Esta imagen resume el éxito de un visionario: “El millonario”; un verdadero ejemplo para muchos emprendedores gaditanos. Supo darse cuenta de hasta qué punto el consumismo nos tiene cegados y convirtió esa apreciación en un negocio. Comprobó que si alguien ve una mierda por el suelo nunca se la llevaría a su casa, pero si a esa misma mierda le ponen una etiqueta con el precio y te aseguran que es, por ejemplo, de brirni espirs…fijo que en la tienda se forman más colas que pa comprá el ifón. Así somos.
Pero reflexiones macroeconómicas aparte, al vendedor de mierdas que nos ocupa hay que reconocerle varias cuestiones:
- La sinceridad a la hora de vender su producto: pues no duda en calificarlo como “caca”.
- Lo acertado y ajustado del precio: pues es tan barata que entra por los ojos. ¿quién no compraría una caca por 1´80 € aunque sea una mierda?...
- La capacidad para reconocer con claridad y oportunismo lo que el mercado demanda en cada momento (y en este momento está claro que el mercado demanda mucha más mierda de la que es capaz de generar).
- La habilidad para convertir “una caca” en un auténtico icono turístico, en el souvenir gaditano por excelencia: “De Mallorca las ensaimadas y de Cádiz las cacas del millonario” (yo me he cruzado a más de un guiri en Barajas con una mierda de Cádiz en la mano).
- Su aportación a la cultura local: tras varias décadas vendiendo mierda ha conseguido renovar algunas tradiciones. Por ejemplo, en Cádiz, a los niños que se portan mal los Reyes magos no le traen carbón sino caca.
En fin…una mierda de escaparate…
20 de octubre de 2009
5 de octubre de 2009
¿Marketing honesto o pesimista?
2 de octubre de 2009
1 de octubre de 2009
Episodios municipales: 2. "I am pelagambas"
El anuncio labía visto en el diario: “Se necesitan peladores de gamba pa trabajá en Escocia. Sueldo: cuarenta mil peseta a la semana más pensión completa. Trabajo seis días a la semana. Cursillo de formación dun mé, a cargo de lampresa. Interesados presentarse con curriculum vitae mañana lunes en el hotel playa de dié a una. Atenderá Sr. Marclau”…
-Señor marclau, pensé... -¿señor marclau?, ¿ese no era el de los inmortale?...
-En fin, habrá que ir...¿no?... Y así lo hice. Confieso que casi más que los cuarenta talego a la semana, lo que me atraía era lo de pelá gamba. No sé por qué, pero yo lo de pelá gamba lo asociaba con comérmelas después. Ademá, eso del cursillo de formación a cargo de lampresa... pensé: -güeno, a unas malas, hago er cursillo, me tiro un mé en Escocia comiendo gamba por la cara con el alojamiento pagao y después les digo que aquello no es lo mío y me vengo... era un plan perfecto.
Decidido, me presenté en la cafetería del hotel a eso de la una menos dos minutos. Llegar a lo justo era parte de la estrategia pa que no pensaran que estaba necesitao y me ofrecieran un contrato de tipo B (B poniendo el culo vamo... ).
Po eso, que allí estaba yo con mi curriculum de una hoja escrita con “niu roman” al dieciséis y con unos márgenes superiores e inferiores de siete pa rellená tor folio y, na má entrá, me cruzo con mi colega er titi:
-¡killo titi!, ¿tu caseaskí?, ¿también te viene pa Escocia?, ¿ya esho la entrevista?...
-si, pero en verdá yo na má que voy a í un mé...
-Un mé?, y eso?...
-porque me lo voy a montá de cuco, voy a hacé er cursillo de formación, me voy a jartá de gamba durante un mé y despué les voy a decí que aquello no es lo mío y que me vengo.
-aahhh, no ere tu listo titi… (ya man copiao er plan pensé…) Po lo mismo yo hago lo mismo ¿sabe?...
-po ná, cuando entre, er señor marclau, que e iguá que el pelirrojo de los simpliré pero en grande, te va preguntá cuatro tontería y te va poné delante un plato de gamba. Tu le contestas educadamente, o sea, sin decí picha ni cojone, y las pela to rápido sin comértela y sin chupá las cabesa y, cuando er tío te diga “senquiu” te señalará er plato pa que te lo lleve y lo tire en una papelera que hay a la entrada, y ya sabe, justo al salí, der tirón ¡¡¡to paentro!!!!...
-aro titi, der tirón, a vé si nos vemo en Escocia...
En fin, cuando entré en el hotel ya no quedaba ni un sólo candidato, la recepción estaba completamente vacía y no veía por ningún lado a nadie igual que el de los “simpliré” pero en grande. De repente, me percaté de que se escuchaba un sonido muy, muy raro…
-sssshhhhhhh….sssshhhhhh….sssssssssshhhhh…
Parecía venir de la recepción. Temeroso, me asomé detrás del mostrador y… allí estaba; el recepcionista chupando to las cabesa de gamba que había cogío de la papelera.
