Llevo varios días noqueado; nublada la mente y reducida la capacidad de atención, no consigo concentrarme y además estoy de un irascible que te cagas. Por eso no escribo ná. Y no es por la asquerosa campaña electoral. O no sólo por ella. En estos días se da en Cádiz una desgraciada conjunción astral que como mucho sólo puede repetirse cada cuatro años: campaña electoral, temporal de viento de levante y el circo de Teresa Rabal. Ahí lo llevas. Ríete tú del armaguedón, del juicio final y del trompetista del apocalipsis.
Como la campaña electoral la padece igualmente el resto del país y Teresa Rabal ya cantaba el veo-veo antes de que la mitad de los españoles hubieran nacido, me centraré únicamente en explicarles qué es el Levante.
Si le preguntáramos a cualquier gaditano qué es el levante, obtendríamos respuestas del tipo: un coñazo, una putada, o un viento de mierda. Al levante se le teme y se le odia al mismo tiempo, especialmente si, como en estos días, aparece en forma de temporal. La única defensa posible es predecirlo y no salir de casa (y aún así el pan se pone duro, las cañerías apestan y el zumbido te aturde durante el sueño). A fuerza de despeinarse y echarse colirio los gaditanos han desarrollado una particular metodología de predicción meteorológica basada en la experiencia y en la observación directa de la naturaleza.
Entre todos los indicadores que anuncian que "ya va a saltá el levante", hay uno particularmente interesante por lo aparentemente absurdo de la correlación establecida: la llegada del circo a Cádiz. Así, como suena. La sabiduría popular así lo ha transmitido desde tiempo inmemorial. Y es absolutamente cierto. Desde que los romanos trajeron el mayor espectáculo del mundo a Gades, pasando por la actuación de Pinito del Oro, la del mítico Fofó, y las de Ángel Cristo, Rudy, Fofito y el ligre, hasta la incombustible Teresa Rabal, la llegada del circo siempre ha venido acompañada por el Levante.
-Yastá aquí el circo...
-ojú, ya va saltá el levante...
Esta vez el temporal está durando mucho y debe ser como decía al principio por la coincidencia de la llegada de otro circo, el de la campaña electoral. Pan y circo + levante y circo... pa volverse loco.
Ayer, como el enfermo desesperado que acude al curandero o el guerrero impotente que se acoge al "si no puedes con tu enemigo únete a él", me planté en el circo de Teresa Rabal. Durante dos largas horas en las que estuve rezando porque la carpa no saliera volando cual bajera gaditana abandonada en tendedero, hice todo lo que ella pidió: cantuve el veo-veo, me puse de pie y me volví a sentar, cantuve el abecedario infinitas veces... y cuando salí por el túnel de acceso a la carpa, una impresionante ráfaga aplicó un efecto látigo a la correa de la puerta de lona que de un guantazo me devolvió a la más ventosa y cruda realidad... sus muerto... como el domingo siga soplando le voy a dá el voto al primero que me prometa acabar con el levante en Cádiz. Claro que, viendo la incontinencia prometedora de candidatas y candidatos... no me extrañaría que alguno ya lo hubiera incluido en el programa. Total, con prohibir el circo...
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