Ya estoy aquí; perdón por no haber colgado nada en dos meses, pero es que en febrero entro en “modo carnaval” y solo mesocurren cuplés. Es lo que tiene vivir en Cádiz después de navidad, que intenta uno mirar el mundo con cierta perspectiva y acaba cantando en Capuchinos a las 4 de la mañana… A mi favor diré que no hay mejor entrenamiento para el pensamiento perspectivo que intentar crear un repertorio para una chirigota ilegal a un mes del estreno. Eso te obliga a afinar la percepción y a utilizar la visión poliédrica por cojones. Le hubiera venío bien a Ortega y Gasset (a cualquiera de los dos) sacar una ilegal para desarrollar su teoría del perspectivismo…no ni ná. En fin, lo que a ustedes puede interesarles de toda esta estúpida reflexión es que tanto entrenamiento perspectivo bajo presión suele dar sus frutos e incluso origina excedentes de producción. Vamos, que tengo pamplinas pa un año de blog…
Pero no me gustaría comenzar a publicarlas sin rendir un pequeño homenaje a las personas que dedican su tiempo, parcial o completo, a crear pamplinas; especialmente a las que crean los repertorios que conforman el carnaval de Cádiz: la manifestación cultural, basada en la aplicación de la perspectiva a la realidad, más importante del mundo conocido (por mí, claro, que no he pasao de Puntales). Es por eso que quiero reanudar la marcha de este blog desde donde se detuvo a principios de febrero con una reflexión, escrita con intención de ser publicada antes del inicio de la fiesta, que ve la luz ahora para homenajear y justificar a la gente que como yo, “pierde el tiempo con el carnaval”:
Carnaval perspectivo (leer a principios de febrero; o el día de la erizada)
En este preciso instante, mientras la mitad del planeta busca la forma de salir de la crisis y la otra mitad busca la forma de sobrevivir, Cádiz, una insignificante extensión de tierra rodeada de mar que por no ser no es ni isla (quizás deberíamos demoler el histórico puente Suazo para obtener ciertos beneficios fiscales, descuentos en los barcos, aviones y helicópteros, etc.), hace su parte del trabajo; cumple con su cometido existencial, que no es otro que facilitar al ser humano la accidentada travesía que es la vida transformando la mierda que le rodea en risa. Hemos tenido suerte, nos podía haber tocado cualquier otra tarea o función como sociedad o cultura; la mayoría más desagradables. Pero nos ha tocado esta; y la cumplimos.
Como un geranio que florece junto a un caño de aguas residuales, un mimo en un polígono o un jilguero que canta enjaulado en la ventana que asoma a las vías, Cádiz no cesa en su empeño: desmontando argumentos grandilocuentes, derribando estúpidas solemnidades, despreciando autoridades, protocolos y censuras, ridiculizando dogmas, levantando cátedras de sus asientos sentadas por cualquiera… ¿Y cómo lo consigue?... pues igual que el geranio, el mimo y el jilguero: comiendo mierda. No hay truco. O sí: reconocerse comemierda y comérsela sin echársela a pecho, para que te afecte menos, como el tabaco. Tragársela con la seguridad del que sabe dónde está el fondo y por tanto no teme caer más bajo, del que se sabe capaz de asimilarla y seguir viviendo. Y riendo. – ¿Qué me estás contando de la responsabilidad del ciudadano en la situación de los mercados?... cuidado, soy un comemierda y te lo advierto: mi sangre asimila la mierda y la transforma en coplas. Tú verás la trola que me cuentas y en el tono que lo haces. Primero me la tragaré, pero después igual la regurgito en forma de cuplé y entonces sí que te va a costar quitar el olor de su sonido…carajote!...
Mientras en otros lugares se entrenan para la guerra, compiten por desarrollar la mejor arma, la mejor campaña lavacerebros, el mejor método de usura financiera, etc., Cádiz se prepara para la batalla más sana del mundo. Basada en provocar el mayor número de risas, las carcajadas más explosivas o la emoción más profunda a partir de una mirada a la realidad con cierta perspectiva. Se acerca el carnaval y en eso (y puede que sólo en eso) somos una potencia. No habría ejército ni armada capaz de tomar Cádiz en una hipotética batalla de risas y coplas. Sería un bastión, más bien bastinaso, inexpugnable. –Qué tontería, ¿y de eso estáis orgullosos?, piensan algunos. –Así os va, dicen otros. –Eso, eso, vosotros tomároslo tó a cachondeo, amenazan aquellos. Son los que se niegan la risa a sí mismos y se la niegan también a los demás, confundidos de nacimiento defensores de una seriedad mal entendida incompatible con el humor; lo que viene a ser un muerto de asco, un triste, un amargao de toa la vida.
En este preciso instante, a pesar de ellos y de la seriedad y gravedad del mundo, en Cádiz hay numerosas mentes pensando cómo darle la vuelta cantando a las declaraciones de Berlusconi, o buscando la mejor perspectiva para explicarnos de forma sencilla y rimada los intríngulis de wikiliks, incluso habrá algunas intentando relacionar a base de doble sentido las medidas del gobierno con las de Dolores de Cospedal…mmmm… y aunque parezca increíble e incluso inútil, lo conseguirán. Y seguro que a alguien, intérprete o espectador, le alegran la existencia y le dan una pequeña excusa, que quizás no llegue ni a motivo, para justificar por qué seguir viviendo y tragando mierda merece la pena.