- ¿Qués quiere cojone?... ¡ssshhhhhh!... inquirió haciendo gala de su amplia formación en atención al cliente y protocolo.
Le pregunté dónde era la entrevista y me dijo: -sigue er reguero de cabesa y bigote que parte der mostradó... –esto es igual que el mago de oz pero en bajuno, pensé...
A medida que me alejaba de la recepción, disminuía el volumen del ruido que hacía el recepcionista chupando cabezas: -ssssssssshhhhhhhhh, sssssshhhhhh, sssshhhh… y aumentaba la cantidad de restos de gambas por el pasillo. Al final, vi una puerta, llamé, abrí y… allí estaba: un nota con to la cara de un hincha del serti de glasgou mezclao con pipi calzaslargas igualito que el cantante de los simpliré pero en grande.
- esquiurmi, ai gul lai pelar gamba güiz yu... entonse er señor marclau respondió:
-¡qué!, otro que iba al openin ¿no?...
-los muerto der titi… pensé; me podía haber dicho que lo de marclau era el mote y quer nota era más de cádi quer Macarti…
-Al grano, me dijo, -¿cuántas gamba pela por minuto?...
-cuarenta y osho...
-¿sabe pelarlas con una mano?...
-por supuesto.
-¿dónde adquirió esa habilidad?...
- en mi casa, con mi familia...
- ¿comían gambas a menudo?...
- no, sólo en fin de año y una vé que mi pare chocó contra un traile del romerijo que volcó, perdió la carga y mi pare le tangó una caja...
- ¿y cómo mantiene entonces esa velocidad de pelado con tan poco entrenamiento?...
- jugando al “quien pestañea pierde”...
- ¿en qué consiste ese juego?...
- po verá usted, en fin de año mi pare llega con las gambas y cuando las pone en la mesa dice: ¡el que pestañea pierde!... y como sólo trae dos kilo y somo catorse...
- Ya veo, pues una vez superado el psicotécnico, pasemos a la prueba práctica. Aquí hay dos platos de gambas, uno para mí y otro para usted. En el momento que le dé la señal tendrá que pelar las suyas lo más rápido posible. Si acaba usted antes que yo: contratado. Si soy yo quien finaliza antes, también irá a pelarla...y no me refiero a las gamba...ji,ji,ji...
El Sr. Marclau, el simpliré, tenía un puntito cínico que lo hacía insoportable, pero bueno, aún perdiendo, por lo menos me comería un plato de gambas por la cara.
- Bien, preparados, listos...¡ya!...
El Sr. Marclau era rápido, mejor dicho explosivo. Era una auténtica máquina de pelar gambas al sprint. El nota pelaba una con cada mano al mismo tiempo. Con un movimiento de dedos a modo de pinza, apenas perceptible por la vista humana, les cortaba la cabeza. Después menteré que por eso le llamaban Marclau: tenía la misma habilidá quer de los inmortales pa decapitá a los malo pero aplicada a las gamba. Eso sí, el nota no gritaba aquello de ¡sólo puede quedar uno! sino -¡¡¡no va quedá ni una!!!...¡¡¡aahhhggggg!!... mientras tanto, y viendo que aquello era más una carrera de resistencia que de velocidad, yo seguía a lo mío; aumentando la velocidad de pelado a medida que disminuía la duración del bloqueo mental que sufría cada vez que pelaba una y dudaba entre comérmela o dejarla en el plato... ese bloqueo, ese cambio de chip, me hizo perder unos valiosos segundos al principio pero los recuperé autosugestionándome con un único pensamiento: cuando acabe me voy a jartá. Y así fue. Seguramente, si en lugar de un plato con medio kilo bien servío nos hubieran dado las típicas cuatro gambas chuchurrías que componen las raciones de algunas cervecerías de cádi, me habría ganado de calle; pero no fue así. Acabé batiendo mi propia marca y pelando hasta las del simpliré. Firmé allí mismo el contrato y cuando er nota me dijo – senquiu, tal y como me había aconsejado el titi, salí y me comí tor plato der tirón. No había sentío esa sensación en toda mi vida...bueno sí, era muy parecida a cuando te comprabas un paquete de pipas de las que ya venían pelás y te las comías toas der tirón volcándote el paquete en la boca...
Me parecía mentira, a mi siempre me habían dao mucho coraje los típicos niñatos que eran capaces de pelar las pipas pa después comérselas todas juntas, no soportaba esa paciencia y mucho menos que cuando yo ya había terminao con las mías, ellos todavía las estuvieran pelando y almacenando. Eran los típicos niñatos a los que las gominolas y las chocolatinas que les traían los reyes les duraban tor trimestre mientras que a mí me daba un cólico el mismo día seis por la tarde...yo siempre había sío más cigarra que hormiga...
No me lo podía creer, ¡iba a trabajar “de lo mío”!...¡de pelagambas!...¡y cobrando!...
Al día siguiente metí en la maleta una muda y la bufanda der cádi y me fui pa Escocia.
