Noviembre de 1988:
Tras varios años de intensas
investigaciones, el Departamento de Antropología de la Universidad de Yeil y la
NASA, llegan a la conclusión de que la especie humana está a punto de dar el
siguiente salto evolutivo.
Gracias a una serie de bio-indicadores,
ambas instituciones han alcanzado la certeza de que el ser humano está a punto
de evolucionar hacia una nueva forma más avanzada y adaptada a los tiempos que
corren. La era del homo sapiens está a punto de finalizar para dar paso a una nueva
especie.
El director del departamento de
antropología de la Universidad de Yeil está convencido de que ese
acontecimiento tan importante para la ciencia está a punto de ocurrir, pero
tiene algunas dudas: ¿dónde ocurrirá?, ¿cuándo exactamente?, ¿supondrá la
aparición de esa nueva especie la extinción del homo sapiens?... ¿será una
especie hostil?... ¿llegará la tantas veces recreada invasión de la tierra
desde el espacio interior en lugar del exterior?...
A pesar de ser yanquis, los
miembros del departamento de antropología de la Universidad de Yeil, con su
director al frente, y la NASA, no tenían ni puta idea; pero como siempre,
decidieron aparentar que la tenían tomando cartas en el asunto y preparándose
por si tuvieran que salvar el mundo. Por si la nueva especie resultaba hostil,
decidieron rastrear el planeta entero para controlar cada nacimiento y estar
presentes en el momento en que apareciera el primer individuo.
Como modernos Herodes, pusieron
sensores y cámaras en las principales ciudades del mundo, alertaron a todos sus
científicos, colocaron informadores en los principales hospitales, orientaron
sus satélites realizando barridos por todo el planeta, avisaron al FBI, a la
CIA, al CSI... y por último avisaron a brus güilis, que acaba de estrenar la
jungla de cristal, para que fuera preparando una película sobre el asunto…
Noviembre de 2013:
Tras 25 años de investigaciones y
rastreos y justo cuando la NASA y el departamento de antropología de la
universidad de Yeil estaban a punto de detener la búsqueda, ocurrió lo
imprevisto. La ciencia avanzó como pasa casi siempre, por casualidad. A newton
le cayó una manzana en lo alto y descubrió la gravedad, ¿no?... pues el
director del departamento de antropología de la universidad de Yeil también
descubrió la gravedad… pero en este caso la gravedad de la situación, cuando
vino a Cádiz a visitar a su hija que estaba de Erasmus y al llegar al portal
del bloque donde la susodicha vivía le cayó un tanga en la cabeza. Supo inmediatamente
que era el tanga de su hija por 3 motivos:
- el 1º, porque por supuesto iba
decorado con la bandera de las barras y estrellas (entre otras cosas para poder
recibir la subvención del gobierno para la película y poder pagarle el pastón
acordado a bruce willis). La barra era la tirilla del tanga.
- El 2º porque tenía
bordadas sus iniciales.
- el 3º porque al mirar hacia arriba escuchó la voz de
su hija en un perfecto inglés-americano del norte de ojayo gritando: -oh my
god!, fuck me!, fuck me!... fuck meeeeee!!!...
Subió tan decidido a poner orden
en el piso donde su hija copulaba que lo hizo por la escalera sin reparar en
que había ascensor. Asfixiao, alterao y colorao llamó al timbre. Al instante,
una versión gaditana y chunga de cristiano ronardo le abrió la puerta
completamente desnudo. Nada más ver a aquél ser canijo y renegrío tan solamente
cubierto por la bufanda del cádiz, un grueso cordón de oro al cuello y un
anillo del camarón, tomó aire y exclamó con tono grave mostrando el tanga de su
hija con la mano derecha extendida: - what is this?...
A lo que el canijo, para su
asombro, respondió estrechándole la mano a través del tanga:
- Juan luí, juanlu
pa ti, pasa polla… y lo invitó a pasar haciéndole un gesto con la cabeza para
que lo siguiera.
Aquél descaro, aquella
naturalidad, impresionaron al científico. Como padre estaba enfadado, pero como
científico… maravillado. Nunca había visto ese comportamiento ni esa capacidad
de improvisación en ninguna persona conocida. Esa criatura se había adaptado
completamente a tan complicada situación en milésimas de segundos. Aún así, en
honor a su hija intentó mostrarse duro y mantenerse firme en sus argumentos;
pero, sin saber cómo, el renegrío le dio coba y en cuestión de minutos se vio
de nuevo en la calle. Aunque algo había cambiado en él.
