La cuota de autónomos es el más extendido e infalible
anticonceptivo emprendedor que existe. Si no fuera por ella España estaría
infestada de trabajadores por cuenta propia. Gente emprendedora, independiente,
ilusionada y libre que trataría de buscarse la vida dignamente y con alegría.
Un peligro.
Gracias a este potentísimo y eficacísimo anticonceptivo
emprendedor, millones de españoles jamás lo serán. O lo serán de forma
clandestina dejándose en el camino la autoestima, la ilusión, la alegría e
incluso la dignidad pues oficialmente, al no pagar la cuota, no tendrán derecho
a ser considerados trabajadores. Socialmente encasillados dentro de la
marginalidad, ni ellos mismos se reconocerán emprendedores; como mucho
buscavidas o chapuceros.
Como método de control de la natalidad emprendedora es
perfecto. 265 pavos (sin consumición) por poder entrar en el sistema son para
una inmensa mayoría un obstáculo insalvable. Una muralla infranqueable que convierte
la posibilidad de éxito en utopía bajándole los humos al más pintado. Millones
de vocaciones e ilusiones son desactivadas cada año. - Hay que vencer el miedo, te dicen en miles de inútiles cursos
incitándote a jugarte tus cuartos para no quedar de cobarde. –No es miedo, es que no tengo la pasta…
-Pues entonces no puedes ser autónomo, trabaja para otro. -Pero si no hay… y
habéis sido vosotros mismos los que me habéis adoctrinado en el curso con que hacerme emprendedor puede
ser la única salida… -claro, pero para salir, hay que entrar; y entrar cuesta
265 pavos al mes -¿y si no facturo nada o casi nada?... -265. –Joder… pues en el resto de países de nuestro entorno no funciona así… –poyasabes…
Y si algún valiente e inconsciente amante del riesgo consigue
la pasta y lo intenta, tendrá que culminar tamaña travesía que ríete tú de la
caminata que se pegaron Frodo y su coleguita. Mordor es el chiquipark al lao de
lo que suponen los primeros 6 meses de autoempleo. Pasan volando y casi siempre
se llega a lo justo para pagar la cuota el último día. La consecución de ese
objetivo es puro placebo pues por un lado proporciona al infeliz trabajador la
adictiva sensación de la “labor bien hecha” y por el otro le permite comenzar
la cuenta de cero al día siguiente. Pero enseguida cae otro mes. Y otro. Y otro
más. Hasta noquearte. Sonado, a duras penas podrás pensar en otra cosa. Te descentrarás “de lo tuyo” y ahí te habrán
vencido. La ilusión, las fuerzas y los ahorros al carajo. Ya está, otro
competidor menos y otro fracasado más.
Desangrao, “marcao pa tó la vida”, que
dijo aquél; por la marca España, que añado yo. A ver cómo se libra del estigma
que supone haberlo intentado, y más si lo hizo con dinero “emprestao”.
Pero, si es el sistema el que en su propio beneficio trata
de mantener a raya el espíritu emprendedor a base de cuotas anticonceptivas,
¿por qué entonces es él mismo quien lo alienta?... Pues porque gana
infinitamente más creando la falsa ilusión de que es posible que mostrando su
verdadera tiranía; es decir, gana más vendiendo condones que prohibiendo follar.
Así puede chuparnos hasta la última gota de sangre. Reducen el éxito a una
cuestión de suerte y nosotros, dóciles, aceptamos el juego. Con sus normas,
claro. Pero la probabilidad de éxito debe ser menor que la de que te toque el
euromillón. Al sistema le interesa que
el autónomo genere, no que produzca. Un autónomo tras la zanahoria es un
competidor inofensivo prácticamente incapacitado para producir, pero al mismo
tiempo es un auténtico generador de carroña para los buitres que lo devorarán
sin compasión: bancos, aseguradoras, operadores telefónicos, haciendas y
seguridades sociales, etc. Presa fácil, carne de cañón, pringao, carajote… autónomo. Yo.