para inmediatamente cerrar la puerta tras de mí. Temiendo la caída, me agarré al muñequito paracaidista con todas mis fuerzas y, entonces, asombrosamente, dijo el muñeco: -no mapriete tanto cojone, que me va asfixiá… ¿me va sortá o qué?... -¡quéeeeeeeeeeeeeeeee!... grité mientras caía y caía sin parar, como en los sueños.
El acantilado era falso, sólo había 2 escalones de altura. El millonario había pintado en el suelo un tranpantojo, una perspectiva engañosa, un efecto óptico de acantilado para que quien llegara hasta allí no se atreviera a continuar. Luego me fijé bien y comprobé que era una especie de coyage(8) hecho con recortes de los típicos decorados de papel que se ponen de fondo en los belenes. El padre del góme decía la verdad. Ahora se explicaba lo del desierto, las palmeras, las casitas orientales y el arroyo. Pasó por allí antes que yo. Con la de gargajaso que labía pegao… Pobre hombre.
Al llegar abajo, mientras recogía y plegaba su paracaídas para metérselo en el hueco de la espalda, el muñeco paracaidista me dijo: -mi trabajo termina aquí. A partir de ahora sigues tú solo. Estoy hasta los cojones de esperar colgado tras la puerta de la trastienda. Yo he nacido para saltar sobre la playa en pleno agosto y ver como los niños se parten la cara por cogerme y no para encerrar a carajotes como tú...
-¿Encerrar carajotes?... no, te equivocas, soy el elegido…
-Sí, el elegido por carajote. El millonario encierra aquí a todos los listillos que le tocan los cojones.
-No, me ha dicho que si salgo seré el nuevo millonario.
-Tú no sales de aquí ni de coña, carajote. Aunque, si me llevas contigo, quizás tengas una oportunidad. Te daré algunas cosas que te ayudarán a salir de la trastienda. ¿Prefieres seguir sólo o qué?...
Otra vez la coletilla. –Qué, contesté. -Bien, pues toma –me dijo– aquí tienes. Me dio tres de los artículos de broma que el millonario tenía en el escaparate y me dijo que cuando me hicieran falta lo sabría. El típico almohadón tirapeos que se pone debajo del asiento del profesor para que cuando se levante suene: -¡¡ppprrrrr!!. La típica pichita saltarina a la que se da cuerda y se pone a dar saltitos por el suelo. Y por último una careta de goma transparente que dijo que era mágica porque adoptaba la apariencia de aquel en quien pensaras.
-Pruébala, me dijo metiéndomela a la fuerza en la cabeza.
-¿mi madre?... me dijo al ponérmela -¿estás pensando en mi madre?... –sí, en tu puta madre para ser exactos…¡es que me estás aplastando las orejas mamonazo!…
Tras quitarme la careta y disculparnos mutuamente, el muñeco paracaidista me ordenó que le siguiera. Avanzamos por una serie de interminables galerías que parecían poco a poco introducirse en el subsuelo, bajo la ciudad. A ambos lados había puertas cerradas. Le pregunté qué tenían detrás y contestó con esa frialdad que sólo un muñeco paracaidista es capaz de mostrar en los momentos claves: -el pomo. Es broma, dijo…-mercancías, existencias para la tienda.
Acababa de descubrir el lugar al que el millonario se dirigía cada vez que dejaba a alguien esperando en el mostrador. Allí era donde buscaba las, a menudo, extrañísimas peticiones de los clientes y donde probablemente guardaba la inmensa fortuna que le daba nombre; o mejor dicho, mote.
Ese razonamiento me hizo insistir en la pregunta: -¿guardará también aquí los millones... -¿los millones?... repitió el paracaidista con tono de pensar “este tío es carajote”... –los millones de mierdas, mira…
La imagen que me reveló la violenta apertura de la primera puerta me dejó desilusionadamente perplejo: la habitación estaba completamente llena hasta el techo de trompos(9). -¿No recuerdas como cuando eras pequeño cada tres o cuatro años venía la moda del trompo y con la misma facilidad que venía se iba?... eso era porque el millonario lo ponía de moda. Cuando él quería inundaba el mercado de trompos. –Ya, contesté –pero si todo el mundo tenía trompos…¿cómo hacía ir y venir la moda?...
–Estas galerías están comunicadas con el sistema de alcantarillado y el millonario cuenta con muchos esclavos que recorren los husillos de los patios de los colegios, de las plazas y de las calles retirando de la circulación los trompos, las canicas, los rulos…cualquier juguete de moda susceptible de caer por ellos. El millonario es una especie de papa noel inverso con esclavos en lugar de duendes…¡Mira!...
En ese momento nos cruzamos con un esclavo que llevaba una caja rebosante de una sustancia verde y viscosa… -va a volver el blandiblú, me dijo. –Cuando el millonario cree que ha recuperado suficientes trompos o canicas perdidas por los niños, deja de venderlos y pone a la venta cualquier otra cosa inundando con ella el mercado. Por ejemplo el blandiblú, como acabamos de ver; o las manos locas; esas manos de goma que se estiran y se quedan pegadas a los cristales hasta que las pelusas las parasitan anulando su capacidad adhesiva. Así es que como hace ir y venir las modas.
Le pregunté qué pasaría si no salía. -Pues que serás un esclavo más. Es más, es casi seguro que no saldrás… Como hipnotizado por el relato y por el entorno, mi cerebro apenas procesó aquél último comentario; prefirió ordenar a mi mano derecha que abriera la siguiente puerta.
- ¡Coñó!... ¿qué carajo es eso?… exclamé. –El nº 14. Miles de números 14, contestó el muñeco paracaidista. –No sólo maneja las modas a su antojo. También compra o adquiere misteriosamente inmensas partidas de objetos elegidos al azar y los acumula para desequilibrar los mercados.
-Pero esto…esto es una cabronada…este hombre no tiene corazón… comenté a punto de romper a llorar. –Yo mismo pasé todo el verano del 82 intentando conseguir el nº 14. Ramírez, el último fichaje del Zaragoza. Era la última estampa que me quedaba para completar el álbum de la liga. Hubiera dado todos mis ahorros a cambio. Incluso hubiera entregado mi cuerpo…
El contenido de la siguiente habitación, tras una puerta situada a escasos metros de la anterior, me permitió responder a una de las principales dudas que atormentaban mi existencia: ¿dónde carajo van a parar los archivos de las papeleras de reciclaje de los ordenadores cuando la gente le da a “vaciar papelera de reciclaje?”… Pues a la trastienda del millonario. Esa era la respuesta. La contemplación de aquella estancia me hizo poner la misma cara de carajote estupefacto que usted, desconocido lector, acaba de poner tras leer estas líneas.