Fue como una revelación. De pronto, se dio cuenta de varias cosas: la primera
que aquel individuo aparentemente ignorante hablaba un idioma tan sumamente
sofisticado que podía aprenderse en apenas un cuarto de hora. Se percató de que
tras discutir con el renegrío, era capaz de entender perfectamente el dialecto
de los lugareños. Sabía el significado de "picha", "bastinaso", "coone", "aro-aro", "ajín", "ay-ay"
y "cogeslo ahí". Y lo más increíble, ¡con esa escueta lista de expresiones era
capaz de comunicarse en la ciudad!... A su lado, el famoso método del inglés
con mil palabras era un auténtico mojón.
La segunda cosa que advirtió era que
no había ninguna duda de que el individuo que esperaban encontrar desde hacía
más de 20 años había nacido allí, en el culo del mundo, en Cádiz.
Y la tercera que ese individuo de
nuevo se estaba intentando reproducir porque el tanga de su hija volvió a
caerle en la cabeza cuando salió del portal y llegó a la calle…
El mundo estaba cambiando y él no estaba preparado para
soportarlo. Pero lo que el yanqui no se podía imaginar es que aquí, en esta
pequeña ciudad que estaba tan en el culo del mundo que ni siquiera la habían
rastreado, iba a encontrar individuos que si estaban preparados para los nuevos
tiempos; iba a encontrar al próximo eslabón en la cadena humana.
Maravillado y excitado al mismo tiempo,
dio orden de trasladar todos los equipos científicos hasta Cádiz para comenzar
inmediatamente la investigación. Orientaron los satélites hacia aquí,
rastrearon con el google Hearth, mandaron científicos… no se había visto un
despliegue igual desde que encontraron a eté. A los pocos días un montón de vehículos,
furgonetas y trailers con aparatos de medición y laboratorios portátiles
entraron en Cádiz. Pero entonces surgió un problema que estuvo a punto de
frustrar la investigación: no había aparcamiento. Tras varias horas dando
vueltas a la ciudad, finalmente el ayuntamiento concedió permiso a la caravana
científica para ponerse donde se pone el
circo: al lao del mercadona. Y claro, entonces ocurrió lo que ocurre cuando viene
el circo a Cádiz: que saltó el levante y la señal de los sensores, transmisores
y parabólicas se fue al carajo. Tuvieron que llamar a ONO y entre conseguir que
las telefonistas les atendieran y les entendieran y mandaran al técnico perdieron
un par de meses.
Una vez instalados y solventados
los problemillas iniciales, los yanquis enviaron espías a los hospitales de la
ciudad y comprobaron todas las ecografías.
Realizaron algunos hallazgos muy llamativos.
Por ejemplo, advirtieron que muchos de los fetos traían el cordón umbilical alrededor
del cuello a modo de collar y que éste presentaba un extraño color dorado. En
los dedos de las manos, tenían unas malformaciones que parecían anillos y la
postura fetal más común era una en la que el feto parecía apoyar la palma de su
mano izquierda en el corazón al tiempo que elevaba la mano derecha abierta a
modo de brindis y abría la boca hasta desencajar la mandíbula. Según algunos
celadores, era la clásica postura de final de pasodoble de comparsa chunga. Los
científicos observaron que cuando una criatura nacía, y el médico, tras
elevarlo por los pies, le daba dos cachetes en el culo para que rompiera a
llorar, en lugar de llorar ponían el labio superior sobre el inferior y
preguntaban desafiantes: - quién ha hecho?... Acto seguido lanzaban un gargajo al
médico acompañado de un fuerte codazo. Detectaron que cada vez con mayor
frecuencia las incubadoras amanecían llenas de pintadas por dentro y con las
esquinas meadas…
Con el tiempo consiguieron
incluso desarrollar una sencilla prueba para saber si la criatura que portaban
las embarazadas en su interior eran ejemplares de la nueva especie sin
necesidad de ecografías. La prueba consistía en pasar un langostino por la
barriga de la madre. Si el feto pertenecía a la nueva especie se veía como el
bulto se desplazaba claramente siguiendo al langostino; como si fuera un imán.
