Llevo ya más de la mitad de mi vida (acabo de darme cuenta)
escribiendo, saliendo y disfrutando de las ilegales. 22,23 o 24 años, no lo
tengo claro. Y nunca me ha disgustado que me llamaran ilegal; todo lo
contrario. Cuando algún familiar, amigo o público al que lanzaba perdigonazos seguidos
de cuplés me preguntaba porque nos llamaban así, sacudía el pito para expulsar
la mezcla de saliva y moscatel, lo enfundaba, cambiaba de registro y hasta de
tono y me ponía a contar batallitas de la vieja resistencia carnavalesca. Le
hablaba de la primera vez que vi una chirigota cantando en las trincheras de la
calle fuera de programas y concursos oficiales. Disfrutando y haciendo
disfrutar valientemente. Me acordaba de las historias que me contaba mi abuelo,
de la prevención, de la censura, del cambio de fechas y denominación de la
fiesta… y me acordaba de la conquista del domingo de carnaval chico con esa
pancarta colocada en un correos disfrazado de Iguoyima. Y entre la emoción, el
moraso y la falta de oxígeno por haber tirado por arribita minutos antes en el
final del popurrí, mesesartaban las lágrimas y acababa recorgao der nota
disiéndole -hermano, ayúdame a sentarme,
picha. Y aunque al día siguiente me arrepentía de lo ingerido y de lo dicho
con la lengua gorda, de declararme
ilegal siempre me sentí orgulloso. Es como ser de los indios.
El tiempo, los carnavales y los tipos me fueron dando la
perspectiva suficiente para apreciar el valor de aquello en lo que participaba
por pura diversión. Me fui haciendo consciente de la potencia de esta fiesta y de
su singularidad. Fui aprendiendo a entenderla sin piques, competencias ni
rivalidades. Y sobre todo, como el que descubre un frágil ecosistema, comencé a
sentir la necesidad de protegerla. De protegerla de las barras, de los
botellones, de las manipulaciones mediáticas, de los patrocinadores, de los
intereses y los interesados, de la masa… de la masa, de la cosa y de los otros
dos fantásticos de turno…
Nuestro carnaval, y en los últimos años especialmente el
ilegal guión callejero, es una manifestación cultural de primera magnitud: diferente,
original, participativa, popular, potente, rica, diversa, arraigada, auténtica,
inteligente, única, dercarajo… un bastinaso, vamo. Merecedora y necesitada de
un museo y de un hueco en la lista de la Unesco, pero sobre todo merecedora y
necesitada de respeto por parte de sus gobernantes. No de palos. Aunque por
otro lado, podemos estar tranquilos, por pura definición cada palo hace esta
fiesta más grande y más necesaria. Por eso mismo, como dijo aquél gran cuarteto
llamado “Star trek es mejón que star solo”: -¡Que
carapalo aguante a su biela!...
Poneos dos coloretes por pinturas de guerra y nos vemos esta noche a las 21:00 debajo de Moret, que estará
el hombre arresío, er chavá.
Pero se olvida usted querido amigo de que tan gaditano es el que canta a las 2 de la mañana , obviando el santo derecho del descanso de los demas , como el que desea descansar dos pisos mas arriba. Con lo cual su argumento no se cae por ilegal sino por falta de razón, dado que duranto todo el santo Domingo pudo usted cantar en la calle cuanto le pareció oportuno y que yo sepa nadie le reprimio nada por hacerlo.
ResponderEliminarLa contracultura, el underground....mucha gente no entiende estos conceptos. A ver cuando despertamos de la anestesia.
ResponderEliminarQuerido amigo anónimo, en ningún momento le he dado más porcentaje de gaditanismo a nadie. No soy yo de eso. Tampoco le he negado el derecho al descanso a ningún vecino anteponiendo el mío a divertirme. Pero convendrá usted que parece algo desproporcionado imponer el derecho al descanso a base de palos. Sobre todo si tenemos en cuenta que rara vez se toma esta medida en cualquier fin de semana de fiestas, botellones, erasmus, etc. Además, parece ciertamente torpe por parte de la autoridad competente llegar a este extremo tratándose de una celebración de carácter regular de la que se sabe que a esas horas y en esos lugares no está haciendo otra cosa que apagarse hasta el año siguiente.
ResponderEliminar?qué clase de responsable de seguridad ciudadana decide matar moscas a cañonazos?, ?por qué ordena tal despliegue tratándose de una fiesta local, familiar y casi íntima?, ?no conoce el sentido común ni el principio del mal menor?...
Y por cierto, no eran las 2 sino las 12 y media.
ResponderEliminarde momento Carlos Gallordo, superando sus complejos aparece con su nombre (aunque sea ficticio) y usted sin embargo, escondido en su cobardia se hace llamar anonimo para defender sus derechos, ¿por que? ¿se averguenza de hacerlo o simplemente no esta convencido de tenerlos?
EliminarYa salta el del discurso facilón del descanso. El descanso se respeta todo el año, pero no vivimos en un cementerio (todavía) y el año tiene sus excepciones (carnaval, semana santa, trofeo carranza, fin de año, navidad...). El resto del año, por sentido común, se está tranquilo y no hay molestias sonoras. Yo vivo cerca de la punta de san felipe y me fastidian algunas cosas, pero las acepto porque sé que aquello no es mi cortijo (vivo en una ciudad, no en un chalé en la barrosa), y sé sobre todo que en eso consiste la convivencia. En respetar a los demás en esos momento: ya sea cantar a las 2 de la mañana, procesionar durante 7 días con bandas de semana santa, hablarse a gritos en la playa o cortar la circulación de los aledaños al carranza por que hay un partido chulo en que se juega el ascenso. Eso sí, se gasta un dineral público y se 'altera el orden normal' de la ciudad para celebrar el 2012 y aquí nadie se queja. Es cuestión de querer a tu gente y quererte a ti mismo. Viva tu blog, gallordo.
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