Y con esa cara continué abriendo habitaciones y descubriendo sus desconcertantes contenidos. La apertura de la siguiente me proporcionó la respuesta a otra pregunta existencial que muchos gaditanos se hacen: ¿por qué carajo no hay forma de encontrar un bonobús en Cádiz?... Pues porque el millonario los retira del mercado. Miles, millones de bonobuses se amontonaban como una absurda cosecha; como el fruto de una estúpida recolección realizada durante años. El millonario era una de las pocas personas en Cádiz que conocían los puntos de distribución de bonobuses y los horarios de reparto. Cada semana, disciplinadamente, aprovechaba ese conocimiento para realizar un barrido adquiriendo la gran mayoría de la partida que llegaba a los kioskos. Sólo permitía que “se le escaparan” unos cuantos con el fin de mantener viva la esperanza de los compradores y no destapar su monopolio. Según el paraca, para el millonario, invertir en bonobuses era como hacerlo en letras del tesoro. Incluso más seguro y rentable. Estaba convencido de que cuando se inaugurara el segundo puente Cádiz quedaría completamente colapsada por los coches y se acabarían prohibiendo; como en Venecia. Entonces, los gaditanos, que no tendrían más cojones que optar por fin por el transporte público, cuyo precio habría subido notablemente dada la fuerte demanda, estarían dispuestos a pagar lo que fuera por aquellos bonobuses pacientemente almacenados. Qué maquina.
Pensando en los bonobuses estaba cuando el paraca me señaló la entrada de una nueva galería de la que no se veía el final. Tendría cientos o quizás miles de puertas y por la maquinaria y los esclavos que se veían trabajando parecía estar aún en construcción.
-¿Qué contienen?, pregunté desinteresado, empachado de sorpresas.
–Nada.
-¿Nada?...ya me ha vuelto a sorprender el cabrón, pensé.
- nada de momento, dijo en plan muñeco paracaidista chulo perdonándome la vida –no pensarías que alguien como el millonario se lo iba a jugar todo a una carta, ¿no?...éste es su as en la manga por si le falla lo de los bonobuses; son aparcamientos.
- qué máquina… alcancé a susurrar desde la más profunda (nunca mejor dicho) admiración…
Abrir, mirar, sorpresa, abrir, mirar, sorpresa, abrir, mirar, sorpresa…así continué durante horas. Habitaciones llenas de tapones de vespino que previamente mangaba para incentivar el mercado (él los vendía de corcho), estancias llenas de flores de pascua, papeleras y todo tipo de objetos de esos que desaparecen sin que nadie sepa a dónde van a parar. Y no sólo objetos. También personas. Sobre todo futbolistas. En una de las habitaciones encontré, completamente desmejorado, a Calderé, el inolvidable extremo del barsa que cuando ya había extendido entre todos los kinkis de España la moda de jugar con las calzonas remangás, desapareció sin dejar rastro. Lo acompañaba Schilacci, aquel pequeño jugador que ya calvo y pureta(10), pasó de jugar en la segunda B italiana a convertirse en el máximo goleador del mundial de Italia 90. Ambos cometieron el error de aceptar al millonario como manager en el mejor momento de sus carreras. Y ambos habían sido olvidados por su peculiar representante en algún oscuro rincón de su trastienda. Como si fueran dos trompos (y no va con segundas). Allí seguían esperando disciplinadamente que algún “grande” se interesara por ellos y viniera a comprarlos a la tienda. Pero los carteles que los anunciaban en el escaparate habían quedado ocultos por los de otras ofertas (“escupitajos de broma 25 ptas.”, “Cigarros pa quitarse: 20 duros/ud.) y se les pasó el arroz. Mientras, como otros muchos esclavos y futuras promesas del deporte representados por tan peculiar manager, dedicaban su tiempo a las más peregrinas ocupaciones como por ejemplo el reciclaje de serpentinas y papelillos que recogían de las alcantarillas después de la cabalgata de carnaval. Lavar papelillos y secarlos uno a uno y lavar, secar, recomponer y enrollar serpentinas era un trabajo duro y delicado al mismo tiempo sólo al alcance de los esclavos más pacientes y perfeccionistas.
La última habitación de la galería principal funcionaba como taller para la fabricación de huesos de goma. En el centro, colgando del techo como si fuera un jamón comío, el 80% del esqueleto del abuelo del millonario protagonizaba la fantasmagórica escena. El 20% restante, su cabeza, o mejor dicho, su calavera, me miraba desde la mesa rodeada por los moldes que los esclavos usaban para reproducirla. Supe que se trataba del abuelo del millonario desde el momento en que vi la profunda brecha que recorría el parietal derecho. Aquella que le hicieran por dejar preñá a su vecina de 13 años; futura abuela del millonario tal y como él mismo contaba.
Tras abandonar la truculenta escena llegamos al final de la galería y tuvimos que bajar por una estrecha escalera durante un buen rato. Abajo nos esperaba una amplia sala llena de cajas, bidones, palés y bultos varios al fondo de la cual aparecía una puerta con la siguiente inscripción: “Departamento de I + D. Área restringida. Prohibido el paso”.
-No me lo puedo creer, comenté, -tiene departamento de innovación y desarrollo… -no, me dijo el paraca, -imaginación y descaro. Era el lugar donde el millonario ideaba todos los artilugios con los que daba coba a sus clientes: huevos rellenos de confeti que supuestamente producían un efecto mágico al estallar, jamones de pata negra de coña reconstruidos a base de recrecer con cartón los huesos cogíos de los contenedores tras las navidades, bombitas de peste fabricadas a partir de ampollas medicinales rellenas con el caldillo que rezuman los contenedores tras Nochebuena y Nochevieja, etc.
La custodiaban dos guardias tipo porteros de discoteca chunga. De repente, como era de esperar a estas alturas en un relato como este, tropecé y los guardias preguntaron avanzando hacia nosotros: -¿qué ha sido eso?... Acojonaos, nos dimos codazos con las cucarachas que también huían para conseguir los mejores huecos donde escondernos. Pero entonces, cuando ya los teníamos prácticamente encima, comprendí que había llegado el momento de utilizar el primer objeto que me había dado el muñeco paracaidista. Lo saqué del bolsillo, lo besé, le di cuerda, y lo solté: -ah, es sólo una pichita saltarina… dijeron los guardias confiados…
Mientras se alejaban de la puerta siguiendo a la pichita saltarina y riéndose distraídos, el paraca y yo, cogimos la collá(11) y nos colamos.
La imagen que ofrecía el departamento de imaginación y descaro era dantesca: cientos de personas secuestradas enjauladas en una especie de gallinero y cagando al mismo tiempo. El millonario les había impuesto una dieta fija a base de yogures bio de los del coronado para que pasaran la vida yéndose de baretas. Como si fueran gallinas poniendo huevos. Era una gigantesca cadena de mierda: ellos cagaban, otro recogía las heces y las echaba en una cinta transportadora que las llevaba hasta una especie de hormigonera gigantesca a la que otro empleado echaba pasta de papel y cola. La hormigonera terminaba en una especie de embudo gigante con forma de culo del que iba cayendo, de forma continua, una sustancia marrón que otro esclavo convertía en mojones con la habilidad de un churrero. Éste, depositaba cada mierda en una cinta transportadora que tras recorrer toda la estancia pasaba bajo un potente secador que las secaba y deshidrataba para que adquirieran la forma y textura características.