Al poco tiempo llegaron a la
conclusión de que el salto evolutivo se estaba produciendo en Cádiz y no sabían
desde cuando. Aquí, la especie humana evolucionaba ya hacia un estadio diferente,
hacia un individuo superior que se estaba adaptando a los cambios de forma
vertiginosa y sin sufrir por ello. Era una especie capacitada para quitarle
importancia a los problemas y así asegurar su supervivencia. Mientras el resto
de la humanidad se deprimía con la sobreinformación sobre catástrofes, guerras,
terrorismo y la maldita crisis, ellos no veían ni el telediario. El homo
sapiens sufría estrés, ansiedad, miedo y depresiones al no poder adaptarse a
los cambios a los que la nueva situación mundial le obligaba. Mientras, los
nuevos individuos parecía que hubieran vivido muchas vidas y nacieran sabiendo,
con experiencia, parecía que venían de vuelta de tó.
Sin duda la nueva especie era
superior. Se adaptaba mejor. El homo sapiens se extinguía y empezaba el tiempo
del resapiens, del homo resapiens… del hombre resabiao. Así fue bautizado.
Para entender los principales
rasgos de la nueva especie basta con leer el siguiente fragmento del artículo
publicado poco tiempo después del descubrimiento por nuestro protagonista, el Director
del departamento de antropología de la universidad de Yeil, en la prestigiosa
revista sains (escrito Science). (Si algún resapiens está leyendo esto se
estará preguntando en este momento -desde cuando carajo carlos sains tiene una
revista...). En fin, aquí va el artículo:
Nacimiento y auge de una nueva especie: el homo resapiens. Del “buenas
tardes, cómo te encuentras” al “cogeslo ahí!”. Por: Michael O´sullivan.
… La principal característica del resapiens es la ignorancia y la
segunda la indiferencia ante el conocimiento. Todo le da igual. Si a un resapiens se le pregunta: -¿te has
enterado que a causa de la crisis europa ha entrado en recesión?, sin duda, su
respuesta será un contundente y clarificador: -¿lo qué?...
La nueva especie ha resuelto algunos viejos problemas. Por ejemplo se
ha dado cuenta de que el antiguo dicho de que “el saber no ocupa lugar”, es un
error; porque cuando nueve individuos tienen que vivir en un partidito de 30
metros, lo primero que sobran son los libros y las enciclopedias. En su lugar
un buen plasma de 60 pulgadas y todo solucionado. Mucho menos polvo; dónde va a
parar… Si trasladamos esta apreciación a su hábitat, en este caso Cádiz, el
saber ocuparía demasiado lugar. Sobre todo con la falta de aparcamiento que
hay. De ahí que entre construir una biblioteca o un aparcamiento se opte
normalmente por lo segundo. Y a falta de libros, una buena pantalla led de 500
pulgadas en cada esquina. Mucho menos polvo; dónde va a parar…
Asombrosamente, a pesar de su
ignorancia, el resapiens se desenvuelve perfectamente con las nuevas
tecnologías. Al poco de nacer ya se rodean de todo tipo de aparatos de última
generación que manejan con total soltura sin, por supuesto, leerse las
instrucciones: móviles 4g, aipas, aipos, emepecuatros, jomsinemas, wiis y por
supuesto la princes. Entienden la tecnología como una extensión del cuerpo y
confían ciegamente en ella. Es por eso que tratan de aprender sólo aquellas
cosas que no puedan hacer las máquinas. Aplican aquél viejo pensamiento
infantil de: - para qué voy a aprender a sumar habiendo calculadoras…
El resapiens sobrevive minimizando su actividad cerebral al máximo. La
ignorancia le da la felicidad. El resapiens gaditano se adapta a los nuevos tiempos de una forma
asombrosa. La clave está en quitarle importancia a las cosas y tirar palante,
en ser feliz.
La simpleza mental del resapiens
aunque al principio pareció un paso atrás en la evolución de la especie,
una pifia de la naturaleza, finalmente demostró ser el factor determinante para
evitar la extinción total del ser humano.