Trabajar en Escocia fue traumático para mí. Dicen que en general lo es para todos los gaditanos que se van fuera a trabajar. Sostiene mi colega Felipe, er sócrate (que desde quen tersero de bú se quedó pillao leyendo er libro de filosofía na má que lee cosas rara y tiene teorías pa tó), una teoría que dice quel gaditano no emigra, sino que emprende viajes astrales inversos. O sea, que es el cuerpo el que se va y la mente la que se queda en Cádi. Por eso, sostiene er sócrate, es más fási que un gaditano se jarte de trabajá fuera que en cádi; porque fuera su cuerpo lo hace sin pensar, sin mente, sin alma...como si fuera un robó. Así sesplica también que er cuerpo siempre intente vorvé a cádi en cuanto la mente lo encuentra y empiesa a llamarlo recordándole cosas como er carnavá, er veranito, los colega, er furbo, las caballa, er cashondeo, la caleta, etc.
Argo así me pasó a mí en Escocia. No sé cómo, mi cuerpo se fue pallá dejándose el alma en cádi. La verdá es que ar finá en Escocia las pasamo canuta. Y digo pasamo porque er tití, o mejor dicho, er cuerpo der titi, también emprendió un viaje astral inverso y acabó en la misma factoría que yo. Llegamos un 10 de enero. La factoría estaba en un pueblesito costero al norte de Escocia donde los pescadores recogían las rede y las gamba ya salían congelá y tó...que frío carajo...y yo na má que con la bufanda der cádi...
Er primer día, na má llegá, nos enseñaron nuestros alojamientos. Qué cobaso picha; un trastero con er techo de uralita y un corshón pa los quinse que habíamo de cádi. Yo ya estaba mosca, pero er titi...er titi desía que estaba emosionao porque le recordaba la casa de su agüela ener barrio de Santa María... pa eshaslo... A las sinco de la mañana sonó una sirena iguá que la de astillero y pegamo un bote que por poco atravesamo la uralita… - ¿Qué carajo é eso dios mío de mi arma?... De pronto se abrió la puerta y apareció er simpliré con dos nota to grande que nos sacaron a empujone der trastero disiendo: -¡camon!...¡camon!... Nos dieron un pantalón y una camisa coló naranja y nos llevaron en fila pa la factoría que paresíamo los talibane de guantánamo... Cuando nos dimo cuenta ya estabamo pelando gamba. Er simpliré era el encargao de dá er cursillo de formasión y nos lo dió en un cuarto hora. Yo me acordaba del anuncio: “...cursillo de formación de un mes a cargo de la empresa...” -¿yastá?...-¿no duraba un mé cojone?...nos preguntamos. Al terminar las explicaciones, en un perfecto gaditano, porque allí no había na má que andaluse engañao, dijo: -...po esto es lo que hay. Er que no le guste ya puede cogé la puerta, pero que sepa que ante de irse nos tiene que pagá lo que nos debe: una noshe de hotel, el uniforme y er billete de avión... -¿una noshe de hotel?
-interrumpí indignado, -anda home, si estamo alojao ener meliá uralita...
Er guantaso que me dieron por abrí la boca me quitó er frío der tirón. Me giré pa partisle la cara “ar que hubiera hesho” y detrá tenía a los do ayudante der simpliré con to la cara de haber salío de figurante en breijér y no haberse quitao er disfrá... Había que trabajá un mé como mínimo pa podé pagá la deuda, o sea, que no íbamo a vé un euro en dos mese... quince gaditano traisionao por otro gaditano, lo típico, como a mí man puteao, po tú te va enterá... ya lo dijo Saramago…
Er titi era el eslabón que me precedía en la cadena de pelado de gamba. A él le tocaba quitá las pata y a mí la cáscara. Aquello era como la lleneral moto pero con gamba. Cada cadena de pelao la formaban tres nota: el primero cortaba las cabesa, el segundo quitaba las pata y er tersero la cola y la cáscara. O sea, que yo era el último mono pelagamba, el último eslabón de la cadena... más bajo no podía caé...
Nada más colocarnos en nuestros puestos, apareció er simpliré y nos dejó delante un contenedó lleno de gamba con un papelito en el que venía el número exacto de bicho que había dentro. Er simpliré nos dijo que si a la siguiente fase de la cadena, que era la de envasao, no llegaba el mismo número de gamba, a cada empleao de la factoría le quitaban una libra por cada una que faltase. Lo tenían bien montao los cabrone, porque si er castigo fuera el despido...po adió; pero de esta manera, si fartaba una gamba, ya te podía í preparando que la paliza que te iban a dá iba a sé shica... Cada operario tenía derecho a darte una cachetá por cada gamba que fartase. Había unas quinientas cadenas de pelao y otras tantas de envasao, tres tíos en las de pelao y otros tres en las de envasao, o sea, mil cadenas, a tres tíos por cada una, tres mil tíos con las mano como manojos de… y además congelaos; dispuestos a quitarse er frío a guantaso. Aquel método y aquellas cifras nos convencieron, así que, de momento, tuvimos que olvidarnos de lo de “cuando acabe me voy a jartá”.