El millonario no era millonario en dinero sino en mierda. Tenía un millón de mierdas en stock listas para ser vendidas; su producto estrella. Estaba dispuesto a inundar el mercado de mierda. A euro ochenta cada una, tenía casi dos millones de euros en mierda. Y sin coste alguno. Tras años vendiendo su producto, se había dado cuenta de que un porcentaje muy alto de los compradores eran turistas; y eso le había dado una idea: las vendería como souvenirs. A cada una le clavaría un palillo de dientes en cuyo extremo, a modo de banderita, pegaría un papelito con la siguiente inscripción: “Recuerdo de Cádiz”. Y si el negocio iba bien podría exportarse a otras ciudades. Bastaría con cambiar la inscripción por “Recuerdo de Ávila” o de Bilbao, etc. También tenía preparada otra variante: “Mis amigos fueron a Cádiz y me trajeron esta mierda de souvenir”. Se iba a forrá. Qué máquina.
El hedor era insoportable. Había que sacar de allí a esa pobre gente como fuera así que ideamos un plan. Utilizaría otro de los objetos que me regaló el paraca, la careta comodín. El plan era ponerme la careta e intentar salir por la puerta principal. Para ello pensaría en el millonario de forma que la careta adoptara su imagen y al llegar junto a los guardias, viéndolo a él, me dejaran pasar a mí y a los que me acompañaban.
El problema era que no sabía por cuánto tiempo podría mantener la imagen del millonario. Debía estar muy concentrado pues cualquier cosa podría distraerme. Liberamos a los esclavos y uno de ellos, que trabajaba en una habitación adjunta en la que aprovechaban las emanaciones de la sala de mierda para fabricar bombitas de peste, dijo: -ira, yo ma hecho un shaleco bomba de bombitas de peste; intentamo salí por la puerta y si la cosa se pone fea me inmolo y ar carajo, sárvese er quien puea. Todos estuvimos de acuerdo.
Motivado por la masa, me puse la careta, pensé en el millonario y avancé decidido hacia la puerta. La abrí, y al pasar junto a los guardias les dije: -esta gente vienen conmigo. Vamo a da un güertaso. Los guardias se apartaron inmediatamente cuadrándose ante mí con tan mala suerte que al cuadrarse, uno de ellos me dio un culataso con el fusil en tol deo gordo del pie derecho y la careta adquirió inmediatamente la imagen de su puta madre…- ¡alto!...gritó, -¡es una trampa!… los guardias accionaron la alarma y entonces escuché una tremenda explosión. El esclavo del chaleco se había inmolado. Había accionado el chaleco de bombitas de peste y su desagradable onda expansiva me hizo perder el conocimiento.
No sé cuanto tiempo estuve inconsciente, pero desperté cuando alguien me zarandeaba diciéndome algo que al principio no entendía muy bien por culpa del aturdimiento: -¿utyyeu ypiyb pye?... ¿jtskf kuf uyuee?... ¿te va a bajá o qué?... estaba aturdido y esa frase me retumbaba en la cabeza…-¿te va a bajá o qué?...
De repente caí en la cuenta; estaba en el autobús, me había quedado dormido en el trayecto hacia el centro y había tenido una pesadilla. El chofer intentaba despertarme mosqueao. Asustado todavía por la experiencia vivida, grité: -¡me bajo!, pero al desplazarme por el asiento del fondo para salir escuché:
-¡¡ppppprrrrrrrrrr!!… Entonces me levanté y lo vi. Allí, en aquel asiento, tan real que podía tocarse, y casi olerse, estaba el almohadón tirapeos, el tercero y último de los objetos que el paraca me diera en la trastienda.
Mientras corría para bajarme y el chofer me llamaba guarro y otras cosas peores, ¿sabéis lo que me preguntaba?... -¿lo habré soñado?… ¿o qué?....
Notas:
(1) Jálogüin: Excusa para el botellón del 31 de octubre. Fiesta importada introducida por los orgasmus. Noche de los muertos bebientes.
(2) Orgasmus: universitarios/as libertinos/as y ligeritos/as de cascos/as que se pegan la vida padre a costa de sus susodichos y de la UE en cualquiera de los estados de la susodicha.
(3) Ira: Mira. Expresión que se acompaña de un ligero levantamiento de la barbilla y arqueo de cejas para enfilar con la punta de la nariz el objetivo señalado. En caso de implicar asombro puede ser reforzada con el acompañamiento del índice estirado y cierto tono burlesco. Verbo demostrativo: -no hay cojone, -¿Que no?... –ira, ira…
(4) Angango: Joven entre los 10 y 30 años de pelo corto y generalmente de punta poseedor de una única neurona y de un comportamiento impulsivo y absolutamente primario (provocado por el golpeo de su única neurona contra las paredes de su vacío cerebro) cuya principal característica es la ignorancia. Generalmente se distinguen del resto de la población por el uso de aparatosas cadenas y anillos de oro (estos últimos con la efigie del camarón) y por la característica postura de retortijón que adoptan al conducir la escuter. De Sevilla parriba: Cani.
(5) Escuter: Autobús de dos ruedas. Primera compra de cualquier alumno de escuela taller. Medio de transporte insostenible fácilmente trucable. Desvelador de vecinos que duermen sin ventanas de doble cristal.
(6) Mojón: Mierda, caca. Persona, animal o cosa sin valor. Cantidad despreciable de algo. Poca cosa. Porquería. –Rambo 4 es un mojón, –más mojón eres tú… -vaya mojón de menú –no me seas más mojonaso cojone… Insulto equivalente a "vete a la mierda" pero cargado de ironía disfrazada de generosidad: -omá!... te cojo 30 leuro del monedero… -¡un mojón pa ti!...
(7) Gafa: Amigo der cabesa, der negro, der shino y del largo. 4º miembro de pandilla tipo o estándar (1ºcabesa, 2ºnegro, 3ºshino, 4ºgafa y 5ºlargo). Individuo de carácter normalmente rencoroso y desconfiado motivado por la gran cantidad de cates recibidos durante la etapa escolar.
(8) Coyage: Trabajo manual chungo encargado por profesores sin vocación pedagógica ni ganas de complicarse la vida consistente en recortar imágenes del folleto del carrefú y del diez minutos para componer un mural temático. Razón de ser del pegamento barra. Fotoshó de los setenta-ochenta. Típico mensaje de secuestrador que no llegó a nada más en la vida debido al desinterés de sus profesores (ver 1ª acepción).
(9) Trompo: Peonza. Adj.: Inhábil, matraca, torpe. –killo, Clemente va sacá a Julio Salinas -¿a Salinas otra vé?... si ese nota es un trompo omee …¡Clementeeee!... -¡caaaaabrrr….