Su volumen cerebral puede ser incluso mayor quel del sapiens aunque al
contrario que éste, tiende a utilizar
cada vez menos cantidad. Como por todos ustedes es sabido, el volumen del
cerebro se mide en centímetros cúbicos; pues bien, en el caso del resapiens, curiosamente
se dan cuatro medidas diferentes en función de su edad: de 49 c.c., de 125
c.c., de 250 c.c. y el denominado cerebro G.P. A los individuos poseedores de
un cerebro con mayor volumen, un cerebro G.P,
se les denomina vulgarmente “cabeza”.
Los resapiens adolescentes, localmente conocidos como angangos (canis),
sólo tienen una neurona que, por efecto de la continua ingesta de
psicotrópicos, se desplaza por su vacío cerebro a toda velocidad rebotando con
las paredes y provocando impulsivamente la toma de decisiones…
Tras adentrarnos un poco en las
características del resapiens gracias a este riguroso artículo científico, retomamos
nuestra narración sobre los hechos:
Los americanos estaban
maravillados; brus güilis, recién estrenada la jungla de cristal 5, ya estaba
en Cádiz. Siguiendo el método estanislaski, se había instalado en Loreto en el
seno de una familia típica vecina del renegrío. Las estaba pasando putas; ni el
mismísimo brus güilis podía con la nueva especie. En la jungla de cristal había
sido tiroteado, vapuleado y apuñalado mientras caminaba descalzo por el suelo
lleno de cristales, pero en ninguna de sus secuelas nunca nadie le había tirado
un gargajo desde un tercero al tiempo que le gritaban -¡carvo cabrón!... Tampoco
le habían dado una catea ni le habían puesto un rabo al agacharse a coger algo.
Para seguir con la investigación y
comprobar como el resapiens era capaz de adaptarse a las situaciones más extremas,
los yanquis seleccionaron una familia típica gaditana y realizaron un
seguimiento exhaustivo. La familia la componían cinco miembros: El padre, que
se llamaba Eloy (adaptación de “cogeslooo ay!”, frase que repetía continuamente),
la madre, llamada Ira (debido a su insistencia cotillera: “ira, ira”…), el
niño que se llamaba niño y la niña, niña. El
último miembro era el abuelo que se llamaba güelo. El abuelo era el principal
sostén de la familia pues todos dependían de su pensión. Aún así, no parecían
vivir mal y no les faltaba de ná (hacía meses que tenían el galaxy 4 y las
goguel glass).
Para comprobar si verdaderamente la
nueva especie se adaptaba a cualquier tipo de cambio, los yanquis decidieron
que había que someterla a una prueba definitiva. A un trauma extremadamente
duro. Decidieron cargarse al abuelo y analizar el comportamiento del resto de
la familia.
Cuando el abuelo la espichó
(apareció muerto), la familia comenzó a llorar
y tras incinerarlo, decidieron hacer realidad su deseo: que echaran sus
cenizas a la bahía. El cortejo fúnebre, por cierto, absolutamente bajuno, se
reunió en la Barriada de la Paz. Tras quitarle la tapa a la urna, Eloy la lanzó
con to sus ganas al agua al tiempo que otros resapiens presentes en la zona
decía unas últimas palabras a modo de oración de despedida: - ¡buena mano,
Eloy!, ¡iiiiiiiiiiiiiiiinnnn!, ¡caaaa…!, ¡con esa carná lo mismo coge una urta,
picha!... Todo estaba siendo registrado por los científicos que habían
instalado cámaras y sensores en la zona. Pero entonces ocurrió algo que los dejó
maravillados: la urna cayó en la bahía, pero como cuando uno echa la taza del
café al fregadero lleno de agua, salió a flote. La familia estaba aparentemente
hundida. Todos menos el abuelo, claro, porque la urna se quedó flotando a unos
metros del paseo de la barriada. Quedaron en silencio, los sensores trataron de
autoajustarse como buscando algo; era un momento dramático del que no parecía
que pudieran sobreponerse. El silencio solo fue roto por el susurro de uno de
los técnicos que grababan la escena que reflexionó en voz baja: - claro, el
principio de flotación de Arquímedes… Pero fue entonces, al escucharlo, cuando el
resapiens reaccionó demostrando su verdadera capacidad, la que lo hacía
diferente a su antecesor. Eloy, entre lágrimas, se agachó, cogió una piedra y
lanzándosela al abuelo gritó: - ¡Arquímedes!!!!!... A lo que todos, al
unísono, respondieron: -
¡caaaaaaaabrón!!!... Y comenzaron a tornar el llanto en risa. Niño, el niño,
todavía lloriqueaba cuando cogió una piedra y la tiró a la urna donde yacía su
abuelo. Al no acertar gritó: - ¡tus muertos agüelo!… Todos enmudecieron, pero
casi instantáneamente, a la par que secaban sus lagrimas comenzaron a mirar a
su alrededor buscando alguna piedra que tirarle al abuelo. Poco a poco, como
las piedras escaseaban en el paseo de la barriada, comenzaron a tirarle
cualquier tipo de objeto que hubiera por allí. Era una competición y en
cuestión de segundos habían olvidado el mal trago superándolo a base de
intentar hundir al hasta hacía pocas horas principal sostén de la familia. La
única que no parecía superarlo era Ira, la madre. Ira lloraba cabizbaja junto
al poyete. De repente, entre sollozos, exclamó: -no mabéi dejao ni una piera, ¡cabrones!...
En ese instante cogió una litrona que había en el susodicho poyete y la lanzó
con tal fortuna que tras trazar una parábola perfecta cayó sobre la urna
hundiéndola del tirón en las profundidades de la bahía. Ira se volvió eufórica a
los presentes haciendo cortes de manga y gritando: - ¡toma! ¡toma!… La fiesta se
desbocó y la madre ocupó inmediatamente el liderazgo dejado por el abuelo.
Los científicos no daban crédito,
acababan de lapidar (de tirar piedras y también lapos) al abuelo y de rematarlo
de un botellazo y estaban descojonaos. Los sensores y las grabadoras no daban
abasto…
El culto a la muerte, los
ancestrales ritos del más allá, eliminados de un plumazo, superados en cuestión
de segundos por un botellazo.
Los científicos, impresionados,
siguieron investigando durante meses y se dieron cuenta de muchos más detalles
que convertían a los resapiens en seres superiores. Por ejemplo, que ya nacían
adaptados al cambio climático y por ello no tenían necesidad de guardar la ropa
de invierno o la de verano. Se vestían por capas que trasvasaban directamente
de la percha que solían tener tras la puerta del dormitorio a su cuerpo y
viceversa. De ahí la asombrosa rapidez con que aparecían los plumas y los
forros polares en cuanto bajaban unos grados las temperaturas en octubre y las
chanclas y las bermudas en cuanto el Lorenzo apretaba en semana santa.
Desapareciendo así la rigurosa rigidez del ritual del cambio de ropa de épocas
pasadas. Igualmente ocurría con la ropa de cama, por eso el resapiens guardaba
permanentemente bajo su almohada tanto el esquijama como el pantalón de chándal
recortao y la camiseta de gruyer.
Al contrario de lo ocurrido con
otras especies, la transición, el paso del género sapiens al resapiens no
supuso la extinción total del primero. Las dos especies conviven pacíficamente desde
entonces aunque gracias a determinados indicadores podemos constatar el
progresivo dominio del resapiens en detrimento del sapiens. Pero, ¿cómo
distinguir un género de otro?... En principio y a simple vista, es difícil.
Habría que recurrir a los anteriormente mencionados indicadores y al infalible “test
de clasificación del E”. Hagan la prueba, pregúntenle a la persona que tienen
al lado si pertenece al género resapiens. Si su respuesta es un claro -eeeehhh?
o un indiferente -¿lo qué?, no hay duda, el test es positivo. Pero hay
ocasiones en que no es necesario ejecutar el test. Basta con practicar la
observación sobre los individuos que tenemos alrededor y atender a los
indicadores. Sus costumbres y modos de vida están tan simplificados que la
naturaleza se encarga de ir sustituyendo poco a poco a la otra especie y cada
vez nacen más resapiens.
La ignorancia voluntaria del
resapiens, a pesar de que a los sapiens nos parezca lo contrario, es su
principal fortaleza. Es una brutal demostración de inteligencia. No querer
saber más acerca de nada supone un salto evolutivo de dimensiones desproporcionadas,
algo así como el descubrimiento del fuego o la invención de la rueda.
