La otrora irreductible y libertaria alma de la fiesta había sido
finalmente sometida por la mediocridad a fuerza de mirarse el ombligo. La
llegada de “Los herederos del viento” fijó inocentemente el punto a partir del
cual la ausencia de gracia comenzaría a contagiar a las otras dos Virtudes
Fundamentales: la originalidad y la afinación. ¿Cómo una tribu sin éstas podía
además subsistir sin Maestro afinador?...
Movido
por su instinto, el joven guerrero Piorró decidió abandonar la seguridad de los
muros de la Fortaleza Roja
y buscar la respuesta fuera. Cruzó los arrabales y se adentró en las viñas
salvajes donde consultó al Oráculo de la Paranoia : “El cuplé es a las agrupaciones lo que
la ensaladilla a los bares. Si la ensaladilla no es buena, no esperes que la
corvina con tomate lo sea”, le dijo. “Y recuerda, esta máxima incumbe a todas
las tribus, ya sean de 4, 12, 15 o 40 miembros”, sentenció.
El caminante
prosiguió su marcha. Exhausto, se detuvo a descansar junto al antiguo Pozo de La Jara. De repente, un
desbocado clamor de risas y palmas atrajo su atención. Un puñado de infieles
yacían desencajados por la risa que provocaban los afiladísimos cuplés de una
decena de tribus salvajes lideradas por su Diosa. Habían sido convocados allí,
en una especie de cónclave bajuno, para demostrar que la esencia seguía viva y
fuerte. El Joven guerrero Piorró se partió el pecho y descansó aliviado: el
espíritu seguía vivo, irreductible y libertario. Al fin y al cabo nunca le
habían gustado los muros; ni los coloraos ni los mentales.
Publicado en La Voz del carnaval el 15 de Febrero de 2013: http://carnaval.lavozdigital.es/noticias/2013-02-15/cuples-ensaladillas-20130215.html
¡¡¡Qué chulo!!!!
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