(10) Pureta: No joven. Etapa vital que comienza oficialmente cuando ya no te puedes sacar el carnet joven (26 años) y extraoficialmente cuando por primera vez te tratan de usted para preguntarte la hora. En algunos casos puede autodiagnosticarse el estado puretil cuando por primera vez dejas pasar a tu lado, sin reprimir ningún impulso, sufrir, ni mostrar interés alguno, un balón que viene suelto y “a huevo” pa mandarlo al carajo de un punterazo.
(11) Collá (coger la collá/una collá) : Oportunidad. Tren al que subirse sin pensarlo. Chollo. Ocasión única. Clavo ardiendo. Triunfo no predecible. “Coger la collá”: triunfar in extremis. Agarrarse a un clavo ardiendo y no quemarse. Ej.: -killo, ¿tú nostá parao?...¿daonde ha sacao esos nai de muelle?... –he cogío una collá der carajo…
El 8 de noviembre colgué la 1ª parte de este relato. Ahora lo cuelgo completo por si alguien se quedó intrigao. Advertencia: es largo de cojones.
¿Si o qué?
No soporto las muletillas; ya sabéis, esas frases o expresiones que de pronto se ponen de moda y se repiten hasta la saciedad. Me dan mucho coraje. Especialmente cuando están en plena etapa de expansión. Una de las que menos soporto es la de decir “entre comillas” haciendo el gesto con los dedos en el aire y poniendo cara de gilipollas; no lo soporto; es superior a mí. Si tuviera poderes y pudiera viajar en el tiempo, me dedicaría a averiguar quién es el primero que se las inventa y por ejemplo, en el caso del “entre comillas”, cortarle los dedos a la “altura de los hombros” (entre comillas, claro).
Las peores son las propagadas por la tele. Por ejemplo la de “pues va a ser que no”. Normalmente al principio tienen gracia, pero poco a poco la van perdiendo y acaban saturándote. Lo peor llega cuando te la meten doblá con la frasecita. Te cogen con la guardia baja y es cuando más te jode. Por ejemplo: vienes de Sevilla en pleno agosto a 50 grados y sin aire acondicionado en el coche, te sales de la autopista para entrar en un área de servicio y comprar una botellita de agua fría y cuando le dices al dependiente: -¿me da una botella de agua muy fría?, éste te contesta sonriendo -pues va ser que no… ¿No es pa matarlo?, te la mete hasta el fondo, te coge desprevenido. Además, contestar así implica mala leche y chulería, porque no es que te diga -lo siento, no me queda. No, te dice -va a ser que no, que puede significar -no me sale de los cojones darte agua, pringao. Luego, cuando vuelves a la autopista y ves la señal que dice que la siguiente área de servicio está a 70 km. te cagas en los muertos de Fernando Tejero, en los del señor Cuesta y en los de to la comunidad de vecinos de “Aquí no hay quien viva” (de hecho, estoy convencido de que a Jose Luis Moreno le partieron la cara porque él era el productor de la serie donde pusieron de moda la frasecita). Pero podría haber sido mucho peor, podría haberse dado el peor de los casos. El dependiente podría haberte dicho "pues va a ser que no", haciendo el gesto de las comillas y metiéndotela hasta el fondo doblemente…
Ahora hay una que está muy de moda que se está extendiendo a saco, y que es por la que verdaderamente odio las muletillas. La de “o ¿qué?”... ¿la habéis escuchao?... ¿si o qué?... Pues uno de esos días que te da el bajón, que no puedes pegar ojo, que estás cansado, que se te viene el mundo encima y necesitas hablar con alguien, quedé con un colega pa charlar un rato. Le conté que estaba to agobiao con el curro, que me había dejao mi novia, que el nuevo coche de Fernando Alonso no respondía bien en los entrenamientos… En fin, después de contarle mi vida durante veinte minutos y acabar diciéndole que estaba pensando muy seriamente en dejarlo todo y quitarme denmedio, me dijo -¿sí o qué?... -¿Ya está?, pensé; -¿es ese todo el interés que un amigo puede poner en ti?...¿sí o qué?...¿o qué qué?...¿eh?... él no se esperaba mi visceral reacción y lo dejé con la boca abierta en mitad de la calle. Me fui to mosqueao.
Para relajarme decidí aceptar la invitación de unos colegas que iban a una fiesta de jálogüin(1) en casa de unos orgasmus(2). Como no tenía nada que ponerme, pensé que lo mejor sería ir al centro, al “millonario”, a comprar alguna careta de zombi. Esperé el bus y al ir a pagar el billete el chofer me dijo:
-¿uno o qué?... -dos, pensé, -uno pa mí y otro pa tu puta madre, ¿po no me está viendo que vengo sólo cojone?... Me negaba a dejarme conquistar por aquella muletilla. Bastante me costó quitarme la de "jarr", la de "no puedo, no puedo" y la de "Pozí". Estaba tan cansado que me senté en el asiento del rincón del fondo del autobús dispuesto a no cederle el sitio ni a una vieja embarazada; sin duda me estaba endemoniando, pero quería estar tranquilo pa pagarla con el chofer y cagarme en sus muertos durante todo el trayecto; cruzando to Cádiz desde la primera a la última parada.
Como os dije, me dirigía al “millonario”, ya sabéis, la tienda del nota ese que vende juguetes, artículos de broma, jamones de coña, huevos rellenos de confetti y almohadones tirapeos.
Cuando entré, la tienda estaba empetá de gente comprando calabazas de plástico, caretas de zombis, extremidades amputadas, etc. Había varias pivas orgasmus comprándose kits completos de diablesa: minifaldas con cola de diablo, tridentes, cuernos…y porque el millonario no vende condones que si no…
También había varios abuelos comprándoles caretas de casper y disfraces de esqueletos a sus nietos (como si “de paisano” ya no dieran suficiente miedo losijoputa niño…) mientras miraban el culo a las diablesas de orgasmus, que a todo esto podrían ser sus nietas… En fin, la tienda empetá como siempre. Cuando me tocó el turno, le dije al millonario que quería una calavera de goma y él se volvió a buscarla al almacén. Sí, tiene de tó. Le pidas lo que le pidas tiene de tó. El millonario nunca dice que no tiene. Tarda un poco, a veces mucho, pero lo trae. Tras casi un cuarto de hora de tensa espera apareció con la calavera. Me dijo que era buena porque pa fabricarla usaba como molde una calavera real, la de su abuelo.
–ira(3), se ve hasta la huella de la brecha que le hizo mi bisabuelo cuando senteró que había dejao preñá a la vecina de trece años…a mi abuela vamos…
Siempre cuenta historias fantásticas de los objetos que vende; historias que nadie cree. Puso la calavera sobre el mostrador y me dijo: -¿quieres algo más o qué?...
Al principio no reparé en la frase. Pero fue quizás el hecho de estar especialmente sensible lo que me hizo frenar el impulso de contestar inmediatamente y pararme a reflexionar la respuesta. -¿Quieres algo más o qué?... ¿o qué?...¿o qué qué?... ¿qué opción es esa?...ya estaba harto de muletillas estúpidas y como no era la primera vez que la escuchaba, a la pregunta del millonario: -¿quieres algo más o qué?, contesté despacio y mirándolo a los ojos: -qué. Quiero qué.