Estuvimo pelando gamba hasta las onse de la noshe y ar llegá ar trastero, completamente extenuaos, nos reunimo los quinse que habíamos de cádi. Lo primero que hisimo fue mirá el armanaque. Uno se acercó y señalando las fechas dijo: -Se supone quer período de prueba dura un mé, o sea, que a estas alturas (señalando el 10 de febrero con el dedo) ya sabremo to lo que hay que sabé sobre pelá gamba y entonse nos harán fijos... -¿fijo?...fijo se va a quedá asquí su puta madre, dijo er titi, -aquí no habemo venío pa hasé er candao, pa mamarla me hubiera quedao ener cortinglé que por lo meno está al lao mi casa carajo, mañana mismo la vamo a liá y pasao pa cádi der tirón, er que esté cormigo que lo demuestre...¡simpliré!... -y los otros trece, enfervorizados, respondieron al unísono: -...¡caaaaabrón!... Miedo me daba er titi cuando se ponía así. Acababa de empezar la penúltima revolución obrera y la lideraba er titi. El plan era hacer huelga y er titi propuso que la hiciéramos a la japonesa... -¿con los ojo asín?... -dijo er sapo, pero ante de que terminara de decirlo, er titi ya le había hecho la mosqueta de un guantazo; por gracioso. Huelga a la japonesa, ese era el plan. A las cinco y media en punto, el simpliré dejó delante de cada cadena er contenedó de gamba y empesamo a pelá. La huerga consistía en pelá las gamba lo más rápido posible pa terminá cuanto antes, pero a la hora de pelá, el último de cada cadena, el que quitaba la cáscara y la cola, al dar el pellizco para quitar la cola le tenía que quitar un cacho de carne a cada gamba y echarlo al cubo con las cáscara. De esa forma, el número de gamba no variaría pero nosotros tendríamos toda la tarde libre pa í a buscá los bidone con los desperdicios y jartarnos de comé culito de gamba en el Meliá Uralita... No podía fallá. Era un plan perfecto. Miserable pero perfecto. Aparentemente todo iba bien; al cortarle la cola, yo le quitaba un cacho a cada gamba y lo echaba en er cubo de las cáscara. A eso de las cuatro de la tarde, er titi me pasó la última gamba y dio la señal que los otros catorce teníamos que responder y que suponíamos haría rebelarse al resto de compañeros explotaos...
-¡simpliréeeeeeee!...
Y yo, emocionao por la demostración de valor que estábamos a punto de realizar delante de aquellos negreros, y ciegamente entregado a mi nuevo líder er titi, cogí aire y grité fervientemente con todas mis ganas: -...¡caaaaaaaaabrón!....
Nadie más gritó. Sólo er titi y yo. En cuestión de segundos teníamos a los dos de breijér en lo alto dándonos guantazos por tos lao. Inmediatamente er simpliré se puso a contá las gamba pa vé si faltaba alguna y, aunque yo creía que por lo menos del linchamiento público nos íbamos a librar, resultó que con la emoción del momento, al decir ¡cabróoon!, levanté los brazos entusiasmado y tiré la última gamba para arriba; con tan mala suerte que describió una parábola perfecta para terminar cayendo exactamente sobre el sapo, uno de los trece de cádi que se suponía que tenía que haber dicho cabrón y que, dolorido aún por el guantazo que le había dao er titi la noche antes, se limitó a hacer honor a su nombre abriendo su inmensa boca para tragarse la última gamba y permitirse un humillante y extenso erupto mientras a nosotros nos la daban mortal...
Nos dieron los tres mil guantazos a cada uno y nos despidieron. Sin un céntimo, nos vimos obligados a buscarnos la vida de alguna forma para sobrevivir y volver a casa y ahí fue cuando comprobamos que la necesidad agudiza el ingenio. Se nos ocurrió una idea brillante, o eso pensamos al principio. Nos pasamos dos semanas haciendo mimo y cantando carnaval en las calles de Edimburgo pa juntá pa el avión de vuelta. Cantábamos un cuplé guarrón de “Los que se lavaban la boca con jabón”, una chirigota ilegal de las más ordinarias de los últimos carnavales, y antes de acabar nos quedábamos quietos esperando que alguien echara una moneda para escuchar el final. Creíamos que si nos quedábamos paraos antes de la úrtima rima, la gente se quedaría to intrigá y echaría otra moneda pa escushá er finá; pero que va...
Er plan fallaba por dos motivos fundamentales: er primero, que cantábamos en español y los escoceses no se enteraban de ná, y el segundo, que los pocos turistas españoles que nos escuchaban no se quedaban intrigaos porque ya se veían vení er finá...
“...me dijo querido, no me gusta sorolla
ya lo sé cariño, te gusta más mi....”
(aquí nos quedábamos parao)
Ar finá, los billete nos lo pagó er dueño de un restaurante con la condición de que dejáramos de hacer el gilipollas en su puerta. Llegamo a madrí un domingo, y como güenos cateto nos bajamos del metro en la puerta del sol y compramos er diario de cádi en uno de los kiosko.
Er diario traía por aquel entonces una sección llamada “embajadores” en la que cada semana sacaban a algún gaditano que hubiera triunfao fuera de cádi. Er protagonista de esta semana era...¡er simpliré!...er cabrón que nos había llevao engañao a Escocia.
Debajo de una foto suya con la bufanda der cádi y rodeao de caja de gamba ponía: “Casi todas las noshe sueño que vuervo a cádi y me como una caballa en la caleta al lao de Paco Alba”... ahí fue cuando lo perdonamo. Comprendimo quer simpliré no era más que un robot, un cuerpo sin alma jarto de viajes astrale que, como nosotros, había recibido “la llamada” de su mente y deseaba volver a su casa cuanto antes. -¡Killo! , me dijo er titi, ... -¡¡¡ya estoy yo cantando en cádi!!!...
-Señor marclau, pensé... -¿señor marclau?, ¿ese no era el de los inmortale?...
-En fin, habrá que ir...¿no?... Y así lo hice. Confieso que casi más que los cuarenta talego a la semana, lo que me atraía era lo de pelá gamba. No sé por qué, pero yo lo de pelá gamba lo asociaba con comérmelas después. Ademá, eso del cursillo de formación a cargo de lampresa... pensé: -güeno, a unas malas, hago er cursillo, me tiro un mé en Escocia comiendo gamba por la cara con el alojamiento pagao y después les digo que aquello no es lo mío y me vengo... era un plan perfecto.
Decidido, me presenté en la cafetería del hotel a eso de la una menos dos minutos. Llegar a lo justo era parte de la estrategia pa que no pensaran que estaba necesitao y me ofrecieran un contrato de tipo B (B poniendo el culo vamo... ).
Po eso, que allí estaba yo con mi curriculum de una hoja escrita con “niu roman” al dieciséis y con unos márgenes superiores e inferiores de siete pa rellená tor folio y, na má entrá, me cruzo con mi colega er titi:
-¡killo titi!, ¿tu caseaskí?, ¿también te viene pa Escocia?, ¿ya esho la entrevista?...
-si, pero en verdá yo na má que voy a í un mé...
-Un mé?, y eso?...
-porque me lo voy a montá de cuco, voy a hacé er cursillo de formación, me voy a jartá de gamba durante un mé y despué les voy a decí que aquello no es lo mío y que me vengo.
-aahhh, no ere tu listo titi… (ya man copiao er plan pensé…) Po lo mismo yo hago lo mismo ¿sabe?...
-po ná, cuando entre, er señor marclau, que e iguá que el pelirrojo de los simpliré pero en grande, te va preguntá cuatro tontería y te va poné delante un plato de gamba. Tu le contestas educadamente, o sea, sin decí picha ni cojone, y las pela to rápido sin comértela y sin chupá las cabesa y, cuando er tío te diga “senquiu” te señalará er plato pa que te lo lleve y lo tire en una papelera que hay a la entrada, y ya sabe, justo al salí, der tirón ¡¡¡to paentro!!!!...
-aro titi, der tirón, a vé si nos vemo en Escocia...
En fin, cuando entré en el hotel ya no quedaba ni un sólo candidato, la recepción estaba completamente vacía y no veía por ningún lado a nadie igual que el de los “simpliré” pero en grande. De repente, me percaté de que se escuchaba un sonido muy, muy raro…
-sssshhhhhhh….sssshhhhhh….sssssssssshhhhh…
Parecía venir de la recepción. Temeroso, me asomé detrás del mostrador y… allí estaba; el recepcionista chupando to las cabesa de gamba que había cogío de la papelera.
- ¿Qués quiere cojone?... ¡ssshhhhhh!... inquirió haciendo gala de su amplia formación en atención al cliente y protocolo.
Le pregunté dónde era la entrevista y me dijo: -sigue er reguero de cabesa y bigote que parte der mostradó... –esto es igual que el mago de oz pero en bajuno, pensé...
A medida que me alejaba de la recepción, disminuía el volumen del ruido que hacía el recepcionista chupando cabezas: -ssssssssshhhhhhhhh, sssssshhhhhh, sssshhhh… y aumentaba la cantidad de restos de gambas por el pasillo. Al final, vi una puerta, llamé, abrí y… allí estaba: un nota con to la cara de un hincha del serti de glasgou mezclao con pipi calzaslargas igualito que el cantante de los simpliré pero en grande.
- esquiurmi, ai gul lai pelar gamba güiz yu... entonse er señor marclau respondió:
-¡qué!, otro que iba al openin ¿no?...
-los muerto der titi… pensé; me podía haber dicho que lo de marclau era el mote y quer nota era más de cádi quer Macarti…
-Al grano, me dijo, -¿cuántas gamba pela por minuto?...
