Atenea las protegía. Con su cuerpo, con su pose. Segura de sí misma. Desenfundando su desafiante mirada antes que cualquier oponente tuviera tiempo de centrar la atención en sus protegidas. Había nacido Diosa y como tal miraba por encima del hombro a sus semejantes haciendo que inmediatamente dejaran de sentirse así al recibir el impacto de sus ojos. –No soy igual que tú, y lo sabes, parecían decir sus pupilas. Su exuberante aspecto atraía irremediablemente tanto a machos como a hembras: las piernas infinitas sobre sus tacones imposibles, la gigantesca distancia entre sus tobillos y el inicio de su falda, el escote veraniego en pleno enero, la guerrera abierta ahuyentando el miedo, su cabello recogido en un penacho que casi duplicaba su altura, los colores de guerra de sus garras y sus labios...
Impresionaba y atraía como un imán, pero cambiaba su polaridad para rechazar a los curiosos en los últimos metros, protectora. Pasamos junto a ella apocados, casi humillados por no ser capaces de mirarla de cerca; inferiores. Pero de pronto, Atenea nos obsequió con su voz al dirigirse a sus tuteladas: -¡aligerarse shosho!, ¡que yo también me meo!...
Hablar le hizo bajar la guardia y fue entonces cuando pudimos volver la cabeza y distinguir, entre el seat león y el citroen que las parapetaba por los flancos, como emergían, como dos pollitos abriendo el pico, la Yurena y la Yarisa. Las otras dos divinidades que completaban aquella ordinarísima trinidad. Ambas, tras la seguridad del parapeto, replicaron: -¡no te gire shoshito!, ¡que me se va vé er totito!...
Mientras Atenea contestaba al Kevin que las esperaba con una llamada que relataba otra realidad distinta a la por nosotros presenciada, una riada de orín y papelillos trajo la erizada y el carnaval hasta nuestros zapatos. Ya está aquí, sin pregón ni ná. Disfruten.
Publicado por mi otro yo, Javi Be, en La Voz del Carnaval: http://carnaval.lavozdigital.es/noticias/2013-01-18/olimpo-gaditano-20130118.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario