La navidad comenzaba
por tanto con los soniquetes que llegaban hasta mi cama y con la ilusiones
guión oportunidades que éstos traían. Cada número era una oportunidad de hacer
realidad una ilusión. A primera hora, cuando entrevistaban al flipao ese que se
hacía los trajes con pesetas o con billetes de lotería y a los dos típicos
colegas que viniendo de recogida con un moraso der dó se ponían en la cola del
salón de loterías pensando que era la de los churros, mi corazón estaba tan
hasta las trancas de ilusiones como el bombo de números guión oportunidades.
Pero a medida que avanzaba el sorteo, como si de un tráiler de la navidad se
tratase, las ilusiones menguaban al tiempo que las oportunidades. Y es que eso
es la navidad para la mayoría de la gente; una sucesión de oportunidades
perdidas de hacer realidad las ilusiones. Empezando por el gordo que nunca te
toca, seguido de unos seres queridos que nunca vuelven por más tabletas del
almendro que te jinques y de un papanoel que en tu casa sigue siendo un segundón en eso
de los regalos o que ni siquiera comparece con la excusa de que no tienes
chimenea, pasando por una nochebuena sin gambas o con turrón de suchar de marca
blanca, continuando por unos deseos de año nuevo que sabes que no se van a
cumplir pues si ni siquiera tienes cojones de cumplir tus propios propósitos de
hacer dieta, dejar de fumar y empezar a correr por la playa cómo carajo esperas
que alguien te conceda a ti un deseo…
Pero a pesar de todo esto, siempre, año tras año, a pesar de
los palos y los desengaños, volvemos a concentrar los despojos de nuestras
ilusiones en una última oportunidad: la noche de reyes. Nos lo jugamos todo a
una carta; nunca mejor dicho. Y eso que, porque lo hemos vivido, sabemos lo que
puede pasar:
- ¿ya puedo entrar papá?...
- Espera, espera que me ponga las zapatillas… ya, venga, abre la puerta...
- ¡bieeeennnnnnn!... ¡mira, papá!, ¡un paraguas de chocolate!...
¡y un Baltasar de chocolate!...
- ¡busca!, ¡busca!... que tiene que haber más regalos…
- ¡monedas de chocolate y conguitos!... ¡y un chándal del colegio!...
- ¡busca!, ¡busca!...
- …ya no veo más regalos… ¡ah, si!, ¡unos calcetines!...
- Mira detrás de ti, ¿no ves algo muy grande?...
- Si, un robot… pero eso no es para mí…
- ¡claro que si, hombre!, yo creo que habla y se le encienden los ojos…
- No, yo no he pedido un robot, yo quería el tragabolas…
- …a lo mejor es que el robot se llama tragabolas… y los reyes
san confundío…
- Pero yo no quiero un robot
- …a lo mejor es un robot tragabolas, mira… (le mete un polvorón
de los que le han sobrado a los reyes junto al cubo de agua para
los camellos)
- Papá, se va a atascar. Y yo no he pedido un robot, he pedido el
tragabolas
- …ya…pero… igual es que en oriente los tragabolas son así, con forma
de robot… ¡joder!
(intentado extraer el polvorón de la boca del robot)… no, si al final me
voy a lastimar…
(retorciendo el índice en el interior de la robótica boca para sacarlo)…
¡ay!, ¡ya me cortao!....¡
con la puta madre del robot!…
- Papá, los robot no tienen madre…
- ¡Y tú no tienes regalos!, ¡éa!, ¡castigao sin robot!... yastoy yo hastar
carajo de tanta navidá y tanta lucecita… ¡con los muertos del amigo
invisible y del tragabolas de los cojones!...
- Papá, cojones es una palabrota…
- Ha sido el robot…
- Papá, los robots no dicen palabrotas…
- ¿ah, no?, ni tragan bolas ni dicen palabrotas… ¿entonces qué carajo
hacen los mierda de juguetes estos?, ¿tocarse los cojones?...
- …hablan y encienden los ojos….
- ¡po ála!, ¡a chaslá con el robó!... y si se pone pesao le metes conguitos
y jugái a que es un tragabola…
¡Cuántos regalos no deseados y cuántas ilusiones rotas!...
algunas por imposibles (-queridos reyes
magos: quiero un ático), otras por no entendidas (-…y una nintendo de ese… ¿de ese de quién?... yastá el niñato este con
los enigmas, cómprale un chanda y una pelota y a juí…), y muchas, muchas, por
agotadas (-¿la draculaura?, lo siento
está agotada… y la isla de los gormitis también… -agotado estoy yo que llevo
recorríos to los carrefuses y corteingleses de la provincia… con los muertos de
las moster jais y la puta madre de los gormiti de agua…)…
Por eso, cuando ayer pasé por el ayuntamiento y lo vi
envuelto así, pensé:
-diooooooo… menudo regalito; pobre del que le toque en lugar
del tragabolas o la draculaura… yo prefiero hasta el robot… pero… ¿un ayuntamiento?,
¿con lo que suele tener dentro?… NI REGALAO…
Eres el mejón.
ResponderEliminarTenía ya ganas de que escribieras algo así, larguito. Un saludo.
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