30 de diciembre de 2012

Cadiztorias. "¿Qué fue antes?...

Caminaba erguido, como de costumbre. Espalda arqueada hacia atrás y omóplatos tratando de plegarse sobre el eje vertebral obligando a la incontenible barriga a lucir esplendorosa  y a los brazos a entregarse desvergonzada e irremediablemente al vaivén del camino. Ambas extremidades superiores se distanciaban sin pudor de su centro de gravedad, como amenazando con desenfundar dos imaginarias pistolas a cada paso. Claro que, tratar de introducir cualquiera de los diez morcones que nuestro descrito tiene por dedos en un gatillo, se antoja una acción físicamente imposible. Realmante todos sus movimientos desafían las leyes de la física. Lo cual no significa que no sean armoniosos. Lo son, y mucho. Y convierten a nuestro observado en una demostración andante de las leyes de Newton; la inercia, la fuerza... No entiendo como los profesores de física  de los institutos y colegios de toda España no peregrinan en masa para aprender en vivo. Mucho están tardando.
Observar esas dos manos, que parecen diseñadas por Rubens, lanzarse sin miedo al aire para contrapesar y equilibrar la marcha, no tiene parangón en la naturaleza. Ni precio. Arriba, abajo, arriba, abajo... y siempre con la palma hacia atrás, como braceando a crawl por las calles.
Así iba por el centro de la calle conocida por Ancha. La hora se lo facilitaba en parte. A las 3 y media de la tarde pocos había que lo retaran en duelo por hacerse con el centro de la via. Aunque, a decir verdad, yo lo he visto caminar con la misma seguridad a horas más concurridas por el mismo sitio. Sin competencia. Su andar es siempre un "aquiestoyyoconmiscojonesysinotegustoquitatedeenmedio". No parece mala gente, no. Pero tiene unos andares de los que dan coraje. Quizás porque todo parece importarle un carajo y eso da envidia. No sé. El caso es que allí iba, calle abajo, como seis o siete metros delante mía. Mirarlo desde atrás es como mirar el fuego, te hipnotiza. Siempre trato de imaginarlo desnudo, pintado por el mencionado Rubens. Con to la manteca en armónico movimiento. Sin duda hubiera sido su modelo predilecto.
La escasa afluencia humana no impedía que conociera y saludara a uno de cada dos seres que se cruzaba; gatos, perros y palomos incluidos. La mecánica era siempre la misma: tras divisar su objetivo, pendulaba el manojo de morcones  con tiempo, imprimiéndole mayor fuerza para hacer coincidir el encuentro con la mayor altura de la mano y en ese momento lanzar un saludo tipo "jau". Luego los morcones volvían a bajar y a recuperar la velocidad de crucero ajustando sus parámetros poco a poco como el mecanismo de un reloj suizo (nunca pensé que alguna vez conseguiría unir las palabras "morcón" y "suiza" en una misma frase...).
Pensando todo esto iba cuando un trio de saludables que caminaban juntos por la derecha de nuestra marcha levantaron la mirada y lo vieron unos 15 metros antes del impacto. Él también los vio.
Para cuando hubieron regresado sus barbillas y sus cejas a la posición habitual tras levantarlas en el saludo, él ya les había acribillado con un potente "¡holaaa!" de tres "aes" empujado por el devastador golpe de aire que provocaban los cinco morcones de su mano derecha al subir a lo más alto.
Ganó. Y quizás, satisfecho por eso, no dejó transcurrir ni un segundo para celebrar su victoria con una sonora y sobrenatural absorción interior de secreciones que preparó en su lengua para, tras calcular la masa de la misma, el rozamiento del aire, la velocidad de la marcha, la amplitud del paso y la distancia a la siguiente alcantarilla, lanzarla describiendo una parábola perfecta que la hizo entrar limpiamente en el objetivo.
Yo lo ví. Los 3 recién saludados lo oyeron. Y ustedes han podido leerlo y casi, mal que les pese, vivirlo.
¿Y todo este sufrimiento para qué?, ¿por qué tamaña muestra de escatología escrita?... pues por una simple necesidad personal de profundizar en el conocimiento teórico de la especie humana y su comportamiento. No soy capaz, y por eso mi necesidad de compartir este asunto con ustedes, de resolver la ecuación:
¿Qué fue antes?, ¿la necesidad de sortá el gargajaso o la estimulante visión de una alcantarilla a huevo?... Ayúdenme, por favor. Éste que les escribe y la ciencia, se lo agradecerán.

12 de diciembre de 2012

Ni regalao

Cuando era pequeño y llegaban “estas fiestas tan entrañables”, el primer día de las vacaciones siempre amanecía con el canturreo del gordo. Creo que fue allá por segundo o tercero de egebé, cuando ya cargado con la experiencia vital que dan los años, elevé esta coincidencia a la categoría de rutina otorgando al sorteo del día 22 el título de “inicio oficial de la navidad” y al niño que cantaba el gordo el de “pregonero oficial de las fiestas”.