-cuarenta y osho...
-¿sabe pelarlas con una mano?...
-por supuesto.
-¿dónde adquirió esa habilidad?...
- en mi casa, con mi familia...
- ¿comían gambas a menudo?...
- no, sólo en fin de año y una vé que mi pare chocó contra un traile del romerijo que volcó, perdió la carga y mi pare le tangó una caja...
- ¿y cómo mantiene entonces esa velocidad de pelado con tan poco entrenamiento?...
- jugando al “quien pestañea pierde”...
- ¿en qué consiste ese juego?...
- po verá usted, en fin de año mi pare llega con las gambas y cuando las pone en la mesa dice: ¡el que pestañea pierde!... y como sólo trae dos kilo y somo catorse...
- Ya veo, pues una vez superado el psicotécnico, pasemos a la prueba práctica. Aquí hay dos platos de gambas, uno para mí y otro para usted. En el momento que le dé la señal tendrá que pelar las suyas lo más rápido posible. Si acaba usted antes que yo: contratado. Si soy yo quien finaliza antes, también irá a pelarla...y no me refiero a las gamba...ji,ji,ji...
El Sr. Marclau, el simpliré, tenía un puntito cínico que lo hacía insoportable, pero bueno, aún perdiendo, por lo menos me comería un plato de gambas por la cara.
- Bien, preparados, listos...¡ya!...
El Sr. Marclau era rápido, mejor dicho explosivo. Era una auténtica máquina de pelar gambas al sprint. El nota pelaba una con cada mano al mismo tiempo. Con un movimiento de dedos a modo de pinza, apenas perceptible por la vista humana, les cortaba la cabeza. Después menteré que por eso le llamaban Marclau: tenía la misma habilidá quer de los inmortales pa decapitá a los malo pero aplicada a las gamba. Eso sí, el nota no gritaba aquello de ¡sólo puede quedar uno! sino -¡¡¡no va quedá ni una!!!...¡¡¡aahhhggggg!!... mientras tanto, y viendo que aquello era más una carrera de resistencia que de velocidad, yo seguía a lo mío; aumentando la velocidad de pelado a medida que disminuía la duración del bloqueo mental que sufría cada vez que pelaba una y dudaba entre comérmela o dejarla en el plato... ese bloqueo, ese cambio de chip, me hizo perder unos valiosos segundos al principio pero los recuperé autosugestionándome con un único pensamiento: cuando acabe me voy a jartá. Y así fue. Seguramente, si en lugar de un plato con medio kilo bien servío nos hubieran dado las típicas cuatro gambas chuchurrías que componen las raciones de algunas cervecerías de cádi, me habría ganado de calle; pero no fue así. Acabé batiendo mi propia marca y pelando hasta las del simpliré. Firmé allí mismo el contrato y cuando er nota me dijo – senquiu, tal y como me había aconsejado el titi, salí y me comí tor plato der tirón. No había sentío esa sensación en toda mi vida...bueno sí, era muy parecida a cuando te comprabas un paquete de pipas de las que ya venían pelás y te las comías toas der tirón volcándote el paquete en la boca...
Me parecía mentira, a mi siempre me habían dao mucho coraje los típicos niñatos que eran capaces de pelar las pipas pa después comérselas todas juntas, no soportaba esa paciencia y mucho menos que cuando yo ya había terminao con las mías, ellos todavía las estuvieran pelando y almacenando. Eran los típicos niñatos a los que las gominolas y las chocolatinas que les traían los reyes les duraban tor trimestre mientras que a mí me daba un cólico el mismo día seis por la tarde...yo siempre había sío más cigarra que hormiga...
No me lo podía creer, ¡iba a trabajar “de lo mío”!...¡de pelagambas!...¡y cobrando!...
Al día siguiente metí en la maleta una muda y la bufanda der cádi y me fui pa Escocia.
Trabajar en Escocia fue traumático para mí. Dicen que en general lo es para todos los gaditanos que se van fuera a trabajar. Sostiene mi colega Felipe, er sócrate (que desde quen tersero de bú se quedó pillao leyendo er libro de filosofía na má que lee cosas rara y tiene teorías pa tó), una teoría que dice quel gaditano no emigra, sino que emprende viajes astrales inversos. O sea, que es el cuerpo el que se va y la mente la que se queda en Cádi. Por eso, sostiene er sócrate, es más fási que un gaditano se jarte de trabajá fuera que en cádi; porque fuera su cuerpo lo hace sin pensar, sin mente, sin alma...como si fuera un robó. Así sesplica también que er cuerpo siempre intente vorvé a cádi en cuanto la mente lo encuentra y empiesa a llamarlo recordándole cosas como er carnavá, er veranito, los colega, er furbo, las caballa, er cashondeo, la caleta, etc.