De repente el tiempo pareció detenerse, la puerta de la tienda se cerró de golpe, la gente que había en el interior enmudeció, la radio dejó de sonar, el del butano que en ese momento repartía por allí dejó de dar golpes en las bombonas, tres angangos(4) que pasaban por allí apagaron el motor de la escuter(5) (lo digo en singular porque iban los 3 en la misma) y todos los albañiles que trabajaban en las obras de los alrededores dejaron de dar martillazos al mismo tiempo. En ese momento se produjo un hecho extraordinario: todos los gaditanos menores de 60 años descubrieron por primera vez lo que era el silencio.
El millonario mutó su perenne media sonrisa en una expresión aterradora mezcla de seriedad y asombro. Me miró fijamente abriendo los ojos más allá de lo humanamente posible para volver a medio cerrarlos frunciendo el ceño y, tras unos interminables segundos, dijo: -sígueme…
Se encaminó hacia el fondo del almacén y desapareció. Yo le seguí mientras observaba como la gente se apartaba a mi paso creando un estrecho pasillo. De repente, el apabullante silencio se quebró por las palabras de un abuelo a su nieto a quien decía en voz baja: -mira, es el elegido…
La puerta al fondo del almacén del millonario se abría ante mí. Nunca antes había estado allí, nadie había entrado jamás en el interior de aquel mítico almacén. Desde pequeño soñaba con entrar algún día y descubrir los mágicos secretos de aquella misteriosa trastienda, descubrir de quién eran los mojones(6) que el millonario vendía y en qué consistía su trabajo; y, sobre todo, dar respuesta de una vez por todas a la pregunta del millón: por qué le decían el millonario. Pero ahora iba a llegar más lejos incluso, al otro lado, donde nunca nadie había podido entrar.
Justo antes de cruzar me contó que andaba buscando un sustituto que continuara con el negocio y que había pensado que aquel que resolviera el enigma de la muletilla sería el elegido, el nuevo millonario. -¿Quieres ser el nuevo millonario cojone?... preguntó de repente a modo de Carlos Sobera gaditano -¿Cómo?, ¿seré millonario?, respondí. Nadie sabía por qué al millonario lo llamaban así. Mucha gente especulaba con que en aquella trastienda guardaba los millones atesorados durante tantos años de trabajo y racanería. Acepté su propuesta del tirón -¿qué tengo que hacer?... –encontrar la salida, dijo - Si lo haces serás mi sustituto…
Se hizo un silencio casi total; tan sólo lo interrumpía un leve sonido parecido al de un frigorífico por la noche. Era mi cerebro tratando de valorar aquella enigmática propuesta. Trabajando a destajo, sonaba como un cuatro ochenta y seis con el ventiladó estropeao. Entonces, como queriendo ponerme a prueba por última vez, el millonario preguntó: - eres tú o qué?. Y yo, eshándole cojone, contesté: -qué. Soy qué.
-No hay duda, dijo -adelante, eres el elegido…
La puerta daba a un acantilado gigantesco. Justo al borde. Los casi dos mil metros de altura lo hacían insalvable. Me vinieron a la memoria antiguos relatos que hablaban de gente que había llegado hasta allí. Relatos como el del abuelo del gafa(7), que aseguraba que en 1979, armado de valor, había llegado hasta aquella puerta aprovechando que el millonario tardaba demasiado en traerle una careta de mazinguer zeta con gomilla extralarga pa que su nieto pudiera ponérsela sin quitarse las gafa. O como el del padre del góme, a quien ni su parienta ni la policía creyeron cuando aseguró que tras salir a por tabaco (del falso porque se estaba quitando) fue secuestrado, sodomizado y esclavizado por el millonario en su trastienda durante cuatro años. A pesar de perder la custodia del góme por abandono del lecho conyugal (a la larga, lo mejor que le ha pasado en la vida), nunca dejó de insistir en su inocencia (para demostrarla decía que se había quitao y que por eso no le guardaba rencor al millonario). Contaba que fue narcotizado y obligado a descender por un precipicio al final del cual se extendía un desierto con palmeras, casitas de estilo oriental y un arroyo. Nadie lo creyó jamás.
Por eso, cuando afinando la vista vi unas palmeras al pie del acantilado, sentí un enorme sentimiento de culpa hacia aquel hombre a quien en más de una ocasión le había tirao gargajos desde mi balcón al grito de -¡aquí!, ¡arriba del precipicio carajote!, ¡entre las palmeras!, ¡jaaarggg!...¡zásss!...
Por un momento temí acabar como él, pero todo se me pasó cuando el millonario volvió a picarme: -Saltas o qué?...- qué, respondí. Me puso en la mano un paracaídas de esos de juguete que tiraban las avionetas por la playa, y me dijo: -¿lo ves?, si hubieras respondido “sí”, te habrías despeñado, si hubieras dicho no, habríamos sabido que no eras el elegido, pero has dicho “qué” y al hacerlo has dejado abierto el camino a otra opción, a otra dimensión…¡No te sueltes!...gritó dándome una patá en la esparda tipo simeone que me arrojó al vacío para inmediatamente cerrar la puerta tras de mí. Temiendo la caída, me agarré al muñequito paracaidista con todas mis fuerzas y, entonces, asombrosamente, dijo el muñeco: -no mapriete tanto cojone, que me va asfixiá… ¿me va sortá o qué?... -¡quéeeeeeeeeeeeeeeee!... grité mientras caía y caía sin parar, como en los sueños.
El acantilado era falso, sólo había 2 escalones de altura. El millonario había pintado en el suelo un tranpantojo, una perspectiva engañosa, un efecto óptico de acantilado para que quien llegara hasta allí no se atreviera a continuar. Luego me fijé bien y comprobé que era una especie de coyage(8) hecho con recortes de los típicos decorados de papel que se ponen de fondo en los belenes. El padre del góme decía la verdad. Ahora se explicaba lo del desierto, las palmeras, las casitas orientales y el arroyo. Pasó por allí antes que yo. Con la de gargajaso que labía pegao… Pobre hombre.
Al llegar abajo, mientras recogía y plegaba su paracaídas para metérselo en el hueco de la espalda, el muñeco paracaidista me dijo: -mi trabajo termina aquí. A partir de ahora sigues tú solo. Estoy hasta los cojones de esperar colgado tras la puerta de la trastienda. Yo he nacido para saltar sobre la playa en pleno agosto y ver como los niños se parten la cara por cogerme y no para encerrar a carajotes como tú...
-¿Encerrar carajotes?... no, te equivocas, soy el elegido…
-Sí, el elegido por carajote. El millonario encierra aquí a todos los listillos que le tocan los cojones.
-No, me ha dicho que si salgo seré el nuevo millonario.
