Aquella tarde me levanté temprano. Tan temprano que aún no habían abierto ni las tiendas. Serían las tres y media. Pasear a esa hora por Cádiz es un gustazo. To pa tí. ¿Dónde está la gente joé?... tor mundo acostao, fijo. Despué nos quejamo. Desde luego...
Me puse las shanclas y pa la calle a aprovechá er diíta. Lo bueno del verano aquí es que no hay que quitarse el pijama y ponerse la ropa; se sale a la calle con lo mismo que se duerme: carsona ancha sin güevera o pantalón de chanda viejo recortao y shancla. Si vas a salí der barrio te pones camiseta o tiranta. Si no, no. Yo soy de chanda recortao y de camiseta quitá echá en un hombro por si acaso (nunca se sabe si el trapicheo te llevará más allá de las fronteras de tu barrio).
En fin, andando pa la Caleta iba cuando me entró una sé del carajo. Aún no sé qué me provocó la sé: el solaso de mitá dagosto dándome ner coco o la ilusión de que el peso que hacía asomar mi bolsillo por debajo del malamente recortao pantalón der chanda fuera un euro pa una servesa. Fuera el huevo o la gallina, palpé el bolsillo por fuera del pantalón. El tacto me ilusionó, pero al meter la mano comprobé que se trataba del típico chicle duro, aplastao y empanao en pelusas que suele parasitar las esquinas de los bolsillos de los pantalones de chanda viejo recortao. Se me vino el mundo encima. Estuve a punto de echarme a la bebida pero recordé que echarme a la bebida era lo que me había llevado a esa situación. Hundido, sediento y sin dinero comenzaron a asaltar mi mente todo tipo de sentimientos, imágenes y noticias negativas: el cádi no va a subí este año, rosario mohedano va sacá un disco, el mundo se va a ir al carajo...
En esas estaba cuando de repente vi algo que me devolvió la ilusión, la fé en el ser humano: un carrito del carrefú abandonao con el euro dentro. Desesperado, lo reventé para extrer la moneda y raudo me dirigí a comprar una cerveza. Se la compré al juanlu, que estaba delante del hotel atlántico reponiendo la nevera con la que vende de estraperlo por la playa.
Con mi cerveza fresquita decidí continuar la vuertesita por la alameda. Caminé reflexionando sobre si encontrarme aquel carro con el euro había sido fortuna o miseria. Pensé en mis pantalones cortao de chanda y en su chicle empanao en pelusa. Pensé en rosario mohedano dando el cante y en el pobre juanlu vendiendo latas de tapadillo a pleno sol.
Apoyado en la balaustrada, y mirando pa Rota dignamente (con los pantalones puestos), me dispuse a pegar el último trago. De repente, al elevar la cerveza sobre el azul de la bahía, reparé en el slogan que cruzcampo había insertado en aquella lata: "tómate la vida".
Y me la tomé.
Y me la tomé.
Ole tú y la cruzcampo
ResponderEliminarQué arte tiene cojone