Argo así me pasó a mí en Escocia. No sé cómo, mi cuerpo se fue pallá dejándose el alma en cádi. La verdá es que ar finá en Escocia las pasamo canuta. Y digo pasamo porque er tití, o mejor dicho, er cuerpo der titi, también emprendió un viaje astral inverso y acabó en la misma factoría que yo. Llegamos un 10 de enero. La factoría estaba en un pueblesito costero al norte de Escocia donde los pescadores recogían las rede y las gamba ya salían congelá y tó...que frío carajo...y yo na má que con la bufanda der cádi...
Er primer día, na má llegá, nos enseñaron nuestros alojamientos. Qué cobaso picha; un trastero con er techo de uralita y un corshón pa los quinse que habíamo de cádi. Yo ya estaba mosca, pero er titi...er titi desía que estaba emosionao porque le recordaba la casa de su agüela ener barrio de Santa María... pa eshaslo... A las sinco de la mañana sonó una sirena iguá que la de astillero y pegamo un bote que por poco atravesamo la uralita… - ¿Qué carajo é eso dios mío de mi arma?... De pronto se abrió la puerta y apareció er simpliré con dos nota to grande que nos sacaron a empujone der trastero disiendo: -¡camon!...¡camon!... Nos dieron un pantalón y una camisa coló naranja y nos llevaron en fila pa la factoría que paresíamo los talibane de guantánamo... Cuando nos dimo cuenta ya estabamo pelando gamba. Er simpliré era el encargao de dá er cursillo de formasión y nos lo dió en un cuarto hora. Yo me acordaba del anuncio: “...cursillo de formación de un mes a cargo de la empresa...” -¿yastá?...-¿no duraba un mé cojone?...nos preguntamos. Al terminar las explicaciones, en un perfecto gaditano, porque allí no había na má que andaluse engañao, dijo: -...po esto es lo que hay. Er que no le guste ya puede cogé la puerta, pero que sepa que ante de irse nos tiene que pagá lo que nos debe: una noshe de hotel, el uniforme y er billete de avión... -¿una noshe de hotel?
-interrumpí indignado, -anda home, si estamo alojao ener meliá uralita...
Er guantaso que me dieron por abrí la boca me quitó er frío der tirón. Me giré pa partisle la cara “ar que hubiera hesho” y detrá tenía a los do ayudante der simpliré con to la cara de haber salío de figurante en breijér y no haberse quitao er disfrá... Había que trabajá un mé como mínimo pa podé pagá la deuda, o sea, que no íbamo a vé un euro en dos mese... quince gaditano traisionao por otro gaditano, lo típico, como a mí man puteao, po tú te va enterá... ya lo dijo Saramago…
Er titi era el eslabón que me precedía en la cadena de pelado de gamba. A él le tocaba quitá las pata y a mí la cáscara. Aquello era como la lleneral moto pero con gamba. Cada cadena de pelao la formaban tres nota: el primero cortaba las cabesa, el segundo quitaba las pata y er tersero la cola y la cáscara. O sea, que yo era el último mono pelagamba, el último eslabón de la cadena... más bajo no podía caé...
Nada más colocarnos en nuestros puestos, apareció er simpliré y nos dejó delante un contenedó lleno de gamba con un papelito en el que venía el número exacto de bicho que había dentro. Er simpliré nos dijo que si a la siguiente fase de la cadena, que era la de envasao, no llegaba el mismo número de gamba, a cada empleao de la factoría le quitaban una libra por cada una que faltase. Lo tenían bien montao los cabrone, porque si er castigo fuera el despido...po adió; pero de esta manera, si fartaba una gamba, ya te podía í preparando que la paliza que te iban a dá iba a sé shica... Cada operario tenía derecho a darte una cachetá por cada gamba que fartase. Había unas quinientas cadenas de pelao y otras tantas de envasao, tres tíos en las de pelao y otros tres en las de envasao, o sea, mil cadenas, a tres tíos por cada una, tres mil tíos con las mano como manojos de… y además congelaos; dispuestos a quitarse er frío a guantaso. Aquel método y aquellas cifras nos convencieron, así que, de momento, tuvimos que olvidarnos de lo de “cuando acabe me voy a jartá”.