-Tú no sales de aquí ni de coña, carajote. Aunque, si me llevas contigo, quizás tengas una oportunidad. Te daré algunas cosas que te ayudarán a salir de la trastienda. ¿Prefieres seguir sólo o qué?...
Otra vez la coletilla. –Qué, contesté. -Bien, pues toma –me dijo– aquí tienes. Me dio tres de los artículos de broma que el millonario tenía en el escaparate y me dijo que cuando me hicieran falta lo sabría. El típico almohadón tirapeos que se pone debajo del asiento del profesor para que cuando se levante suene: -¡¡ppprrrrr!!. La típica pichita saltarina a la que se da cuerda y se pone a dar saltitos por el suelo. Y por último una careta de goma transparente que dijo que era mágica porque adoptaba la apariencia de aquel en quien pensaras.
-Pruébala, me dijo metiéndomela a la fuerza en la cabeza.
-¿mi madre?... me dijo al ponérmela -¿estás pensando en mi madre?... –sí, en tu puta madre para ser exactos…¡es que me estás aplastando las orejas mamonazo!…
Tras quitarme la careta y disculparnos mutuamente, el muñeco paracaidista me ordenó que le siguiera. Avanzamos por una serie de interminables galerías que parecían poco a poco introducirse en el subsuelo, bajo la ciudad. A ambos lados había puertas cerradas. Le pregunté qué tenían detrás y contestó con esa frialdad que sólo un muñeco paracaidista es capaz de mostrar en los momentos claves: -el pomo. Es broma, dijo…-mercancías, existencias para la tienda.
Acababa de descubrir el lugar al que el millonario se dirigía cada vez que dejaba a alguien esperando en el mostrador. Allí era donde buscaba las, a menudo, extrañísimas peticiones de los clientes y donde probablemente guardaba la inmensa fortuna que le daba nombre; o mejor dicho, mote.
Ese razonamiento me hizo insistir en la pregunta: -¿guardará también aquí los millones... -¿los millones?... repitió el paracaidista con tono de pensar “este tío es carajote”... –los millones de mierdas, mira…
La imagen que me reveló la violenta apertura de la primera puerta me dejó desilusionadamente perplejo: la habitación estaba completamente llena hasta el techo de trompos(9). -¿No recuerdas como cuando eras pequeño cada tres o cuatro años venía la moda del trompo y con la misma facilidad que venía se iba?... eso era porque el millonario lo ponía de moda. Cuando él quería inundaba el mercado de trompos. –Ya, contesté –pero si todo el mundo tenía trompos…¿cómo hacía ir y venir la moda?...
–Estas galerías están comunicadas con el sistema de alcantarillado y el millonario cuenta con muchos esclavos que recorren los husillos de los patios de los colegios, de las plazas y de las calles retirando de la circulación los trompos, las canicas, los rulos…cualquier juguete de moda susceptible de caer por ellos. El millonario es una especie de papa noel inverso con esclavos en lugar de duendes…¡Mira!...
En ese momento nos cruzamos con un esclavo que llevaba una caja rebosante de una sustancia verde y viscosa… -va a volver el blandiblú, me dijo. –Cuando el millonario cree que ha recuperado suficientes trompos o canicas perdidas por los niños, deja de venderlos y pone a la venta cualquier otra cosa inundando con ella el mercado. Por ejemplo el blandiblú, como acabamos de ver; o las manos locas; esas manos de goma que se estiran y se quedan pegadas a los cristales hasta que las pelusas las parasitan anulando su capacidad adhesiva. Así es que como hace ir y venir las modas.
Le pregunté qué pasaría si no salía. -Pues que serás un esclavo más. Es más, es casi seguro que no saldrás… Como hipnotizado por el relato y por el entorno, mi cerebro apenas procesó aquél último comentario; prefirió ordenar a mi mano derecha que abriera la siguiente puerta.
- ¡Coñó!... ¿qué carajo es eso?… exclamé. –El nº 14. Miles de números 14, contestó el muñeco paracaidista. –No sólo maneja las modas a su antojo. También compra o adquiere misteriosamente inmensas partidas de objetos elegidos al azar y los acumula para desequilibrar los mercados.
-Pero esto…esto es una cabronada…este hombre no tiene corazón… comenté a punto de romper a llorar. –Yo mismo pasé todo el verano del 82 intentando conseguir el nº 14. Ramírez, el último fichaje del Zaragoza. Era la última estampa que me quedaba para completar el álbum de la liga. Hubiera dado todos mis ahorros a cambio. Incluso hubiera entregado mi cuerpo…
Como si fueran dólares en la caja fuerte de un casino, aquella estancia guardaba miles de fajos de “Ramírez” envueltos con gomillas reutilizadas. Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, resultaba ridículo ver aquellas estampas en las que se coloreaba descaradamente la camiseta de los jugadores para vestirlos con la equipación de su nuevo club. El millonario, al secuestrar el nº 14 retirándolo de la circulación, había provocado que todos los niños de mi generación tuviéramos incompleto el puto álbum de la liga 82/83. Y la infancia.
Pero aquella no fue la única sorpresa desagradable. La siguiente estancia era un calco de la anterior solo que en lugar de contener fajos de Ramírez contenía fajos de la selección de Nueva Zelanda; la estampa nº 60 del álbum de Danone para el mundial de España 82. La estampa cuya dificultad provocó que miles de niños acabáramos en urgencias por ingesta masiva de yogú. – Y mira quién era el cabrón que las tenía... se tiene que habé jartao de yogú el hijo puta, pensé.El contenido de la siguiente habitación, tras una puerta situada a escasos metros de la anterior, me permitió responder a una de las principales dudas que atormentaban mi existencia: ¿dónde carajo van a parar los archivos de las papeleras de reciclaje de los ordenadores cuando la gente le da a “vaciar papelera de reciclaje?”… Pues a la trastienda del millonario. Esa era la respuesta. La contemplación de aquella estancia me hizo poner la misma cara de carajote estupefacto que usted, desconocido lector, acaba de poner tras leer estas líneas.
Y con esa cara continué abriendo habitaciones y descubriendo sus desconcertantes contenidos. La apertura de la siguiente me proporcionó la respuesta a otra pregunta existencial que muchos gaditanos se hacen: ¿por qué carajo no hay forma de encontrar un bonobús en Cádiz?... Pues porque el millonario los retira del mercado. Miles, millones de bonobuses se amontonaban como una absurda cosecha; como el fruto de una estúpida recolección realizada durante años. El millonario era una de las pocas personas en Cádiz que conocían los puntos de distribución de bonobuses y los horarios de reparto. Cada semana, disciplinadamente, aprovechaba ese conocimiento para realizar un barrido adquiriendo la gran mayoría de la partida que llegaba a los kioskos. Sólo permitía que “se le escaparan” unos cuantos con el fin de mantener viva la esperanza de los compradores y no destapar su monopolio. Según el paraca, para el millonario, invertir en bonobuses era como hacerlo en letras del tesoro. Incluso más seguro y rentable. Estaba convencido de que cuando se inaugurara el segundo puente Cádiz quedaría completamente colapsada por los coches y se acabarían prohibiendo; como en Venecia. Entonces, los gaditanos, que no tendrían más cojones que optar por fin por el transporte público, cuyo precio habría subido notablemente dada la fuerte demanda, estarían dispuestos a pagar lo que fuera por aquellos bonobuses pacientemente almacenados. Qué maquina.