Esto es una forma de vida, una manera de relacionarse con el entorno y la propia existencia. Una más de tantas. Ni la mejor ni la peor, sólo una más. Pero tan necesaria como el resto. El tiempo y la evolución dirán cuán importante o no fue su aportación. Y si no lo dice, que nos quiten lo reío.
“Ya marca el paso, desde el Falla, la caballería;
ya combaten cuerpo a tablas las oficiales;
ya vela risas, agazapada, la infantería;
ya se alistaron, a la guerrilla, las ilegales.”
Pero no me gustaría comenzar a publicarlas sin rendir un pequeño homenaje a las personas que dedican su tiempo, parcial o completo, a crear pamplinas; especialmente a las que crean los repertorios que conforman el carnaval de Cádiz: la manifestación cultural, basada en la aplicación de la perspectiva a la realidad, más importante del mundo conocido (por mí, claro, que no he pasao de Puntales). Es por eso que quiero reanudar la marcha de este blog desde donde se detuvo a principios de febrero con una reflexión, escrita con intención de ser publicada antes del inicio de la fiesta, que ve la luz ahora para homenajear y justificar a la gente que como yo, “pierde el tiempo con el carnaval”:
Carnaval perspectivo (leer a principios de febrero; o el día de la erizada)
En este preciso instante, mientras la mitad del planeta busca la forma de salir de la crisis y la otra mitad busca la forma de sobrevivir, Cádiz, una insignificante extensión de tierra rodeada de mar que por no ser no es ni isla (quizás deberíamos demoler el histórico puente Suazo para obtener ciertos beneficios fiscales, descuentos en los barcos, aviones y helicópteros, etc.), hace su parte del trabajo; cumple con su cometido existencial, que no es otro que facilitar al ser humano la accidentada travesía que es la vida transformando la mierda que le rodea en risa. Hemos tenido suerte, nos podía haber tocado cualquier otra tarea o función como sociedad o cultura; la mayoría más desagradables. Pero nos ha tocado esta; y la cumplimos.
Como un geranio que florece junto a un caño de aguas residuales, un mimo en un polígono o un jilguero que canta enjaulado en la ventana que asoma a las vías, Cádiz no cesa en su empeño: desmontando argumentos grandilocuentes, derribando estúpidas solemnidades, despreciando autoridades, protocolos y censuras, ridiculizando dogmas, levantando cátedras de sus asientos sentadas por cualquiera… ¿Y cómo lo consigue?... pues igual que el geranio, el mimo y el jilguero: comiendo mierda. No hay truco. O sí: reconocerse comemierda y comérsela sin echársela a pecho, para que te afecte menos, como el tabaco. Tragársela con la seguridad del que sabe dónde está el fondo y por tanto no teme caer más bajo, del que se sabe capaz de asimilarla y seguir viviendo. Y riendo. – ¿Qué me estás contando de la responsabilidad del ciudadano en la situación de los mercados?... cuidado, soy un comemierda y te lo advierto: mi sangre asimila la mierda y la transforma en coplas. Tú verás la trola que me cuentas y en el tono que lo haces. Primero me la tragaré, pero después igual la regurgito en forma de cuplé y entonces sí que te va a costar quitar el olor de su sonido…carajote!...
Mientras en otros lugares se entrenan para la guerra, compiten por desarrollar la mejor arma, la mejor campaña lavacerebros, el mejor método de usura financiera, etc., Cádiz se prepara para la batalla más sana del mundo. Basada en provocar el mayor número de risas, las carcajadas más explosivas o la emoción más profunda a partir de una mirada a la realidad con cierta perspectiva. Se acerca el carnaval y en eso (y puede que sólo en eso) somos una potencia. No habría ejército ni armada capaz de tomar Cádiz en una hipotética batalla de risas y coplas. Sería un bastión, más bien bastinaso, inexpugnable. –Qué tontería, ¿y de eso estáis orgullosos?, piensan algunos. –Así os va, dicen otros. –Eso, eso, vosotros tomároslo tó a cachondeo, amenazan aquellos. Son los que se niegan la risa a sí mismos y se la niegan también a los demás, confundidos de nacimiento defensores de una seriedad mal entendida incompatible con el humor; lo que viene a ser un muerto de asco, un triste, un amargao de toa la vida.
En este preciso instante, a pesar de ellos y de la seriedad y gravedad del mundo, en Cádiz hay numerosas mentes pensando cómo darle la vuelta cantando a las declaraciones de Berlusconi, o buscando la mejor perspectiva para explicarnos de forma sencilla y rimada los intríngulis de wikiliks, incluso habrá algunas intentando relacionar a base de doble sentido las medidas del gobierno con las de Dolores de Cospedal…mmmm… y aunque parezca increíble e incluso inútil, lo conseguirán. Y seguro que a alguien, intérprete o espectador, le alegran la existencia y le dan una pequeña excusa, que quizás no llegue ni a motivo, para justificar por qué seguir viviendo y tragando mierda merece la pena.
Esto es una forma de vida, una manera de relacionarse con el entorno y la propia existencia. Una más de tantas. Ni la mejor ni la peor, sólo una más. Pero tan necesaria como el resto. El tiempo y la evolución dirán cuán importante o no fue su aportación. Y si no lo dice, que nos quiten lo reío.
“Ya marca el paso, desde el Falla, la caballería;
ya combaten cuerpo a tablas las oficiales;
ya vela risas, agazapada, la infantería;
ya se alistaron, a la guerrilla, las ilegales.”
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