Estuvimo pelando gamba hasta las onse de la noshe y ar llegá ar trastero, completamente extenuaos, nos reunimo los quinse que habíamos de cádi. Lo primero que hisimo fue mirá el armanaque. Uno se acercó y señalando las fechas dijo: -Se supone quer período de prueba dura un mé, o sea, que a estas alturas (señalando el 10 de febrero con el dedo) ya sabremo to lo que hay que sabé sobre pelá gamba y entonse nos harán fijos... -¿fijo?...fijo se va a quedá asquí su puta madre, dijo er titi, -aquí no habemo venío pa hasé er candao, pa mamarla me hubiera quedao ener cortinglé que por lo meno está al lao mi casa carajo, mañana mismo la vamo a liá y pasao pa cádi der tirón, er que esté cormigo que lo demuestre...¡simpliré!... -y los otros trece, enfervorizados, respondieron al unísono: -...¡caaaaabrón!... Miedo me daba er titi cuando se ponía así. Acababa de empezar la penúltima revolución obrera y la lideraba er titi. El plan era hacer huelga y er titi propuso que la hiciéramos a la japonesa... -¿con los ojo asín?... -dijo er sapo, pero ante de que terminara de decirlo, er titi ya le había hecho la mosqueta de un guantazo; por gracioso. Huelga a la japonesa, ese era el plan. A las cinco y media en punto, el simpliré dejó delante de cada cadena er contenedó de gamba y empesamo a pelá. La huerga consistía en pelá las gamba lo más rápido posible pa terminá cuanto antes, pero a la hora de pelá, el último de cada cadena, el que quitaba la cáscara y la cola, al dar el pellizco para quitar la cola le tenía que quitar un cacho de carne a cada gamba y echarlo al cubo con las cáscara. De esa forma, el número de gamba no variaría pero nosotros tendríamos toda la tarde libre pa í a buscá los bidone con los desperdicios y jartarnos de comé culito de gamba en el Meliá Uralita... No podía fallá. Era un plan perfecto. Miserable pero perfecto. Aparentemente todo iba bien; al cortarle la cola, yo le quitaba un cacho a cada gamba y lo echaba en er cubo de las cáscara. A eso de las cuatro de la tarde, er titi me pasó la última gamba y dio la señal que los otros catorce teníamos que responder y que suponíamos haría rebelarse al resto de compañeros explotaos...
-¡simpliréeeeeeee!...
Y yo, emocionao por la demostración de valor que estábamos a punto de realizar delante de aquellos negreros, y ciegamente entregado a mi nuevo líder er titi, cogí aire y grité fervientemente con todas mis ganas: -...¡caaaaaaaaabrón!....
Nadie más gritó. Sólo er titi y yo. En cuestión de segundos teníamos a los dos de breijér en lo alto dándonos guantazos por tos lao. Inmediatamente er simpliré se puso a contá las gamba pa vé si faltaba alguna y, aunque yo creía que por lo menos del linchamiento público nos íbamos a librar, resultó que con la emoción del momento, al decir ¡cabróoon!, levanté los brazos entusiasmado y tiré la última gamba para arriba; con tan mala suerte que describió una parábola perfecta para terminar cayendo exactamente sobre el sapo, uno de los trece de cádi que se suponía que tenía que haber dicho cabrón y que, dolorido aún por el guantazo que le había dao er titi la noche antes, se limitó a hacer honor a su nombre abriendo su inmensa boca para tragarse la última gamba y permitirse un humillante y extenso erupto mientras a nosotros nos la daban mortal...
Nos dieron los tres mil guantazos a cada uno y nos despidieron. Sin un céntimo, nos vimos obligados a buscarnos la vida de alguna forma para sobrevivir y volver a casa y ahí fue cuando comprobamos que la necesidad agudiza el ingenio. Se nos ocurrió una idea brillante, o eso pensamos al principio. Nos pasamos dos semanas haciendo mimo y cantando carnaval en las calles de Edimburgo pa juntá pa el avión de vuelta. Cantábamos un cuplé guarrón de “Los que se lavaban la boca con jabón”, una chirigota ilegal de las más ordinarias de los últimos carnavales, y antes de acabar nos quedábamos quietos esperando que alguien echara una moneda para escuchar el final. Creíamos que si nos quedábamos paraos antes de la úrtima rima, la gente se quedaría to intrigá y echaría otra moneda pa escushá er finá; pero que va...
Er plan fallaba por dos motivos fundamentales: er primero, que cantábamos en español y los escoceses no se enteraban de ná, y el segundo, que los pocos turistas españoles que nos escuchaban no se quedaban intrigaos porque ya se veían vení er finá...
“...me dijo querido, no me gusta sorolla
ya lo sé cariño, te gusta más mi....”
(aquí nos quedábamos parao)
Ar finá, los billete nos lo pagó er dueño de un restaurante con la condición de que dejáramos de hacer el gilipollas en su puerta. Llegamo a madrí un domingo, y como güenos cateto nos bajamos del metro en la puerta del sol y compramos er diario de cádi en uno de los kiosko.
Er diario traía por aquel entonces una sección llamada “embajadores” en la que cada semana sacaban a algún gaditano que hubiera triunfao fuera de cádi. Er protagonista de esta semana era...¡er simpliré!...er cabrón que nos había llevao engañao a Escocia.
Debajo de una foto suya con la bufanda der cádi y rodeao de caja de gamba ponía: “Casi todas las noshe sueño que vuervo a cádi y me como una caballa en la caleta al lao de Paco Alba”... ahí fue cuando lo perdonamo. Comprendimo quer simpliré no era más que un robot, un cuerpo sin alma jarto de viajes astrale que, como nosotros, había recibido “la llamada” de su mente y deseaba volver a su casa cuanto antes. -¡Killo! , me dijo er titi, ... -¡¡¡ya estoy yo cantando en cádi!!!...
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