La curiosidad y el ansia de
conocimiento del homo sapiens supusieron el comienzo de su decadencia. Saber
más de las cosas y la necesidad de información hicieron que el sapiens aumentara
su vulnerabilidad ante el estrés y la ansiedad. No saber más le agobiaba, le
producía taquicardia y le impedía ser feliz. La cita más famosa realizada por
un sapiens y que puede resumir mejor su angustia vital es: “solo sé que no sé
nada”. En cambio, un resapiens capacitado para enlazar una secuencia de
palabras de más de cuatro elementos, definió perfectamente a su especie con una
reformulación de la antigua frase: “sólo sé que no sé nada y además me importa
un carajo”.
Por todos estos detalles, el
Director del departamento de antropología de la universidad de Yeil, tenía
claro que había nacido una nueva especie. Pero había un problema. El
aislamiento natural de Cádi había mantenido a la nueva especie contenida en su
territorio ya que la curiosidad por viajar y conocer otras culturas no existía
en el resapiens. Lo más lejos que llegaban de su entorno era al puente carranza
a practicar su principal forma de sustento y ocio: la pesca. Y ahora, con la
pesca prohibida en el puente, ni eso. La pesca le permite relajarse
poniendo la mente en blanco durante horas y concentrándose en un solo punto, la
boya. Es como el yoga o el taichí pero más bajuno.
Los científicos tenían claro, que
si el resapiens era la nueva especie que iba a dominar el mundo, debía
extenderse por todo el planeta. Pero los resapiens no salían de cádi, no
pasaban del puente. Algo fallaba y se fueron desanimando. Algunos generaron la
teoría de que las murallas que rodeaban la ciudad, una vez que dejaron de
servir para su defensa, habían actuado como presidio para la nueva especie;
creando una especie de barrera mental infranqueable construida a base de
machaconas y autogeneradas afirmaciones del tipo: “Cádi e lo mejón der mundo”, “como
Cádi no hay ná”, “esto es cádi y aquí hay que mamá”, “como en casa de uno no se
caga en ningún lao”, “dónde va a está tú mejón que en tu casa”, “cádi e un
bastinaso” y “ole ole mi cai, y lo digo a boca llena, y el que no diga ole que
se le seque la hierbabuena”. Una especie de síndrome de Estocolmo pero en
chungo.
Los científicos, con el director
del departamento de antropología de la universidad de Yeil a la cabeza, pensaban
que quizás fuera un paso en falso en la evolución, una pifia de la naturaleza, y
abandonaron la investigación.
Regresaron a su país, incluido el
director del departamento de antropología de la universidad de Yeil, totalmente
desilusionado, y su hija. Y bruce güilis, completamente humillado. Pero cuando el
Dr. Maikel O´sullivan creía que ya no viviría para ver el nacimiento de la
nueva especie, ocurrió el milagro. El científico se dio cuenta de que su hija
no paraba de engordar desde su llegada. Temiéndose lo peor y aprovechando que
un día se quedó dormida en el sofá, el científico acercó el oído al vientre de
su hija. De repente, escuchó la siguiente frase: - güelo, la paga… y recibió un seco
golpe en la sien que mantenía apoyada contra el vientre de su hija. Como un
cosqui. Mareado y sangrando, se miró en el espejo comprobando asombrado como en
la sien, perfectamente impresa por el golpe, tenía la silueta del Camarón.
No había duda, el homo resapiens
había desarrollado un modo de expansión perfecto que le llevaría a dominar el
mundo sin moverse de su casa: dejar preñadas a las cientos de erasmus que todos
los años acudían a estudiar español a Cádiz. La expansión sería lenta pero
segura; y sobre todo cómoda.
El padre quiso comprobarlo
haciendo la ecografía a su hija y no se equivocó. Portaba en su interior un
magnífico ejemplar de resapiens en postura comparsista con el cordón umbilical
enrollado al cuello y los dedos llenos de malformaciones en forma de anilllos dorados
del camarón.
Cuando nació, los principales canales americanos como la ce ene
ene, la ce be ese y el nachional geografi no quisieron perderse el
acontecimiento y emitieron en directo el momento justo en que al asomar la
cabeza por la entrepierna de su madre, pronunciaba su primera palabra; que por
cierto, no fue ni mamá, ni papá, sino un claro y contundente
- eeeeeeh?,
seguido de un no menos clarificador
-¿qué carajo estái mirando, cabrone?…
Fin
by carlosgallordo@hotmail.com