Pensando en los bonobuses estaba cuando el paraca me señaló la entrada de una nueva galería de la que no se veía el final. Tendría cientos o quizás miles de puertas y por la maquinaria y los esclavos que se veían trabajando parecía estar aún en construcción.
-¿Qué contienen?, pregunté desinteresado, empachado de sorpresas.
–Nada.
-¿Nada?...ya me ha vuelto a sorprender el cabrón, pensé.
- nada de momento, dijo en plan muñeco paracaidista chulo perdonándome la vida –no pensarías que alguien como el millonario se lo iba a jugar todo a una carta, ¿no?...éste es su as en la manga por si le falla lo de los bonobuses; son aparcamientos.
- qué máquina… alcancé a susurrar desde la más profunda (nunca mejor dicho) admiración…
Abrir, mirar, sorpresa, abrir, mirar, sorpresa, abrir, mirar, sorpresa…así continué durante horas. Habitaciones llenas de tapones de vespino que previamente mangaba para incentivar el mercado (él los vendía de corcho), estancias llenas de flores de pascua, papeleras y todo tipo de objetos de esos que desaparecen sin que nadie sepa a dónde van a parar. Y no sólo objetos. También personas. Sobre todo futbolistas. En una de las habitaciones encontré, completamente desmejorado, a Calderé, el inolvidable extremo del barsa que cuando ya había extendido entre todos los kinkis de España la moda de jugar con las calzonas remangás, desapareció sin dejar rastro. Lo acompañaba Schilacci, aquel pequeño jugador que ya calvo y pureta(10), pasó de jugar en la segunda B italiana a convertirse en el máximo goleador del mundial de Italia 90. Ambos cometieron el error de aceptar al millonario como manager en el mejor momento de sus carreras. Y ambos habían sido olvidados por su peculiar representante en algún oscuro rincón de su trastienda. Como si fueran dos trompos (y no va con segundas). Allí seguían esperando disciplinadamente que algún “grande” se interesara por ellos y viniera a comprarlos a la tienda. Pero los carteles que los anunciaban en el escaparate habían quedado ocultos por los de otras ofertas (“escupitajos de broma 25 ptas.”, “Cigarros pa quitarse: 20 duros/ud.) y se les pasó el arroz. Mientras, como otros muchos esclavos y futuras promesas del deporte representados por tan peculiar manager, dedicaban su tiempo a las más peregrinas ocupaciones como por ejemplo el reciclaje de serpentinas y papelillos que recogían de las alcantarillas después de la cabalgata de carnaval. Lavar papelillos y secarlos uno a uno y lavar, secar, recomponer y enrollar serpentinas era un trabajo duro y delicado al mismo tiempo sólo al alcance de los esclavos más pacientes y perfeccionistas.
La última habitación de la galería principal funcionaba como taller para la fabricación de huesos de goma. En el centro, colgando del techo como si fuera un jamón comío, el 80% del esqueleto del abuelo del millonario protagonizaba la fantasmagórica escena. El 20% restante, su cabeza, o mejor dicho, su calavera, me miraba desde la mesa rodeada por los moldes que los esclavos usaban para reproducirla. Supe que se trataba del abuelo del millonario desde el momento en que vi la profunda brecha que recorría el parietal derecho. Aquella que le hicieran por dejar preñá a su vecina de 13 años; futura abuela del millonario tal y como él mismo contaba.
Tras abandonar la truculenta escena llegamos al final de la galería y tuvimos que bajar por una estrecha escalera durante un buen rato. Abajo nos esperaba una amplia sala llena de cajas, bidones, palés y bultos varios al fondo de la cual aparecía una puerta con la siguiente inscripción: “Departamento de I + D. Área restringida. Prohibido el paso”.
-No me lo puedo creer, comenté, -tiene departamento de innovación y desarrollo… -no, me dijo el paraca, -imaginación y descaro. Era el lugar donde el millonario ideaba todos los artilugios con los que daba coba a sus clientes: huevos rellenos de confeti que supuestamente producían un efecto mágico al estallar, jamones de pata negra de coña reconstruidos a base de recrecer con cartón los huesos cogíos de los contenedores tras las navidades, bombitas de peste fabricadas a partir de ampollas medicinales rellenas con el caldillo que rezuman los contenedores tras Nochebuena y Nochevieja, etc.
La custodiaban dos guardias tipo porteros de discoteca chunga. De repente, como era de esperar a estas alturas en un relato como este, tropecé y los guardias preguntaron avanzando hacia nosotros: -¿qué ha sido eso?... Acojonaos, nos dimos codazos con las cucarachas que también huían para conseguir los mejores huecos donde escondernos. Pero entonces, cuando ya los teníamos prácticamente encima, comprendí que había llegado el momento de utilizar el primer objeto que me había dado el muñeco paracaidista. Lo saqué del bolsillo, lo besé, le di cuerda, y lo solté: -ah, es sólo una pichita saltarina… dijeron los guardias confiados…
Mientras se alejaban de la puerta siguiendo a la pichita saltarina y riéndose distraídos, el paraca y yo, cogimos la collá(11) y nos colamos.
La imagen que ofrecía el departamento de imaginación y descaro era dantesca: cientos de personas secuestradas enjauladas en una especie de gallinero y cagando al mismo tiempo. El millonario les había impuesto una dieta fija a base de yogures bio de los del coronado para que pasaran la vida yéndose de baretas. Como si fueran gallinas poniendo huevos. Era una gigantesca cadena de mierda: ellos cagaban, otro recogía las heces y las echaba en una cinta transportadora que las llevaba hasta una especie de hormigonera gigantesca a la que otro empleado echaba pasta de papel y cola. La hormigonera terminaba en una especie de embudo gigante con forma de culo del que iba cayendo, de forma continua, una sustancia marrón que otro esclavo convertía en mojones con la habilidad de un churrero. Éste, depositaba cada mierda en una cinta transportadora que tras recorrer toda la estancia pasaba bajo un potente secador que las secaba y deshidrataba para que adquirieran la forma y textura características.
El millonario no era millonario en dinero sino en mierda. Tenía un millón de mierdas en stock listas para ser vendidas; su producto estrella. Estaba dispuesto a inundar el mercado de mierda. A euro ochenta cada una, tenía casi dos millones de euros en mierda. Y sin coste alguno. Tras años vendiendo su producto, se había dado cuenta de que un porcentaje muy alto de los compradores eran turistas; y eso le había dado una idea: las vendería como souvenirs. A cada una le clavaría un palillo de dientes en cuyo extremo, a modo de banderita, pegaría un papelito con la siguiente inscripción: “Recuerdo de Cádiz”. Y si el negocio iba bien podría exportarse a otras ciudades. Bastaría con cambiar la inscripción por “Recuerdo de Ávila” o de Bilbao, etc. También tenía preparada otra variante: “Mis amigos fueron a Cádiz y me trajeron esta mierda de souvenir”. Se iba a forrá. Qué máquina.