La navidad comenzaba por tanto con los soniquetes que llegaban hasta mi cama y con la ilusiones guión oportunidades que éstos traían. Cada número era una oportunidad de hacer realidad una ilusión. A primera hora, cuando entrevistaban al flipao ese que se hacía los trajes con pesetas o con billetes de lotería y a los dos típicos colegas que viniendo de recogida con un moraso der dó se ponían en la cola del salón de loterías pensando que era la de los churros, mi corazón estaba tan hasta las trancas de ilusiones como el bombo de números guión oportunidades. Pero a medida que avanzaba el sorteo, como si de un tráiler de la navidad se tratase, las ilusiones menguaban al tiempo que las oportunidades. Y es que eso es la navidad para la mayoría de la gente; una sucesión de oportunidades perdidas de hacer realidad las ilusiones. Empezando por el gordo que nunca te toca, seguido de unos seres queridos que nunca vuelven por más tabletas del almendro que te jinques y de un papanoel  que en tu casa sigue siendo un segundón en eso de los regalos o que ni siquiera comparece con la excusa de que no tienes chimenea, pasando por una nochebuena sin gambas o con turrón de suchar de marca blanca, continuando por unos deseos de año nuevo que sabes que no se van a cumplir pues si ni siquiera tienes cojones de cumplir tus propios propósitos de hacer dieta, dejar de fumar y empezar a correr por la playa cómo carajo esperas que alguien te conceda a ti un deseo…
Pero a pesar de todo esto, siempre, año tras año, a pesar de los palos y los desengaños, volvemos a concentrar los despojos de nuestras ilusiones en una última oportunidad: la noche de reyes. Nos lo jugamos todo a una carta; nunca mejor dicho. Y eso que, porque lo hemos vivido, sabemos lo que puede pasar:

-        ¿ya puedo entrar papá?...
      -        Espera, espera que me ponga las zapatillas… ya, venga, abre la
              puerta...
      -        ¡bieeeennnnnnn!... ¡mira, papá!, ¡un paraguas de chocolate!...
             ¡y un Baltasar de chocolate!...
      -        ¡busca!, ¡busca!... que tiene que haber más regalos…
      -        ¡monedas de chocolate y conguitos!... ¡y un chándal del colegio!...
      -        ¡busca!, ¡busca!...
      -        …ya no veo más regalos… ¡ah, si!, ¡unos calcetines!...
      -        Mira detrás de ti, ¿no ves algo muy grande?...
      -        Si, un robot… pero eso no es para mí…
      -        ¡claro que si, hombre!, yo creo que habla y se le encienden los ojos…
      -        No, yo no he pedido un robot, yo quería el tragabolas…
      -        …a lo mejor es que el robot se llama tragabolas… y los reyes
             san confundío…
      -        Pero yo no quiero un robot
      -        …a lo mejor es un robot tragabolas, mira… (le mete un polvorón
             de los que le han sobrado a los reyes junto al cubo de agua para
             los camellos)
      -        Papá, se va a atascar. Y yo no he pedido un robot, he pedido el
             tragabolas
      -        …ya…pero… igual es que en oriente los tragabolas son así, con forma
             de robot… ¡joder!
            (intentado extraer el polvorón de la boca del robot)… no, si al final me
            voy a lastimar… 
            (retorciendo el índice en el interior de la robótica boca para sacarlo)…
            ¡ay!, ¡ya me cortao!....¡
            con la puta madre del robot!…
      -        Papá, los robot no tienen madre…
      -        ¡Y tú no tienes  regalos!, ¡éa!, ¡castigao sin robot!... yastoy yo hastar
            carajo de tanta navidá y tanta lucecita… ¡con los muertos del amigo
            invisible y del tragabolas de los cojones!...
      -        Papá, cojones es una palabrota…
      -        Ha sido el robot…
      -        Papá, los robots no dicen palabrotas…
      -        ¿ah, no?, ni tragan bolas ni dicen palabrotas… ¿entonces qué carajo
            hacen los mierda de juguetes estos?, ¿tocarse los cojones?...
      -        …hablan y encienden los ojos….
      -        ¡po ála!, ¡a chaslá con el robó!... y si se pone pesao le metes conguitos
             y jugái a que es un tragabola…

¡Cuántos regalos no deseados y cuántas ilusiones rotas!... algunas por imposibles (-queridos reyes magos: quiero un ático), otras por no entendidas (-…y una nintendo de ese… ¿de ese de quién?... yastá el niñato este con los enigmas, cómprale un chanda y una pelota y a juí…), y muchas, muchas, por agotadas (-¿la draculaura?, lo siento está agotada… y la isla de los gormitis también… -agotado estoy yo que llevo recorríos to los carrefuses y corteingleses de la provincia… con los muertos de las moster jais y la puta madre de los gormiti de agua…)…
Por eso, cuando ayer pasé por el ayuntamiento y lo vi envuelto así, pensé:
-diooooooo… menudo regalito; pobre del que le toque en lugar del tragabolas o la draculaura… yo prefiero hasta el robot… pero… ¿un ayuntamiento?, ¿con lo que suele tener dentro?… NI REGALAO…