19 de noviembre de 2010

Un perfecto imbecil

Observar el mundo desde Cádi no es fácil. En una ciudad situada a nivel del mar cuesta obtener cierta perspectiva. Uno, el observador, éste (este éste es con tilde o sin tilde...la que ha liao la RAE...) que escribe (omito el "les" porque no sé si le escribo a alguien o pienso escribiendo), intenta dar saltitos para ver más lejos. Otras veces se sube a algún elemento de mobiliario urbano, papelera o farola principalmente, para elevar el punto de vista. En ocasiones consigue colarse en edificios ajenos y acceder a las azoteas. Cádi siempre ha querido ver más lejos. Por eso sus tejados evolucionan a azoteas y más tarde desarrollan un apéndice llamado torre mirador. Pero no se equivoquen, que siempre hayamos querido mirar más lejos no significa que hayamos querido desplazarnos para ver. Siempre nos hemos conformado con lo que se veía desde aquí. Y ese era nuestro mundo, nuestro universo conocido. Eso, en otro tiempo, estuvo bien. Al principio era mucho. Luego fue suficiente. Pero al final fue poco y nos acabamos convirtiendo en el culo del mundo; en la ciudad conforme.
Decidimos, como aquellos conformistas concursantes del undostrés, plantarnos en mitad de la subasta. Quedarnos con un cuatro jugando a las siete y media. Hasta aquí hemos llegado. Nuestras referencias estaban dentro la distancia que alcanzaba nuestra vista. Con eso contrastábamos y decidíamos; Nos lo creimos y nos quedamos atrás. Anclados al XVIII.
Nadie nos convirtió en el culo del mundo; fuimos nosotros mismos voluntaria y conscientemente los que lo hicimos. We did it, como diría Dora la exploradora. Aunque a decir verdad, topográfica y geográficamente somos más bien el apéndice del mundo que el culo. Peor me lo pongo. El culo al menos sirve para algo (o para algos depende de cada quien).

Pero de repente, cuando el conformismo había infectado tan profundamente el apéndice que el único futuro posible era la extirpación, va y se juntan cuatro frikis pajilleros en un garage de estadosunidos (el típico chino con gafas, el típico gordo tragabollos, el típico empollón pelirrojo con gafas y el típico zumbao que va vestío de camuflaje al instituto) y se inventan internet. Lo sabía, las pajas no son malas. Y todo cambia, sobre todo la perspectiva.
Por primera vez en casi 300 años los gaditanos ven más allá de la bahía;¡y sin necesidad de desplazarse!... Pareciera como que nuestros genes lo supieran y hubieran decidido aletargarnos para evitar que nos distrajéramos en otras cuestiones mientras llegaba el momento.

Y nazco yo. Y decido dejar de dar saltitos y subirme a las farolas "pa vé er mundo der lejo" para hacerlo mejor a través del invento del empollón pajillero con gafa y los frikis de sus colegas. Y ¡¡¡pómmm!!!...la primera en la frente, me encuentro con un gilipollas aumentado por la lente de internet, un perfecto imbecil (ahora engancho con el título, ya estabas pensando que qué carajo tenía que ver, ¿verdad?) amplificado por los massmedia de los cojones, un carajote de libro cuya despejada frente se ve, a modo de brillante luminaria, desde cualquier rincón de internet y del mundo; incluso desde aquí, su apéndice.
En cádi no estamos preparados para soportar tamaña gilipollez (y mira que aquí también tenemos la ratio de gilipollas/m2 correspondiente). Somo aún inocentes en el mirar "der lejo". Este tío nos mancilla (qué buen café).
Un palo detrás de otro, no estamos preparados, la realidad supera la ficción, la visión del mundo debería tener dos rombos. Casi prefiero lo de antes, mirar el mundo desde una azotea con los medios del XVIII. Ojos que no ven corazón que no siente.

http://www.youtube.com/watch?v=bNh8dIpi_9M&feature=player_embedded#!

1 comentario:

  1. It,s true, friend, -my friend, como diria Dora- yo muchas veces prefiero ni pinchar algunos enlaces...
    Por cierto, en la calificación de este comentario cabría añadir un "lepartoelculoconunnabo".

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