El hedor era insoportable. Había que sacar de allí a esa pobre gente como fuera así que ideamos un plan. Utilizaría otro de los objetos que me regaló el paraca, la careta comodín. El plan era ponerme la careta e intentar salir por la puerta principal. Para ello pensaría en el millonario de forma que la careta adoptara su imagen y al llegar junto a los guardias, viéndolo a él, me dejaran pasar a mí y a los que me acompañaban.
El problema era que no sabía por cuánto tiempo podría mantener la imagen del millonario. Debía estar muy concentrado pues cualquier cosa podría distraerme. Liberamos a los esclavos y uno de ellos, que trabajaba en una habitación adjunta en la que aprovechaban las emanaciones de la sala de mierda para fabricar bombitas de peste, dijo: -ira, yo ma hecho un shaleco bomba de bombitas de peste; intentamo salí por la puerta y si la cosa se pone fea me inmolo y ar carajo, sárvese er quien puea. Todos estuvimos de acuerdo.
Motivado por la masa, me puse la careta, pensé en el millonario y avancé decidido hacia la puerta. La abrí, y al pasar junto a los guardias les dije: -esta gente vienen conmigo. Vamo a da un güertaso. Los guardias se apartaron inmediatamente cuadrándose ante mí con tan mala suerte que al cuadrarse, uno de ellos me dio un culataso con el fusil en tol deo gordo del pie derecho y la careta adquirió inmediatamente la imagen de su puta madre…- ¡alto!...gritó, -¡es una trampa!… los guardias accionaron la alarma y entonces escuché una tremenda explosión. El esclavo del chaleco se había inmolado. Había accionado el chaleco de bombitas de peste y su desagradable onda expansiva me hizo perder el conocimiento.
No sé cuanto tiempo estuve inconsciente, pero desperté cuando alguien me zarandeaba diciéndome algo que al principio no entendía muy bien por culpa del aturdimiento: -¿utyyeu ypiyb pye?... ¿jtskf kuf uyuee?... ¿te va a bajá o qué?... estaba aturdido y esa frase me retumbaba en la cabeza…-¿te va a bajá o qué?...
De repente caí en la cuenta; estaba en el autobús, me había quedado dormido en el trayecto hacia el centro y había tenido una pesadilla. El chofer intentaba despertarme mosqueao. Asustado todavía por la experiencia vivida, grité: -¡me bajo!, pero al desplazarme por el asiento del fondo para salir escuché:
-¡¡ppppprrrrrrrrrr!!… Entonces me levanté y lo vi. Allí, en aquel asiento, tan real que podía tocarse, y casi olerse, estaba el almohadón tirapeos, el tercero y último de los objetos que el paraca me diera en la trastienda.
Mientras corría para bajarme y el chofer me llamaba guarro y otras cosas peores, ¿sabéis lo que me preguntaba?... -¿lo habré soñado?… ¿o qué?....
Notas:
(1) Jálogüin: Excusa para el botellón del 31 de octubre. Fiesta importada introducida por los orgasmus. Noche de los muertos bebientes.
(2) Orgasmus: universitarios/as libertinos/as y ligeritos/as de cascos/as que se pegan la vida padre a costa de sus susodichos y de la UE en cualquiera de los estados de la susodicha.
(3) Ira: Mira. Expresión que se acompaña de un ligero levantamiento de la barbilla y arqueo de cejas para enfilar con la punta de la nariz el objetivo señalado. En caso de implicar asombro puede ser reforzada con el acompañamiento del índice estirado y cierto tono burlesco. Verbo demostrativo: -no hay cojone, -¿Que no?... –ira, ira…
(4) Angango: Joven entre los 10 y 30 años de pelo corto y generalmente de punta poseedor de una única neurona y de un comportamiento impulsivo y absolutamente primario (provocado por el golpeo de su única neurona contra las paredes de su vacío cerebro) cuya principal característica es la ignorancia. Generalmente se distinguen del resto de la población por el uso de aparatosas cadenas y anillos de oro (estos últimos con la efigie del camarón) y por la característica postura de retortijón que adoptan al conducir la escuter. De Sevilla parriba: Cani.
(5) Escuter: Autobús de dos ruedas. Primera compra de cualquier alumno de escuela taller. Medio de transporte insostenible fácilmente trucable. Desvelador de vecinos que duermen sin ventanas de doble cristal.
(6) Mojón: Mierda, caca. Persona, animal o cosa sin valor. Cantidad despreciable de algo. Poca cosa. Porquería. –Rambo 4 es un mojón, –más mojón eres tú… -vaya mojón de menú –no me seas más mojonaso cojone… Insulto equivalente a "vete a la mierda" pero cargado de ironía disfrazada de generosidad: -omá!... te cojo 30 leuro del monedero… -¡un mojón pa ti!...
(7) Gafa: Amigo der cabesa, der negro, der shino y del largo. 4º miembro de pandilla tipo o estándar (1ºcabesa, 2ºnegro, 3ºshino, 4ºgafa y 5ºlargo). Individuo de carácter normalmente rencoroso y desconfiado motivado por la gran cantidad de cates recibidos durante la etapa escolar.
(8) Coyage: Trabajo manual chungo encargado por profesores sin vocación pedagógica ni ganas de complicarse la vida consistente en recortar imágenes del folleto del carrefú y del diez minutos para componer un mural temático. Razón de ser del pegamento barra. Fotoshó de los setenta-ochenta. Típico mensaje de secuestrador que no llegó a nada más en la vida debido al desinterés de sus profesores (ver 1ª acepción).
(9) Trompo: Peonza. Adj.: Inhábil, matraca, torpe. –killo, Clemente va sacá a Julio Salinas -¿a Salinas otra vé?... si ese nota es un trompo omee …¡Clementeeee!... -¡caaaaabrrr….
(10) Pureta: No joven. Etapa vital que comienza oficialmente cuando ya no te puedes sacar el carnet joven (26 años) y extraoficialmente cuando por primera vez te tratan de usted para preguntarte la hora. En algunos casos puede autodiagnosticarse el estado puretil cuando por primera vez dejas pasar a tu lado, sin reprimir ningún impulso, sufrir, ni mostrar interés alguno, un balón que viene suelto y “a huevo” pa mandarlo al carajo de un punterazo.
(11) Collá (coger la collá/una collá) : Oportunidad. Tren al que subirse sin pensarlo. Chollo. Ocasión única. Clavo ardiendo. Triunfo no predecible. “Coger la collá”: triunfar in extremis. Agarrarse a un clavo ardiendo y no quemarse. Ej.: -killo, ¿tú nostá parao?...¿daonde ha sacao esos nai de muelle?... –he cogío una collá der carajo…
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