El pasado miércoles 30 de noviembre parecía simplemente un día más, un día como otro cualquiera en esta lenta pero imparable acumulación de muescas en la culata, o de palitos en la pared de la celda, que es la vida. Pero no lo era. Ese día pasaron muchas cosas; casi todas malas, según los mass media. Si atendiésemos menoss a los mass media, además de joderles el término y el invento a máss de uno, al pesimismo, al miedo y al desánimo le meteríamos mass de media. Pero es difícil, ya lo sé. Ni yo mismo lo consigo; de hecho, es escuchar la sintonía del telediario y entrarme la taquicardia en una especie de “mesientamalelpicanteperomegusta”.
Siento una irrefrenable necesidad de saber lo mal que va todo. No duermo tranquilo si no me intranquilizo. He cambiado el vasito de leche caliente por 59 segundos, Noticias 24 hrs., o las CNN nius. Me sienta mejor el mal trago y duermo de un tirón; como un niño shico. He pasado de tragarme grandes hermanos, islas de famosos y supervivientes encefalogramaplanáticos a seguir con ferviente devoción el tórrido romance entre la merkel y sarkosí. Ese imposible triángulo amoroso en el que cada vez que parece que se van a comé la boca aparece la prima esa y lo jode tó. No me pasaba esto desde Crystal; estoy enganchao. Y deprimido pero contento. Rico pero pobre.
Cada vez necesito leer más periódicos. Paso del Herald Tribune al Viva Cádiz como el que pasa de 3º a 4º de la ESO: sin despeinarme, casi sin asimilar nada, con la capacidad de asombro atrofiada y pensando que todo es una mierda. El disco duro que tengo por cerebro cada vez tiene menos espacio disponible por culpa de tanto mal dato inútil que, como un archivo temporal o una cookie, se instala en su interior para activarse en cuanto surgen las cada vez más habituales y amargas conversaciones sobre “la cosa” y lo mal que ésta está. Qué coñazo.. y qué enganchaera…
Recuerdo cuando todos seguíamos al calvo de la fórmula uno para aprender la terminología de las carreras. Pues lo de ahora es igual, modas del país donde vive uno. Los mismos que aprendieron a distinguir el pitlein del seifti car y se levantaban a las 4 de la mañana para ver qué tipo de neumáticos elegía Alonso en función de la temperatura del asfalto y el índice de humedad ambiental, son ahora los que debaten, en los mismos mundanos lugares que antes, y con las mismas mundanas maneras, si las agencias de calificación persiguen un apalancamiento económico de la zona euro a través de la liberación de activos tóxicos en países triple A o más bien por el contrario son precisamente sus rigurosas calificaciones las únicas que pueden calmar a los inversores ante una cada vez más cercana recesión global provocada por la inquietante subida de las primas de riesgo de los denominados países pigs. En fin, ¿qué carajo pasó el día 30?, se estará preguntando usted, querido y apreciado único lector, si ha sido capaz de seguir leyendo esta paja mental hasta la “ele” de final. Pues no se vaya, yo se lo cuento:
Entre tanto dato inútil, tanta diarrea informativa desparramada y tanta mala noticia, la peor de todas ellas, el anuncio del fin del mundo, pasó desapercibido entre los ya habituales terroríficos titulares de prensa; como el lobo del cántaro. El día 30 de noviembre, los periódicos decían: “El fin del euro se acerca”, “Cuenta atrás para el fin del euro”, “Europa tiene 10 días para salvar el euro”… 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4… (http://internacional.elpais.com/internacional/2011/11/30/actualidad/1322686437_374426.html)
Los americanos están relativamente tranquilos; tienen a Brus güilis. Pero, ¿y nosotros?... ¿a quién carajo mandamos para frenar el armaguedón?... ¿a la merkel?... bruta es desde luego como para partir el asteroide a cabezazos…
Si alguien recopila las noticias ocurridas desde el 30 de noviembre hasta hoy se dará cuenta de que la teoría de la cuenta atrás cobra sentido: El rey Juan Carlos se pega con una puerta, Iñaki Urgandoahín se lo lleva calentito, el rey baltasar condenado por un caramelazo (cómo está la monarquía…), la tecnócatra italiana se jarta de llorá, estandars an purs le baja la nota a media europa, la patronal española quiere quitar los puentes, altos cargos de Granada cobraron horas extras por ir al fútbol y a procesiones…
Mientras tanto, en una pequeña aldea gala-alemana llamada España, su recién nombrado líder cierra los ojos y la boca como el niño que espera que al abrirlos el monstruo se haya ido. No suelta prenda sobre sus planes a los que le han votado pero le cuenta lo que va a hacerles a sus súbditos a los que manejan el cotarro en Europa. ¿Y la gente qué?... ¿dónde hay que alistarse para combatir el enemigo?, ¿quién es el enemigo?, ¿fin del euro y fin del mundo es lo mismo?... no hay peor cosa que estar cabreado y no saber a quién partirle la cara, y ellos, los mercados, lo saben. Y lo están aprovechando. Qué mieo picha… 3, 2… mañana se acaba el mundo, perdón, el euro. ¿No podían esperar al madrí-barsa de pasao?...
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